Una Esposa Para El Príncipe Maldito

Al dia siguiente, el sol apenas habia despuntado cuando el duque Aldridge fue a buscar al principe para cumplir con la tradición de mostrarle los terrenos del ducado. los establos estaban listos, los criados esperaban las órdenes y todo parecia dispuesto para una mañana diplomática y tranquila.

sin embargo, el duque notó algo extraño cuando su hija no apareció.

—¿y la señorita Nora? —preguntó el principe con una calma fingida.

—ah, mi hija dijo que tenia otros asuntos esta mañana —respondió el duque con naturalidad—. ultimamente está muy ocupada con sus estudios y entrenamientos. ya sabe cómo son las jóvenes cuando se obsesionan con algo.

Jahir apenas asintió, ocultando su molestia detrás de una sonrisa educada. el recorrido se volvió breve y carente de interes. el duque hablaba de la historia de los campos, de las alianzas antiguas, de los cultivos, pero el principe apenas lo escuchaba.

—creo que me gustaria salir a cabalgar un rato —dijo finalmente el principe cuando regresaron a la mansión.

—por supuesto, su alteza. mandare a preparar su caballo —respondió el duque complacido.

pero Jahir no salió del palacio. en lugar de eso, caminó por los pasillos silenciosos hasta llegar al ala este, donde las ventanas daban hacia los jardines interiores del ducado. alli, oculto tras una cortina gruesa, la vio.

Nora estaba en medio del jardin, el cabello recogido, las mangas arremangadas, concentrada frente a un conjunto de piedras que flotaban en el aire. el anciano mago estaba junto a ella, observándola con gesto severo.

—otra vez —ordenó el maestro.

Nora cerró los ojos, extendió las manos y las piedras se elevaron suavemente, girando con precisión. un leve temblor sacudió el suelo, y una de ellas se elevó más de lo esperado.

Jahir la observaba en silencio, intrigado. no solo por la disciplina con la que entrenaba, sino por el cambio evidente en su actitud. no era la mujer arrogante y superficial que le habian dicho que era.. habia algo en ella… poder, control, propósito.

[¿que estás planeando, Nora Aldridge?]

desde el jardin, el mago hizo una pausa. sus ojos, viejos y agudos, se desviaron un instante hacia la ventana donde el principe estaba oculto, como si lo hubiera sentido.

Jahir se apartó con rapidez, volviendo sobre sus pasos.

[interesante.. muy interesante.]

Jahir habia regresado al mismo pasillo del ala este al caer la tarde. no sabia por que lo hacia.. quizás por desconfianza, quizás por curiosidad.. pero nuevamente estaba alli, observando desde la penumbra el jardin interior donde Nora entrenaba con el viejo mago.

el sonido del viento moviendo las hojas y el leve zumbido de la magia llenaban el ambiente. luego, la voz grave del mago rompió el silencio.

Mago: has progresado.. pero aun no entiendo por que tanto empeño en aprender magia ofensiva. serás princesa heredera, no soldado. tendrás caballeros y magos que te defenderán.

Nora bajó las manos, respirando con calma. una sonrisa, serena pero firme, cruzó su rostro.

Nora: porque no pienso depender de ningun hombre, maestro.

el mago la observó en silencio. Jahir, desde la distancia, frunció el ceño.

Mago: eso suena… poco conveniente para alguien de tu posición

Nora: tal vez.. pero es la verdad.. además, lo más probable es que el principe ni siquiera firme el compromiso oficial.. no tiene interes en mi. y sinceramente, tampoco me quita el sueño..

Jahir apretó la mandibula. sus dedos se tensaron sobre el marco de la ventana.

el mago bajó la mirada, con un dejo de pesar.

Mago: lamento oir eso, señorita.

Nora se encogió de hombros con tranquilidad.

Nora: no se preocupe, maestro. hay muchas mujeres hermosas en el reino. si el principe quiere otra, que la elija. yo no necesito de un hombre para ser feliz.

hubo un breve silencio. solo el sonido del viento y el tintinear de las piedras flotando en el aire.

desde la sombra, Jahir dio un paso atrás, su respiración contenida. sentia una mezcla de furia y desconcierto. no estaba acostumbrado a escuchar a nadie hablar de el con tanta indiferencia.

[no necesita de un hombre… ya veremos, lady Nora. ya veremos.]

y se marchó, sin hacer ruido, pero con la mente ardiendo. por primera vez, no sabia si queria deshacerse de ella… o entenderla.

a la mañana siguiente, el desayuno en el salón del ducado fue más silencioso de lo habitual. el duque hablaba animadamente sobre la próxima cosecha, pero Jahir apenas lo escuchaba. su atención estaba en Nora, que comia tranquila, con la elegancia discreta que tanto le irritaba..

cuando el duque se retiró para atender unos asuntos, Jahir dejó su taza sobre la mesa y la miró directamente.

Principe: lady Nora.. he decidido que no nos comprometeremos.

el silencio cayó de golpe. los sirvientes intercambiaron miradas nerviosas, pero Nora simplemente levantó la vista, sorprendida apenas un instante. luego sonrió. no una sonrisa fingida, ni amarga, sino genuina, serena, casi luminosa.

Nora: entiendo, alteza.. le deseo mucho exito y prosperidad.

hizo una reverencia impecable, tomó su taza, bebió el ultimo sorbo de te y se retiró del comedor con paso tranquilo. sin una palabra más.

Jahir se quedó inmóvil. la esperaba llorando, o intentando convencerlo, o al menos con los ojos vidriosos. pero no. nada. ni rastro de tristeza.

pasó el dia observándola en silencio. la vio recorrer los jardines, conversar con los criados, entrenar un rato con el mago, incluso reirse con una doncella al final de la tarde. todo con la misma calma.

cuando cayó la noche, la curiosidad lo devoró. sigiloso, caminó por los pasillos hasta la habitación de ella. la puerta estaba entreabierta.

Nora estaba sentada en la cama, el cabello suelto cayendole sobre los hombros, leyendo uno de los libros de magia que habia llevado del palacio. el fuego de la chimenea iluminaba su rostro sereno.

pasaron los minutos. cerró el libro, suspiró suavemente y se acostó. ni una lágrima, ni un gesto de melancolia. solo paz.

Jahir permaneció alli, en la sombra, incredulo.

[imposible.. está fingiendo. tiene que estar fingiendo.]

pero cuando la escuchó respirar con el ritmo lento del sueño, comprendió que no era una actuación.

y esa calma perfecta lo irritó más que cualquier llanto..