En un pintoresco pueblo, Victoria Torres, una joven de dieciséis años, se enfrenta a los retos de la vida con sueños e ilusiones. Su mundo cambia drásticamente cuando se enamora de Martín Sierra, el chico más popular de la escuela. Sin embargo, su relación, marcada por el secreto y la rebeldía, culmina en un giro inesperado: un embarazo no planeado. La desilusión y el rechazo de Martín, junto con la furia de su estricto padre, empujan a Victoria a un viaje lleno de sacrificios y desafíos. A pesar de su juventud, toma la valiente decisión de criar a sus tres hijos, luchando por un futuro mejor. Esta es la historia de una madre que, a través del dolor y la adversidad, descubre su fortaleza interior y el verdadero significado del amor y la familia.
Mientras Victoria lucha por sacar adelante a sus trillizos, en la capital un hombre sufre un divorcio por no poder tener hijos. es estéril.
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Capítulo 14.
El cielo estaba gris, como si supiera que ese día debía guardar silencio y respeto.
Dos días después del fallecimiento de Azucena, su cuerpo fue trasladado a su ciudad natal. Su esposo, un hombre de semblante cansado pero sereno, había accedido sin dudar. Aunque él la amaba profundamente, sabía que Azucena pertenecía a ese lugar donde había nacido, reído, soñado y compartido su alma con los demás. A pesar de que no tuvieron hijos, su legado era grande. En esa gran ciudad , Azucena era querida por muchos… pero por Victoria, lo era aún más.
La familia de corazón se vistió de negro. Doña María llevaba un vestido largo y sencillo, con su cabello recogido y los ojos enrojecidos. Carlitos llevaba un pequeño saco negro que le quedaba grande, tomado de la mano de Victoria, que caminaba despacio, con su barriga pronunciada por las 30 semanas de embarazo y el corazón arrugado por la tristeza.
El cementerio estaba cubierto de flores blancas, rosas y lirios. Cuando el ataúd comenzó a descender, el llanto de muchos se hizo inevitable.
Victoria dio un paso adelante. Cerró los ojos. Y entonces, con voz temblorosa, comenzó a cantar.
—“🎶Eres luz entre las sombras, mi guía en la oscuridad… Fuiste fuerza en mi caída, consuelo en soledad…🎶”
Las lágrimas le nublaron la vista. Su voz se quebró. Su pecho se agitó. Pero antes de que pudiera rendirse, Lisseth se acercó y tomó su mano. La miró, asintió, y juntas continuaron.
—“🎶Aunque el mundo se detenga, tú vivirás en mi andar…🎶”
Carlitos, con sus manitos pequeñas, soltó un gran ramo de globos blancos que se elevaron hasta perderse entre las nubes. Fue su despedida. Su forma de decirle "gracias" a la mujer que la abrazó tantas veces desde la distancia sin pedir nada a cambio.
Las rosas comenzaron a caer una a una sobre el ataúd. Victoria lanzó una, luego otra, hasta que sus manos vacías solo pudieron unirse sobre su vientre.
—Gracias, Azucena… —murmuró—. Gracias por haberme salvado.
...
Pasaron los días. La casa estaba en silencio, pero no en tristeza. Doña María, con su sabiduría serena, pidió algo muy especial.
—No quiero verlos tristes. Azucena no lo querría. Ella fue vida, alegría, nobleza. Honrémosla así, con sonrisas y recuerdos bonitos. Lloremos cuando debamos, sí… pero también vivamos con la gratitud de haberla conocido.
Victoria hizo su mejor esfuerzo por cumplir esa petición. Aunque cada rincón le recordaba a su amiga, también era cierto que en su interior había algo más fuerte: la esperanza.
Tres días después del sepelio, el esposo de Azucena llegó a la pensión. Llevaba un sobre sellado. Era un hombre serio, pero con los ojos cargados de ternura.
—Victoria —le dijo, al entregarle el sobre—. Azucena me habló mucho de ti. Me dijo que eras valiente, fuerte y que ibas a ser una madre maravillosa. Esto… esto fue decisión suya. Lo dejó preparado antes… quería que estuvieras lista cuando llegara el momento.
Dentro del sobre había una suma de dinero considerable. Suficiente para completar lo que aún faltaba para recibir a los bebés: una cuna más, pañales, mantas, medicinas. Victoria no podía creerlo. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—No sé qué decir… —susurró con un nudo en la garganta.
—Solo cumple tu promesa —le dijo el hombre—. Sé feliz. Y sé la madre increíble que Azucena vio en ti.
...
Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Mathias firmaba su divorcio. El despacho de abogados era elegante, moderno. Pero a sus ojos, era una cárcel de cristal donde todo había terminado.
Karla estaba ahí, frente a él. Más hermosa que nunca. Llevaba un vestido blanco, cabello recogido, un nuevo brillo en la mirada que no tenía nada que ver con él.
—Pido los dos vehículos, los apartamentos de la costa y el valor de mi porcentaje de la empresa en efectivo —dijo con firmeza.
Mathias solo asintió. No discutió. No protestó.
—Está bien.
—¿No vas a reclamar nada?
—No. Solo quiero que seas feliz, Karla.
Ella no respondió. Firmó, se levantó, y sin una palabra más, se marchó.
Pero lo que más dolió vino después.
Días después del acuerdo, Mathias recibió un mensaje de un viejo colega: “¿Sabías que Karla está viviendo con Brandon Ferias?”
El mensaje le cayó como una bofetada. Brandon… su antiguo rival. En los negocios, en la universidad… en todo. El tipo arrogante que siempre buscaba superarlo. Y ahora… también le había ganado a Karla.
Mathias apagó el celular. No dijo nada. Solo caminó hasta su oficina, cerró la puerta y sirvió whisky en un vaso de cristal.
—Salud por los fracasos —susurró, levantando el vaso—. Por lo que no fue. Por lo que dolió.
Y bebió.
...
Pero al otro lado de ese mundo de oficinas y cifras, Victoria continuaba creciendo como mujer y madre. Con el dinero recibido, preparó la pequeña habitación con más ternura. Había cojines, pañales, cobijas bordadas, y una nota en la pared que decía:
"Aquí crecerán tres corazones llenos de amor: Valentina, Valeria y Victor."
Una tarde, mientras doblaba ropa, Carlitos la miró curioso.
—¿Por qué esos nombres, Victoria?
—Porque empiezan con "V", como el mío —respondió sonriendo—. Quiero que estemos siempre conectados. Valentina significa "valiente", como quiero que sea mi hija. Valeria significa "fuerte", como yo he aprendido a ser. Y Victor… significa "el que vence". Así quiero que vivan: venciendo todo lo que la vida les ponga.
Carlitos sonrió y abrazó su barriga.
—Yo voy a ayudarles a vencer también.
Victoria rió, acariciando su cabello.
—Eres un niño maravilloso, Carlitos. Vas a ser como su hermano mayor.
En medio de tantas emociones, una cosa era clara: Victoria había encontrado su propósito, su hogar, su fortaleza. Y aunque el duelo por Azucena dolía, también le dejaba una huella imborrable de amor.
Y Mathias… había tocado fondo. Pero en el fondo, también se preparaban las raíces de una nueva historia. Una que aún no imaginaban.