Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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Wiliam walker
Me llamo William Walker, tengo 35 años. Soy dueño de Arqui-tech, una empresa importante, y también poseo uno que otro club, que son mis pasatiempos.
Abordo mi carro después de la segunda vez que una mujer se metió a mi baño privado y, para colmo, se atrevió a pagarme por tener sexo. Sostengo en la mano la tarjeta que me dio junto con el dinero que me pagó.
Cuando saqué su cartera, pensé que iba a pagarme, pero en lugar de eso sacó su tarjeta. No creí que, al decirle irónicamente que creía que me pagaría, ella realmente lo haría.
Voy a mi otro bar, ya que me gusta estar al pendiente de ambos, pero regreso al mismo, porque siempre ha sido mi favorito.
Tengo el mejor lugar desde donde se observa todo, aunque prefiero ser como un cliente más. Me acerco al bar y observo al que prepara las bebidas. En la bolsa de su camisa veo una tarjeta muy parecida a la que tengo; se la quito y efectivamente, es igual a la mía. Miro enojado al del bar, quien levanta las manos en señal de defensa.
— ¿Quién te la dio? —le pregunto.
— Una señorita dijo que la drogaron aquí, están revisando las cámaras, señor —me responde.
Llega el de seguridad y se sorprende al verme.
— Habla —le grito.
— Lo siento, señor, no debe molestarse por pequeñeces —responde.
— ¿Pequeñeces? ¿Le dices pequeñeces a que droguen a una persona en mi bar? —le grito mientras lo sujeto del cuello de la camisa.
— Señor, disculpe, ya lo estamos solucionando.
— ¿Cómo?
— Se localizó a la persona y lo sacamos. Se le advirtió que no regrese.
— ¿Y por casualidad no te ofreciste a pagar lo que consumió? Imbécil —le grito.
— Sal y búscalo. Me avisas y yo mismo lo entregaré a las autoridades —le ordeno. Lo veo correr afuera.
— La señorita pidió que la llamáramos cuando supiéramos qué pasó —me informa el de seguridad.
— Márcale ahora y dile que venga mañana para solucionarlo —le ordeno. Lo veo marcar desde el teléfono del bar y ponerlo en altavoz. Suena hasta que responde.
— Buenas noches, ¿quién habla? —dice la voz.
— Soy el señor del bar, me dejó su número.
— Ah, sí, ¿la encontraron?
— Sí, señorita. ¿Podría venir mañana al bar?
— ¿A qué hora? Disculpe, tengo la agenda llena.
— Cuando se desocupe.
— Yo le aviso cuando vaya para allá. Muchas gracias.
Termina la llamada y me levanto, quitándole la tarjeta al barman. Cuando el bar cierra, reúno a todos.
— Lo que pasó esta noche en este bar no puede repetirse. En las entradas, revisen a los que entran, los que están pendientes y monitoreen las cámaras. Contraten más personal para cubrir más espacio —les digo, y todos asienten.
Salgo cuando Eliot me avisa que me espera en el lugar donde se hacen los negocios.
Llego y él está con las manos en la cintura.
— Vaya, al menos te ves mejor que ayer. Te veía estresado.
— ¿Qué quieres? —le digo sentándome.
— Hablé antes, traes cara de que pasó algo.
Dejo sobre la mesa la tarjeta, el dinero y la invitación que me entregó mi hermano, y Eliot se ríe.
— Qué día tan loco. Bien, ya tengo la lista de los que haremos trato, te la paso para que la revises —me entrega una carpeta. Leo quiénes serán.
Él sabe que esto es muy importante para mí y siempre enfoco toda mi atención en ello.
— Tu hermano te mandó la invitación, ya que tu sobrino regresó con su esposa e hijos y le harán una fiesta de bienvenida.
Me entrega el sobre, ni me molesto en abrirlo, solo lo dejo ahí y observo la tarjeta, el dinero y la invitación.
— Sí, es cierto que vino Verónica, pero no la dejé pasar. Al principio pensé que era la loca que estuvo aquí. Por un momento me dio miedo; por cómo me veía creí que se me iría encima.
— ¿Quién?
— Una arquitecta que quería hacer negocios contigo —me dice Eliot.
— ¿De qué hablas?
— Creo que tengo su tarjeta —dice, y se aleja para traer una tarjeta igual a la que tengo. Lo noto mirándome sorprendido.
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