Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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capítulo 11El encuentro incómodo
Al día siguiente, Emma llegó al trabajo como de costumbre. El día anterior había sido abrumador, y aunque sabía que su vida estaba a punto de cambiar drásticamente, prefería sumergirse en la rutina para mantener su mente ocupada. Sin embargo, la tranquilidad de su mañana se desmoronó cuando, en medio de su turno, la puerta de la oficina en la que trabajaba se abrió con fuerza.
Keren apareció en el umbral, su expresión dura e imponente. Sus ojos fríos se clavaron en ella, y por un momento, el silencio llenó la habitación.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Keren con un tono cortante, cruzando los brazos.
Emma, sintiendo una mezcla de incomodidad y desafío, se enderezó y lo miró con calma.
—Estoy cumpliendo con mi trabajo —respondió, aunque su voz temblaba ligeramente.
Keren entrecerró los ojos, claramente molesto por su respuesta. Dio unos pasos hacia ella, acercándose de manera intimidante.
—Emma, no pareces entender. Anoche hice público nuestro compromiso, frente a empresarios y figuras importantes. No eres una empleada más, no puedes seguir comportándote como si nada hubiera cambiado.
Emma apretó los labios, tratando de mantener la calma, aunque sabía que sus palabras eran ciertas.
—Entiendo que las cosas están cambiando —replicó ella—, pero no puedo simplemente dejarlo todo de la noche a la mañana. Este trabajo es importante para mí. Tengo responsabilidades, Señor Keren.
Keren se acercó aún más, su mirada fija en la de ella, intensa y fría.
—Ya no tienes responsabilidades aquí —dijo con voz baja, pero firme—. Tus responsabilidades han cambiado. A partir de hoy, ya no eres una empleada, eres mi comprometida, y hay cosas que deben hacerse. Para empezar, no quiero verte trabajando aquí nunca más. Quiero que te mudes de donde vives hoy mismo.
Emma lo miró, sorprendida por la rapidez con la que Keren esperaba que cambiara su vida.
—¿Mudanza? —preguntó, perpleja—. No puedo hacer eso tan rápido. Necesito tiempo.
Keren sonrió, pero fue una sonrisa fría, calculadora.
—No necesitas tiempo, Emma. Ya está todo resuelto. Abrí una cuenta a tu nombre. Puedes gastar todo el dinero que quieras. Quiero que uses ese dinero para encontrar un lugar más adecuado y mudarte. Hoy. No tienes nada de qué preocuparte. Yo me ocuparé de todo lo demás.
Emma se quedó en silencio, el impacto de sus palabras hundiéndose en ella. Sabía que Keren tenía los medios para hacer que todo fuera fácil, pero esa rapidez, esa falta de consideración por sus sentimientos, la hacía sentir aún más atrapada.
—No sé si estoy lista para hacer eso —admitió con sinceridad, evitando su mirada.
Keren soltó un suspiro y dio un paso hacia ella, levantando una mano para hacerle levantar el rostro con suavidad.
—Emma, esta noche voy a anunciar la fecha de nuestro matrimonio. Mi abuelo estará presente, al igual que muchos otros, incluyendo a Adrián. No puedo esperar más. Necesito que estés lista, que te mudes a un lugar más digno de ti. Ya no puedes seguir viviendo donde estás, y tampoco puedes seguir siendo la chica humilde que limpia oficinas. Es hora de que entiendas lo que implica ser mi esposa.
Lo miró, luchando contra las emociones que se acumulaban en mi pecho. Sabía que había aceptado este acuerdo, pero la velocidad y la frialdad con las que Keren maneja todo me deja desconcertada. Él me mira muy de cerca y eso me pone nerviosa. Me alejo de él, ya que se atrevió a tocar mi rostro.
—¿Esta noche? —murmuró, su voz temblando ligeramente.
—Sí, esta misma noche —confirmó Keren con firmeza—. Voy a buscarte. Y quiero que estés lista. Nuestro compromiso será oficial frente a mi abuelo y todos los invitados. No habrá vuelta atrás.
Emma sintió que su corazón latía con fuerza, una mezcla de nerviosismo y resignación. Sabía que no tenía opción. Había aceptado esto, y ahora debía cumplir con su parte.
—¿Qué esperas de mí? —preguntó, buscando alguna claridad en medio de todo.
Keren la miró con seriedad, su voz suave pero cargada de autoridad.
—Espero que cumplas tu parte del trato. Sé que es un cambio rápido, pero no puedo permitirme más retrasos. Quiero que te mudes hoy mismo y que te prepares para esta noche. Y después de eso, empezaremos a planear nuestro matrimonio. Le diré a mi chofer que te ayude con lo que necesitas. Busco a alguien de confianza que te ayude con todo, que se encargue de todo en el hogar.
Emma asintió lentamente, sintiendo que el peso de la situación caía sobre sus hombros. No podía seguir discutiendo, no podía seguir negando lo inevitable.
—De acuerdo —dijo en voz baja—. Lo haré.
Keren asintió satisfecho, y sin decir una palabra más, dio media vuelta y se marchó, dejándola sola en la oficina que alguna vez había sido su refugio, pero que ahora se sentía como una jaula.
El encuentro incómodo
Keren se encontraba en su oficina amplia, lujosa, y reflejaba el éxito que había alcanzado en su carrera. Ese día, Adrián, su mejor amigo y confidente, estaba sentado cómodamente en uno de los sofás de cuero mientras Keren,revisaba algunos documentos.
