Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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Olvidar
Venecia
–¿Y cómo has estado? –me pregunta Stefania a través del altavoz de mi celular mientras me pruebo un conjunto tras otro.
Hoy saldré a tomar una copa con varios compañeros de trabajo.
–Ha sido… difícil –confieso–. Cometí un grave error.
–¿Y la ricura de Mauro ha sacado el látigo para castigarte? –pregunta y juro que casi la puedo ver elevando sus perfectas cejas rubias una y otra vez.
Sonrío ante esa imagen mental.
–No lo ha hecho, pero creo que debería. La cagué muy mal, Stefy.
–Quieres que ese maravilloso hombre tallado por los dioses te castigue –molesta–. Pero que perra eres.
Me rio. –No es lo que crees –digo mientras me saco el vestido y me pruebo una minifalda–. Es solo que hubiese preferido que me gritara o me mandara a la mierda, pero no lo hizo.
–Te gusta que te hablen sucio, hermanita –bromea–. Con razón ese estúpido de Iván no pudo contigo…–Mi corazón se detiene cuando escucho su nombre–. Mierda, Venecia, lo siento. No quise…
–No importa –me obligo a decir–. Al menos tienes razón en algo, es estúpido –agrego para aligerar el ambiente y para intentar disminuir el dolor en mi pecho–. ¿Has hablado con Eva?
Stefy suspira. –¿Lo he hecho? Sí. ¿Me ha gustado? No.
–¿Por qué dices eso? –pregunto mientras me cambio el brasier negro por uno purpura, creo que se verá mejor contra la blusa blanca.
–No es ella. No es Eva. No puedo reconocerla cuando está al lado de ese idiota.
Todo en la habitación se detiene, yo incluida.
–¿Has estado con ellos dos? –pregunto en un susurro.
–Mierda. Mierda. Mierda –se lamenta Stefy y sé que estoy en lo correcto–. Venecia, lo siento, pero Massimo me convenció. Ese idiota puede lavarme el cerebro y lo hizo –se apresura en explicar mientras siento como mi corazón se parte en cientos de astillas–. Me pidió que no nos alejáramos de Eva, porque ya sabes, si no siente que puede contar con su familia, sentirá que su único apoyo es ese imbécil y no podemos permitirlo. Iván tomará ventaja de ello… y ya sabes cómo es nuestro primo con Eva, adora a esa descarriada –agrega con voz ronca y sé que está a punto de llorar–. Si te hace sentir mejor odié cada segundo de esa cena. Lo siento mucho –susurra–. ¿Sigues ahí? –pregunta después de un rato.
Respiro profundamente y me obligo a responder. –Tengo que dejarte. Se me está haciendo tarde.
–Veny…
–Está todo bien –digo y corto la llamada.
Me acuesto en mi cama y me hago un ovillo para tratar de conservar las partes de mí que todavía siguen conmigo. Las partes que Iván no ha podido destruir todavía, pero es difícil. Todo mi cuerpo duele como el peor día en el gimnasio.
Mientras seco mis lágrimas pienso que si dejara de amarlo ya no me dolería de esta manera, pero esa es la cuestión, no sé cómo hacerlo. Todos me dicen que no me merecía, que es un imbécil, y sé que probablemente tienen razón, pero sigo queriéndolo como el primer día.
Mi relación con los hombres ha sido difícil, sobre todo, por las advertencias de mi padre. Me alejé de todos aquellos que llevaban el título de rompecorazones tatuados en sus rostros. Hombres como Mauro. Fui una buena chica y los alejé de mí, aunque no quisiera hacerlo. Stefy tiene razón, Mauro es el hombre más atractivo que he conocido en mi vida y tuve que alejarlo de mí, porque sabía, gracias a los consejos de mi padre, que un día rompería mi corazón.
Y luego conocí a Iván en la universidad. Un chico gentil, amistoso y educado. Un hombre tímido y creo que eso me gustaba más de él. Pensé que un hombre como Iván nunca podría romperme el corazón. Pero aquí estoy, llorando a carne viva por su culpa.
–¿Por qué con mi hermana? –le pregunto a la nada.
Quizá si me hubiese engañado con otra mujer no dolería de esta manera. Quizá podría olvidarlo más rápido.
Quizá… podría recuperarlo.
–No, Venecia –me digo y me obligo a levantarme de la cama–. Lo olvidarás porque es lo más sano que puedes hacer.
Termino de vestirme y me obligo a maquillarme para cubrir mi nariz y ojos hinchados.
–Hoy lo pasarás bien –me digo frente al espejo–. Hoy no dejarás que ese imbécil te haga sentir tan menospreciada como te has sentido desde que te dejó. Hoy verás que hay muchos peces en el mar.
Hoy quizá pueda irme a la cama con cualquier extraño para olvidarlo.
Necesito sacar su recuerdo de mi cuerpo, y lo haré.
*****
–¿Más vodka? –me pregunta Claude con una atractiva sonrisa mientras sus ojos navegan por mi cuerpo.
Sé que probablemente debería decir que no. He tomado cinco copas de vodka y sé que si me levanto de este taburete me caeré al suelo, pero asiento.
Hoy quiero olvidar.
–¿Habrá tequila? –pregunto esperanzada.
Claude se inclina hacia mí. –Tus deseos son ordenes, preciosa –susurra en mi oído.
Me estremezco. No sé si por sus palabras o por su cercanía.
Quiero esto, me recuerdo. Quiero tener la oportunidad de olvidarlo.
Miro a mi alrededor, al resto de mis compañeros, y sé que no soy la única que ha bebido más de la cuenta. Una de las secretarias de finanzas está prácticamente recostada sobre uno de los contadores. Dos chicos de producción se ríen con tanta fuerza, que cerveza sale de su nariz. Y el área jurídica de la empresa está teniendo su propia competencia sobre quien bebe más whiskey.
Claude reaparece a mi lado con dos chupitos de tequila. Le recibo una copa con una sonrisa y ambos bebemos.
–Delicioso –ronroneo cuando el licor quema mi garganta.
–Deliciosa eres tú –dice Claude tomando mi mano y poniéndome de pie.
Me sujeto a sus hombros cuando todo gira a una velocidad aterradora.
Claude toma mi barbilla y me acerca por un beso, que no me sabe a nada, solo a alcohol.
Sus manos sujetan mi cadera mientras sus dedos descansan sobre la cima de mi trasero.
–Vámonos de aquí –susurra en mi oído y yo asiento. Quiero esto. Necesito esto.
Tengo que olvidarme de Iván.
–Buena chica –gruñe antes de tomar mi mano y caminar conmigo a la salida.
El viento fresco golpea mi rostro, llevándose el calor que sentí adentro del bar.
–Espera…–digo indecisa cuando veo su auto.
¿Qué debo hacer?
–Tú te vienes conmigo –sisea una voz a mi espalda.
Me giro para ver de quién se trata y me congelo. Es Mauro Farina, viéndose furioso y tan atractivo, que me sujeto con más fuerza de la mano de Claude.
Hoy hasta su belleza me marea.
–¿Señor? –lo llama Claude, pálido.
–Hablaremos el lunes –ladra Mauro y toma mi mano con fuerza–. Te vienes conmigo –gruñe y me lleva hasta su auto.
Apenas me siento en su cómodo auto todo se va a negro.
gracias a Valentina pudo salir adelante
No importa por lo que hayas pasado dolor es dolor, no disminuye y ni cambia por las cosas que pasaron!😕☹️
Gracias por este capitulo❤️