A los ojos de la sociedad, Graciela tiene una vida perfecta: un matrimonio estable, una fortuna envidiable y un esposo atractivo, el exitoso empresario Pepe Benítez, diez años mayor que ella. Pero tras la fachada de perfección se esconde una verdad dolorosa. Pepe, que alguna vez se mostró atento y romántico, solo jugaba un papel para asegurarse la herencia de Graciela, quien quedó huérfana a los cinco años y heredó la fortuna de sus padres adoptivos tras su muerte.
Con el tiempo, influenciado por su madre Catalina, Pepe se transformó en un hombre frío y despiadado, reduciendo a Graciela a la sombra de lo que alguna vez fue. Ella creyó que no había salida, que su destino estaba sellado en un matrimonio sin amor y lleno de maltrato.
Hasta que un malentendido cambió el rumbo de su vida y puso en su camino a Simón Ferrero, un hombre capaz de devolverle la esperanza y enseñarle que existen segundas oportunidades. Con él, Graciela descubre un mundo distinto: un amor genuino, una nueva luz.
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La querida humillada.
Una bofetada.
—¿Te molesta lo que dicen? —le preguntó, sin mirarla directamente.
—Un poco… —respondió ella, intentando mantener la compostura—. Pero ya debería estar acostumbrada, ¿no?—
—Eso lo decides tú, Abril —dijo él con frialdad—. Nadie te obliga a estar aquí— si ella quería dinero de su bolsillo, debía de aguantar más de una humillación y sin mencionar lo desgraciado que puede ser en la cama.
Ella guardó silencio. Quiso decir que estaba allí por él, por esa ilusión absurda de que algún día dejaría de verla como su asistente. Pero no lo dijo, Pepe era tan inteligente que no creería en sus palabras para envolverlo.
En ese momento, la voz del anfitrión sonó por los altavoces, anunciando una cena de cinco tiempos y la presentación estelar de la noche: la llegada de un nuevo miembro al Círculo, un empresario joven que estaba revolucionando el mercado internacional.
—Damas y caballeros… recibamos con un fuerte aplauso al CEO de Ferrero Holdings… el señor Simón Ferrero—
Las puertas se abrieron y todos los ojos se dirigieron hacia el recién llegado. Un hombre alto, de barba bien cuidada, traje azul medianoche y presencia magnética, entró al salón. Sus pasos eran seguros, su mirada directa, y a pesar de su juventud, transmitía un poder casi ancestral. Era *
el nombre que más había sonado en los últimos meses, el nuevo tiburón del mundo empresarial.
Pepe lo observó con un leve gesto de incomodidad. Sabía quién era. Sabía que su crecimiento había sido meteórico. Y lo más importante: sabía que ese nombre, Simón Ferrero, empezaría a sonar más fuerte en los próximos años, pero si quería seguir creciendo, debía de humillarse ante este hombre.
Simón avanzó hasta la mesa central, saludando con educación. Luego se detuvo, como si algo lo hubiera hecho mirar hacia donde estaban Pepe y Abril. Su mirada se cruzó con la de ella. Fue apenas un segundo, pero, algo chispeó entre ellos. Abril lo notó y desvió la vista, incómoda. Pepe también lo notó.
—¿Lo conoces? —preguntó, sin ocultar su suspicacia.
—No —respondió ella de inmediato.
—Te miró como si sí—
Abril no supo qué decir. Tal vez no fue nada. Tal vez fue una de esas miradas vacías de los ricos que creen que todo les pertenece. Pero algo dentro de ella se estremeció.
Simon había escuchado de Pepe Benítez, había visto su rostro, pero jamás el de su esposa, tan joven como se la describieron.
—Como si nada, no lo conozco, iré al baño disculpa— Abril se alejó un poco incómoda, todos la miraban de manera extraña, era u. Sacrificio muy grande para ella.
A Pepe no le importo que ella se marchara, por lo que busco acercarse a Simón, sin tener oportunidad, no quiere verse como un necesitado, y cada vez que se acercaba a él, Simón de alguna manera se marchaba hacia otro lugar.
—¿Qué sucede Pepe?— Emilio Gálvez se acercó con una copa en su mano.
Pepe no quiere admitir lo necesitado que está, por lo que busca inventar cualquier excusa.
—No es nada, solo necesito volver a casa—
—¿Qué te lo impide?— su mirada clavada fijamente en él, queriendo saber qué ocultaba.
Pepe bufo un poco molesto, —No quiero dejar una mala imagen al retirarme antes de tiempo—
Emilio soltó una suave risa, en tono de burla, palmeo su hombro y le dijo —Debes controlarte amigo, cuando llegamos a los 40 no podemos evitar derretirnos por las jovencitas, estás comiendo carne fresca, pero los negocios están primero, aguanta un poco— Emilio dio a entender que Pepe estaba apresurado en irse con Abril hacia un lugar privado.
Los ojos Pepe se abrieron de par en par, apretó la copa con tanta fuerza que estalló en su mano, haciendo que todas las miradas se fueran encima de él, especialmente de la Simón, quien estaba del otro lado del lugar.
—Cuida tus palabras Emilio— sus palabras fueron una amenaza directa.
Emilio tomó un pequeño sorbo y luego miro sus zapatos, llenos de la bebida que se derramó y los vidrios que estallaron, —¿Me estás amenazando? Creo que has venido con muchas agallas a este lugar, atreverte a traer a tu querida, ninguna de las presentes debió ver semejante barbaridad— refiriéndose a las esposas de los empresarios, mujeres cultas y de clase.
Pepe no perdió la clase, un hombre acostumbrado a las conversaciones directas, —Tómalo como quieras, quien este libre de pecados que tire la primera piedra— Pepe se acercó a él y le susurro suavemente —Las paredes hablan, así que no me vengas con sermones—
Dichas las palabras se fue en busca de Abril, quien no llega del baño, Simón observo desde la distancia la escena, le dió mucha curiosidad de saber lo sucedió, aún así se enfoco en las conversaciones con sus posibles socios.
Abril estaba en el baño, la esposas de los empresarios al verla ir hasta ahí, no dudaron en acercarse a ella, arrinconar su cuerpo contra la pared y ponerla en su lugar.
—¿Quién te crees? No eres más que una atrevida—
Abril se asustó por un momento, todas ellas estaban reclamando el lugar de Graciela.
—No tengo por qué darles respuestas, estoy aquí acompañando a Pepe —Respondió con orgullo.
Pero Marilú levantó su mano y le dio una fuerte bofetada.
¡Zas! ¡Paf! Se escuchó fuerte.
Abril se colocó la mano en sus mejillas.
—Don Pepe Benítez— dijo Marilú y luego volteo para sus amigas —Que problemas tan grande con estas trepadoras, como se atreve a tutear a su jefe, ojos con estas que se multiplican con el agua—
Abril estaba asustada, esas mujeres eran capaz de cualquier cosa.
Todas empezaron a murmurar, enojadas, ellas no permitirían que esto vuelva a suceder, se encargarían de ser aliadas y defender el puesto de una verdadera esposa.
—No vuelva a tocarme— Abril exigió respeto mientras intenta salir del baño.
—Ve y corre a la cama de tu jefe— grito Marilú.
Abril abrió la puerta y se encontró a Pepe llegando hasta ahí, no pudo evitar llorar, pero de la rabia.
Por fin Diego dió el paso y se casó con Camila que sean muy felices como lo son sus amigos.
Diego si pensabas irte con Camila y vivir con ella sin casarse pues Graciela no anduvo con cuento o te casas o te casas.