—¿Y qué pasó con Valeria? —preguntó Adrián con una sonrisa maliciosa—. Me dijo que sigue esperando a que le llames.
Keren levantó la vista de sus papeles y se echó hacia atrás en su silla, soltando una risa burlona.
—Valeria… ¿La chica que conocí en la gala? —dijo, sin darle demasiada importancia.
—Esa misma. Está completamente colgada por ti —insistió Adrián, riendo—. ¿No piensas darle una oportunidad?
Keren negó con la cabeza, su expresión mostrando una mezcla de desinterés y arrogancia.
—¿Para qué? Ya sabes cómo son estas cosas, Adrián. Me gustan por un tiempo, me divierto, pero luego pierdo el interés.
—¿Y qué es lo que quieres, entonces? —preguntó Adrián con curiosidad.
Keren se quedó en silencio por un momento, su mirada afilada.
—Control, Adrián. Necesito que todo esté en su lugar, exactamente como yo lo planeo. No tengo tiempo para distracciones. Valeria es solo una más. Todas lo son —respondió con un tono frío.
—Ya veo… —murmuró Adrián, pero antes de que pudiera continuar, alguien tocó la puerta suavemente.
Una joven, elegante y coqueta, entró sin esperar respuesta, una sonrisa seductora en sus labios. Keren no mostró sorpresa; de hecho, parecía haberla estado esperando. La chica, con una confianza que reflejaba sus intenciones, caminó hacia él y se inclinó para susurrarle algo al oído. Adrián observó la escena con una sonrisa de complicidad, mientras Keren se levantaba de su silla, colocando una mano en la cintura de la joven.
—Pense que no vendrías. Y ya es tarde. Tengo una reunión pronto —dijo Keren, aunque su tono no denotaba urgencia alguna.
—¿Solo unos minutos? —insistió la chica, mirándolo con ojos llenos de deseo.
Keren sonrió de lado, y sin decir una palabra, la atrajo hacia él, sus labios encontrándose en un beso apasionado. Adrián, entretenido, se levantó con discreción y salió de la oficina, dejándolos solos.
Pero en ese mismo momento, la puerta se abrió de nuevo. Emma, con una carpeta en la mano, cruzó el umbral de la puerta, sin imaginarse lo que encontraría.
Keren y la chica estaban en pleno beso, completamente absortos el uno en el otro. Emma se detuvo en seco, sus ojos bien abiertos, sintiendo que el tiempo se detenía por un instante. El shock inicial la dejó paralizada, pero rápidamente recuperó el control de sus emociones.
—Lo siento mucho… No quería interrumpir —balbuceó Emma, claramente incómoda, su rostro enrojeciendo mientras daba un paso hacia atrás—. La puerta estaba abierta…
La joven, que estaba con Keren, sonrió de forma burlona y se apartó de él con desdén, mirándola de arriba abajo como si Emma fuera invisible. Keren, por su parte, borró cualquier rastro de la sonrisa.
—Emma —dijo finalmente, con voz fría, como si lo que acababa de suceder no tuviera importancia—. Quédate, estaba a punto de llamarte.
Emma, con la garganta seca y los nervios a flor de piel, asintió rápidamente, deseando desaparecer de ahí, pero sabiendo que no podía simplemente irse.
—De verdad, no fue mi intención… —repitió, su voz baja, mientras su mirada se desviaba hacia el suelo.
—No tienes que disculparte —respondió Keren con indiferencia, quitándose el saco y lanzándolo sobre su silla. Luego, mirando a la joven que seguía junto a él, agregó: Puedes irte ahora, hablaremos luego.
La chica lo miró con cierta decepción, pero finalmente accedió, lanzando una última mirada de desprecio a Emma antes de salir por la puerta.
Cuando la oficina quedó en silencio, Emma sintió que su corazón latía con fuerza. No sabía qué esperar. La frialdad con la que Keren había manejado la situación la había dejado helada. Parecía que nada, ni siquiera ese incómodo momento, lo afectaba.
Keren se acercó a ella con calma, su mirada aún seria, y sin rodeos le dijo:
—Te mandé a llamar porque quiero mostrarte un apartamento. Creo que es el lugar perfecto para que te mudes. Ya no hay tiempo que perder, Emma.
Ella, todavía procesando lo que acababa de presenciar, solo asintió. Su mente estaba dividida entre lo que acababa de ver y lo que Keren esperaba de ella. Sabía que no tenía derecho a cuestionarlo, pero no podía evitar sentirse humillada. La escena que acababa de presenciar la había golpeado profundamente, y aunque Keren la trataba con la misma indiferencia de siempre, ella sentía que algo dentro de ella se rompía.
—Sí... está bien —respondió finalmente, tratando de recomponerse—. Podemos ir a ver el apartamento.
Keren la observó por un segundo más, como si tratara de descifrar lo que pasaba por su mente, pero no dijo nada. Simplemente tomó su abrigo y caminó hacia la puerta, dando por hecho que ella lo seguiría.
Emma lo hizo, aunque su mente seguía nublada. Se preguntaba si esa sería su vida a partir de ahora: ser testigo de la indiferencia de Keren, de su capacidad para tratar a las mujeres como piezas desechables. Sabía que había aceptado el trato, pero algo en su interior le decía que esto no sería tan sencillo como había pensado.