Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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En control
Mauro Farina
Trato de olvidar la desagradable conversación que acabo de tener con mi madre mientras el elevador de mi edificio sube al piso cuarenta.
No sé qué mierda me pasa, pero desde que Mei se fue todo me duele más. Sé que Mei no era mi madre, era la madre de Ming, pero siempre pudo leer a través de la máscara que uso con los demás. Esa adorable mujer llegó más profundo que cualquier otra persona lo ha hecho, y extraño esa conexión con ella.
Extraño cada maldita cosa de ella.
Mientras las palabras afiladas de mi madre se pasean por mi cabeza, sin mi permiso, me encuentro deseando, como muchas veces lo hice, poder retroceder el tiempo hasta antes de mi concepción. Retrocederlo y elegir a Mei como mi madre.
Mi corazón duele cuando recuerdo su sonrisa, pero me obligo a borrar cualquier rastro de dolor de mi rostro cuando las puertas del elevador se abren en la planta cuarenta.
Este dolor pasará algún día.
La voz oscura en mi cabeza me dice que pasará más rápido si inhalo cocaína o me meto una jeringa de heroína, pero me sacudo violentamente para ahogar a esa voz.
No quiero volver a perder el control.
El control me ha llevado a donde estoy hoy. El control me ha dado a Lusso.
Respiro profundamente cuando veo el logo de mi mayor orgullo.
Lusso es lo que me impulsa a levantarme cada día. Lusso es lo que me ayuda a soñar. Y sin duda, Lusso es mi mejor venganza contra mi padre.
Ese viejo asqueroso debe estar revolcándose en el infierno viéndome triunfar con mi marca de ropa y diseño.
Recuerdo sus floridos insultos cada vez que me veía dibujando diseños de vestidos en mi croquera, y sonrío.
La moda me ha llevado tan alto, que ni siquiera el recuerdo de ese viejo puede alcanzarme, o al menos es lo que trato de creer.
Mi sonrisa desaparece cuando veo a Natasha en el puesto de Bianca.
Mierda, olvidé que esta semana Bianca no estará. Se fue a Paris junto a su esposo para visitar a su hija, quien acaba de tener otro bebé.
–Señor, la señora Cipriano no se encontrará esta semana, pero yo estaré encantada de ayudarlo en lo que necesite –se apresura a decir mientras lucha por cerrar la página de su Instagram en el computador.
–El ocio lo dejas para tu tiempo libre –musito molesto–. El uso de redes sociales en el trabajo está prohibido. Deberías releer tu contrato.
Natasha enrojece. –Sí, señor. Lo siento mucho, de verdad que sí…
–No te disculpes solo haz tu trabajo –devuelvo antes de caminar a mi oficina–. Quiero un macchiato sin espuma con una cucharada de azúcar rubia. Ochenta grados Celsius –ordeno antes de entrar a mi despacho.
Me siento en mi silla y miro la nota que me dejó Bianca con su pulcra caligrafía. Repaso los pendientes y arrugo el ceño cuando leo que tengo que darle la bienvenida a la nueva becaria.
No sabía que ya había sido seleccionada la becaria de este año. Solo damos una plaza cada año y elegimos a la persona que tiene un real potencial, ya que, si hacen bien su trabajo, generalmente quedan trabajando con nosotros. Pero nunca me ha tocado recibir a los nuevos aspirantes a un puesto permanente en Lusso, eso siempre lo hace Bianca.
Quisiera poner morritos como un niño y negarme a tener que hablar con la nueva becaria, pero decido salir de eso lo antes posible.
Presiono el interfono y espero pacientemente a que Natasha conteste, pero nada sucede. Cuando la llamada rebota a la recepción, lo intento nuevamente y nada.
Me levanto furioso. Si la veo perdiendo el tiempo con su celular o alguna otra estupidez, es todo, se va de mi empresa. Hay cientos de personas que querrían su puesto.
Abro la puerta y casi choco con ella.
–¿Señor? –pregunta cuando se repone.
–¿Dónde estabas? –pregunto furioso.
–Preparando su café, señor –responde y me enseña la taza con espuma.
–Dije sin espuma.
Palidece. –Lo siento, lo haré de nuevo.
–Deja eso, ya no estoy de humor para un macchiato. Solo dame un espresso doble sin azúcar y dile a la becaria que suba ahora. Tengo diez minutos antes de la reunión con uno de mis proveedores.
Parpadea una docena de veces antes de asentir.
–Sí, señor –responde, pero no se mueve.
–Ahora, Natasha –ordeno.
La chica frente a mis ojos vuelve a parpadear antes de enrojecer y salir corriendo.
Cuando vuelvo a mi silla estoy tentado de llamar a Bianca y rogarle que vuelva. Ya es el cuarto o quinto nieto que tiene, imagino que después de las primeras veces todo pierde su encanto.
Mi celular vibra en mi bolsillo y hago una mueca cuando leo un mensaje de Renji disculpándose.
No pasan ni diez segundos y llega uno de Ming pidiéndome un momento para hablar conmigo.
Apago el celular y enciendo mi computador.
Hoy no quiero hablar con nadie.
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