El Tío De Mi Ex

Mi madre se estaba portando como una bruja, sus palabras no tenían sentido, hablaba puras incoherencias.

“Yo no estoy de acuerdo con esa relación, Kristen todavía no está en esas para casarse”.

“Estás escuchando lo que dices. Yo no tengo esas para casarme, pero Irene que es un año menor que yo sí, explícate madre”, respondí con ironía.

“No metas a Irene en esto, lo de ella es diferente”, respondió mi madre sin argumentos.

“Señora, lamento mucho su posición, pero Kristen y yo no vamos a casar, así se oponga el mundo entero, ella es el amor de mi vida y lo que usted opine me tiene sin cuidado”, intervino Gabriel tomando mi mano con fuerza.

“Ya escuchaste mamá, ahora sí no te gusta, ahí está la puerta”, dije fríamente.

“Está bien, me voy. Pero te vas a arrepentir de esto. Sabía que eras una loca que se iría con el primero que le calentará la oreja, no eres más que una desvergonzada”. Emperatriz salió de la casa de Gabriel hecha una furia, nunca imaginé que ella pensara así de mí. Pedí permiso para ausentarme unos minutos, tenía que aclarar mis pensamientos, no podía dejar que me vieran en ese estado.

“Siento mucho lo que acaba de pasar”, la voz de Gabriel me saco de mis pensamientos.

“No es tu culpa, mi mamá siempre me ha tratado así, antes pensaba que era por amor, pero ahora sé que me odia”, respondí con lágrimas en los ojos.

"Si quieres suspendemos la cena”, dijo Gabriel besando mis labios.

“No mi amor, no vamos a suspender nuestra cena, solo necesitaba descansar un poco y ahora podemos ir a dar la cara”, respondí más tranquila.

“Se escucha tan lindo cuando me dices mi amor”, comento Gabriel coqueteando conmigo.

“Señor Linares, recuerde que sus padres están en la sala”, respondí seductoramente.

“Puedo decirles que te sientes mal y que quieres descansar”, propuso Gabriel tentadoramente.

“Olvídelo señor, mejor salgamos que nos esperan”, respondí con picardía.

Acomodamos nuestra ropa y salimos a la sala para seguir atendiendo a las visitas.

“Perdón por la demora, ahora sí no les molesta pasemos al comedor”, dijo Gabriel con una sonrisa encantadora que me dejó como tonta.

Mi padre, y los papás de Gabriel pasaron al comedor, Irene y Leo se nos unieron después, al parecer tuvieron una discusión antes de entrar al comedor. Estábamos sentados a la mesa cuando llamaron a la puerta principal. Una de las muchachas del servicio anunció la llegada de Isabel, la mamá de Leo. Gabriel le dijo a la muchacha que la dejara pasar, y pidió que pusieran un puesto para ella.

La mujer entró como si fuera una diosa, sintiéndose superior a todos los presentes. “Buenas noches, disculpen la tardanza, pero había mucho tráfico”, dijo la mujer saludando de beso a los padres de Gabriel y mirando al mío como si fuera cualquier cosa, no la conocía y ya me caía mal.

“Buenas noches, Gabriel, hijo. Señorita refiriéndose a mí”, en cuanto a Irene se acercó y la abrazo fuertemente. “Mi querida hija, espero te encuentres bien”.

“Estoy bien mamá, gracias por preocuparte”, respondió Irene con tanta hipocresía que casi vómito.

“¿Y bien qué estamos celebrando?”, pregunto la mujer sentándose con mucha elegancia.

“El compromiso de mi hijo con la hermosa Kristen”, respondió Leticia encantada.

“Ya veo, y ¿de dónde eres niña, nunca te había visto por aquí?”, pregunto Leticia con aires de superioridad.

“Kristen es mi relacionista pública, trabajamos juntos y nos conocimos gracias a tu hijo e Irene quien es la hermana de mi prometida”, respondió Gabriel con arrogancia.

“¡Ah, vaya!, imagino que pensaré si mi hermana se casa con el sobrino, ¿por qué no yo con el tío? Ja, ja, ja”, esa mujer era insufrible, pero ella no sabe con quién se está metiendo.

“Déjeme decirle que cuando conocí a Gabriel no tenía ni idea de que estaba emparentado con dos personas tan desagradables, si lo hubiera sabido ni el saludo le doy”, respondí paseando mi mirada entre la mujer y Leo.

“Pero que muchachita tan insolente, parece que la hubieran sacado de un barrio de cuarta”, se dirigió a Gabriel, la tal Isabel.

“Si tiene algo que decirme, aquí estoy para que me diga. Al menos no voy a una casa donde no fui invitada”, estaba harta de que esa mujer se expresará así de mi, no podía creer que este día este terminando así, yo solo quería pasar una noche con Gabriel y nuestras familias.

“Ya basta, Federico controla a tu esposa. Kristen por favor disculpa la actitud de mi nuera, ella no termina de entender que Gabriel también es mi hijo”, indico el señor Carlos con mucha vergüenza.

“Discúlpeme usted a mi señor, esta cena ha sido todo un desastre”, dije apenada con los padres de Gabriel.

“Ja, ja, ja, con razón te gusta tanto esta niña. Es igualita a ti”, intervino Leticia riendo a carcajadas.

La risa fue contagiosa y al final terminamos todos riendo, menos Irene, Leonardo y su horrible madre.

“¿Cómo se conocieron ustedes dos?”, pregunto Leonardo con molestia.

“Aquí mi pequeña insolente, casi me lanza al piso cuando choco contra mí”, dijo Gabriel riendo.

“No lo recuerdo de esa manera, no mientas”, dije acariciando el rostro de Gabriel.

“Cuéntanos como fue querida”, pidió Leticia con mucho cariño.

“Aquí su hijo andaba por el aeropuertocomo si fuera el dueño de todo hablando por teléfono y no se fijó que yo iba arrastrando mi pesada maleta. Así que chocamos y me hizo caer de espalda”, dije mi versión de la historia de manera inocente.

“No lo recuerdo de esa manera, lo que si recuerdo muy bien fue que me llamaste idiota, arrogante y creo que insolente”, continuo Gabriel riendo lanzándome una mirada cómplice.

“Ese día no te llame arrogante, eso fue después”, le dije riendo.

“Si, después nos vimos varias veces por casualidad, empezó a trabajar en la empresa nos hicimos amigos y ahora aquí estamos compartiendo nuestra felicidad con ustedes”, concluyo Gabriel mirándome con mucha ternura.

“Es una historia muy romántica, me encanta que mi hijo te haya conocido y estoy segura de su amor por la forma en la que se miran.

El resto de la cena transcurrió sin ningún inconveniente, mi papá empezo a sentirse bien entre nosotros y se unió a la conversación. Los que seguían en silencio eran las tres personas que no eran bienvenidas en la casa.