Primer libro de la saga Lobo.
⚠️ CONTENIDO (+18)⚠️
Ella es una hermosa peliroja vendedora de flores, que trabaja duramente para la mujer que la recogió después de la trágica muerte de su familia, la cual fue cruelmente asesinada.
Él es el futuro líder de la mafia italiana y para poder posicionarse en ese puesto primero su padre le exige matar a un traidor, y luego le exige también una Dama que gobierne a su lado. Un día cualquiera conoce a una vendedora de flores que lo deja cautivado desde el primer instante, se obsesiona con ella y la rapta para que sea su Dama, su Reina, su esposa...
Lo que ambos no saben es que tanto su pasado como su futuro están relativamente unidos.
¿Nacerá el amor o el odio?
¿Podrán perdonar o condenarse?
¿Podrán olvidar y superar?
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Es un mafioso.
Angélica. 🌺
La suerte está de mi lado hoy.
Antes del mediodía ya había vendido la mitad de las flores, o sea, la primera canasta. Ni siquiera tuve que caminar mucho. Estoy feliz. Cerca del mediodía me encontré con Fátima; ella no había vendido casi nada, así que la ayudé un poco.
Pasado el mediodía nos fuimos a la zona de restaurantes y comenzamos con la venta. Nos dividimos las mesas para ser más prácticas y rápidas. Mi primera venta fue a una mesa donde estaban sentados un par de ancianos muy amables y cariñosos; el señor me compró un bonito arreglo para su esposa. Se les notaba felices y enamorados, al parecer celebraban algo importante.
Seguí paseándome entre las mesas hasta que llegué a donde estaba una joven pareja. Creí que eran novios, por la forma en que ella le sonreía al hombre.
Me acerqué a ellos y les ofrecí las flores. La chica las miraba emocionada y le pidió al hombre que le comprara una, pero él estaba concentrado en una tablet. Ella se la arrebató de las manos y a él no le quedó otra opción que levantar la vista.
Cuando nuestros ojos se encontraron, sentí un impacto en el pecho. Era, sin duda, el hombre más guapo que he visto.
Cabello negro, ojos grises, mirada penetrante, pestañas largas, cejas perfectas, una boca pecaminosa… Estaba totalmente vestido de negro. En la mano derecha llevaba un anillo en el dedo del medio, con una cabeza de lobo en la parte superior.
Tuve que apartar la mirada, intimidada por ese hombre tan apuesto. Me reprendí mentalmente, porque sentí que le estaba siendo infiel a mi novio solo con mirarlo.
Al final, él terminó comprando todas las flores, incluida la canasta. Quiso darme más dinero del que costaban, pero no lo acepté. Eso no estaría bien. Tomé una justa propina y dejé el resto del dinero sobre la mesa, ya que él no quiso recibirlo. Me despedí de la joven pareja y me encontré con Fátima. Tuve que controlarme para no demostrarle lo impactada que estaba.
—¿Y tu canasta? —me preguntó Fátima cuando llegué a ella.
—Me la compraron con todo y flores —dije feliz, señalándole disimuladamente la mesa donde estaba la pareja. Tomé su mano y salimos de allí.
Al cruzar la calle noté que Fátima estaba pálida, como conmocionada.
—¿Qué te sucede, Fátima? —le pregunté preocupada.
—Es que… ese hombre, el que te compró las flores, es… —se quedó callada, como pegada.
—¿Es qué, Fátima?
Desde donde estábamos podíamos ver a la pareja hablando en la mesa del restaurante. Parecía que discutían.
—¿Amiga, no lo has reconocido? ¿Acaso no ves noticias? —me dijo nerviosa.
—Por Dios, Fátima. Sabes muy bien que siempre estoy trabajando. Cuando no lo hago en la calle, lo hago en casa. ¿Qué tiempo me va a quedar para ver noticias? Además, ¿qué tiene que ver ese hombre con las noticias? ¿Qué sabes tú que yo no sepa? —pregunté ya intranquila.
—Ese hombre, lo que tiene de guapo lo tiene de mafioso. Es nada más y nada menos que el futuro líder de la mafia italiana. Lo vi en una noticia que pasaron hace unos días en la televisión municipal, y también salió en el periódico. Él es… Maximiliano Lobo.
¡Caramba! Su confesión me deja fría.
El apuesto caballero es un mafioso. No lo puedo creer.
Y mi mente comienza a llenarse de imágenes: mafia, muertes, drogas, dolor, armas… maldad.
—Vámonos de aquí —le digo a mi amiga. La tomo de la mano y salimos a terminar de vender las flores que le faltaban.
Ese día llegamos a casa más temprano de lo normal. Como siempre, la señora Berenice nos esperaba en la puerta. El primero en entregar el dinero fue Dionisio, luego Fátima y por último yo. A pesar de haber vendido el doble que los demás, y de traer más dinero de lo normal —porque entregué hasta las propinas—, la señora Berenice me miró feo. Ya sabía que estaba molesta por algo.
—¿Me puedes explicar por qué te fuiste más temprano de lo normal? Tomaste el doble de lo que toca vender sin mi permiso —me reclama, furiosa.
—Yo solo quería reponer el dinero que no traje ayer, y lo logré. Le traje más del doble de lo que me toca a diario —me defendí.
—Solo por eso te la paso —dice entre dientes—. Entra, haz la cena. Tengo hambre y estoy cansada. —Me ordena sin más.
—Angélica, ¿nos podemos ver más tarde? —me pregunta mi novio.
—Claro —le contesto con una sonrisa.
—¡Claro que no! —replica la señora Berenice con su habitual mal genio—. Tienes mucho trabajo por hacer aún.
—Pero… —intento hablar.
—¡Pero nada! Anda adentro —me corta con voz autoritaria—. Y ustedes, ¡busquen su casa! —echa a mis amigos sin remordimiento.
Fátima me mira con compasión, mientras Dionisio se va enojado.
Al entrar a casa voy a la cocina y me encuentro con un montón de platos sucios. Todo está lleno de grasa. ¡Por favor! ¿Será que hoy vendió comida también?
Me duelen las piernas, pero igual tengo que hacerlo todo yo. Primero lavo y limpio, luego pongo la comida. Mientras se cocina, voy a mi habitación a darme una ducha rápida.
Mientras el agua cae sobre mi piel, mi mente vuelve al restaurante. Cierro los ojos… y veo aquellos ojos grises, penetrantes.
Es tan apuesto…
Pero todo ese encanto se desvanece cuando recuerdo lo que Fátima dijo. Un mafioso.
¡Oh, qué miedo! Ojalá no lo vuelva a ver nunca más. Estoy segura de que si lo hago, no podré ocultar mi temor.
Le sirvo la cena a la señora Berenice y, mientras ella come, recojo el desorden de la florería y cierro el local. Luego ceno yo, limpio la cocina y por fin me voy a mi habitación. Apenas me acuesto, caigo rendida en los brazos de Morfeo.
—Oye tú, la de las flores… —escucho que me llaman. Me doy la vuelta y me encuentro con aquellos ojos grises mirándome de arriba abajo. Mi corazón se acelera, mis piernas parecen de gelatina.
—Tú serás mi prisionera —susurra a mi oído, con voz ronca y firme.
—¡No! —grito, pero él acaricia mi boca.
—Sí… —responde.
Despierto sudando, con el corazón desbocado. Tomo un poco de agua para intentar calmarme.
¿Qué significa ese sueño?
Definitivamente… el miedo hacia ese hombre me está haciendo soñar cosas que no debo.
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