Giiuseppa Lo Vasto fue una leyenda en el mundo del crimen: elegante, letal, y temida hasta por los más poderosos. Sabe de moda, de seducción y de poder. Gobernó su cartel con inteligencia y mano de hierro… pero, al final, todo ese imperio se sintió vacío. Cansada de tanta sangre y traición, decide poner fin a su vida con una sola bala, preguntándose en sus últimos segundos qué habría sido de ella si hubiera elegido otro camino.
Despierta en un nuevo cuerpo. El de Aurora Rossetti una millonaria joven de 21 años, insegura, manipulada por su supuesta mejor amiga, y destruida emocionalmente por una traición que la llevó al suicidio. Ahora Giiuseppa tiene una nueva vida, una nueva cara, y una nueva misión: reconstruir a Aurora desde las cenizas, cobrar venganza en nombre de la joven que no pudo defenderse... y vivir, por fin, con dignidad.
Pero su pasado oscuro, su astucia afilada y su instinto de supervivencia no desaparecen. Esta vez, renacerá para hacer las cosas bien.
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Desquiciado
El día transcurre entre celebraciones y felicitaciones por el evento anterior, así como en juntas sobre las nuevas líneas de Imperia.
Massimo no se ha acercado a ella, pues, al haber tanta gente cerca, no quiere provocar un escándalo ni habladurías.
El padre de Aurora percibe la tensión entre ellos; las miradas que Massimo le lanza a su hija son las de un hombre desesperado.
Aurora, por su parte, se muestra serena. Todos en la sala de juntas la observan atentos mientras habla de cada diseño. En cada palabra demuestra su pasión por lo que hace.
—Gracias a todos. Espero que esta nueva colección sea aún mejor.
Los aplausos no se hacen esperar. El orgullo en los ojos de su padre es innegable; camina hacia ella y la abraza.
—Estoy orgulloso de ti, no sabes cuánto.
Ella suspira, dejándose envolver por la calidez del cariño que recibe en ese momento.
—Iré a comer con tu madre. Nos vemos en casa, preciosa.
Su padre la besa en la mejilla y se despide de los demás antes de salir.
Bianca, al igual que otros compañeros de equipo, se acerca a saludarla para luego irse también.
La sala se va quedando cada vez más sola. Massimo solo espera que ella vuelva a estar accesible, aunque ella lo evita.
—Aurora... —comienza, pero ella lo ignora, toma su bolsa y sale de allí con paso decidido. Ha estado agotada por el día tan ajetreado que ha tenido.
—Espera... —la llama, pero ella no se detiene. Observa y no ve a nadie cerca; sabe que seguramente él entrará con ella al ascensor.
La joven apresura el paso y aprieta el botón del ascensor. Los pasos de Massimo son pesados y apresurados.
El corazón de Aurora martillea sin cesar en su pecho; ya no quiere otro enfrentamiento.
—Basta, necesitas escucharme.
El ascensor se cierra y él no logra detenerlo, pero eso no lo frena.
La joven exhala, liberando el aire que tenía contenido mientras observa su reflejo en el metal pulido del ascensor.
Por otro lado, Massimo baja las escaleras con rapidez. No va a permitir que se le escape; está convencido de que ella lo ama.
—Debes escucharme, mi niña —murmura mientras baja cada escalón. No le importa agitarse si con eso puede recuperar a esa chiquilla que lo veneraba.
Mientras se acerca a la planta baja, una sucesión de imágenes de cada sonrisa de Aurora, de cada gesto o detalle que tenía con él, pasa por su mente, haciéndole ver lo bruto que fue.
El ascensor se abre y ella sale con paso apresurado hacia el lobby, pero en ese momento escucha la voz cansada y agitada de Massimo.
Ella no lo piensa y camina hacia la salida, pero la mano de él le sujeta el brazo.
Sus ojos se encuentran: él está sudado, con el cabello y el traje alborotados; sus manos le tiemblan.
El pecho del hombre sube y baja sin cesar, y las palabras apenas le salen:
—Cariño, no te irás sin mí.
Aurora se preocupa por el estado irracional de él, pero una mano lo detiene, y él se gira para ver quién es.
—Suelte a la señorita Rossetti.
Un hombre de traje negro y gafas oscuras lo empuja y se interpone entre él y Aurora.
—¿Quién te crees que eres, imbécil? —grita Massimo, furioso. Tiene los ojos enrojecidos y las venas de la frente marcadas.
—Aléjese, o no respondo.
La joven no entiende y tampoco quiere averiguarlo. En su antigua vida le habría disparado y asunto arreglado, pero eso es precisamente lo que quiere evitar: una vida de crimen y vacía.
Aurora no pierde tiempo y sale de Imperia. Está tan preocupada que ni siquiera se detiene a llamar a seguridad; solo quiere salir de allí mientras mira hacia la salida por si él la sigue.
Busca las llaves de su auto mientras observa hacia atrás. No le gusta esta situación tan intensa.
Al levantar la vista, choca con otra persona, aunque el aroma de su perfume la hace relajarse antes de ver su rostro.
—¿Todo bien, hermosa? Estás alterada.
Ella asiente, más tranquila, mientras voltea hacia la puerta de la empresa.
Los rasgos faciales de Luca se endurecen al imaginar que intentaban hacerle daño.
—Tranquila, estoy aquí. Dime, ¿qué sucede?
La joven niega. Solo quiere irse de allí.
—Nada, solo quiero irme.
De inmediato, él asiente con la cabeza y la conduce hasta su auto, pero ella niega.
—Allí está mi auto.
Una sonrisa se dibuja en el rostro de él mientras niega con la cabeza.
—Lo sé, no te preocupes. Sí, mi guardia lo llevará.
La rubia frunce el ceño al no ver a nadie cerca.
—¿Cuál guardia? —pregunta, y él le toma ambas mejillas y deja un pequeño beso en sus labios.
—Sube.
Le abre la puerta y ella entra, aún mirando hacia la puerta del edificio.
—Tranquila. Sandro se está ocupando de ese idiota.
Los ojos de ella se cruzan con los de él, y Luca sonríe al notar la pregunta no dicha en su rostro.
—Sandro es el hombre que te ha cuidado parte de la tarde de hoy y te cuidará a diario —dice con tono despreocupado, mientras el auto arranca.
—¿Qué has dicho?
Una risa ronca sacude el interior del lujoso coche.
—Preciosa, no confío en ese idiota y me costó que lo dejaran entrar a Imperia, pero ya lo arreglé. Él te cuidará por mí.
Dobla el volante y el auto gira un poco, haciendo que se deslice ligeramente hacia un lado.
—Un momento, te estás tomando muchas atribuciones. Nosotros...
El hombre no la deja continuar.
—Nosotros somos un final inevitable, y no te dejaré sola con él. Punto.
El cuerpo de ella se estremece. Aunque su tono le incomoda un poco, de alguna manera loca le gusta cómo le habla.
—No me mires así, preciosa. Querer cuidarte no es pecado.
Hablando de otro tema, pienso que Aurora no debería contarle a los papás quien es ella en realidad, para que causarles ese dolor? tal vez a Luca, ya que él no conoció a la verdadera Aurora y no sufriría esa perdida. 🧐🤔🇨🇴
hay que hacerlos sufrir a todos