Kallias ha vivido creyendo en la promesa de un amor eterno con su alfa destinado. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que su alfa ha sido infiel durante mucho tiempo. Su compañero de alma, también herido por la situación, se encuentra atrapado en el mismo sufrimiento.
En medio de esta crisis, el alfa sufre un accidente y entra en coma, lo que lleva a Kallias a una encrucijada. Decidido a no seguir atado a un lazo roto, toma la difícil decisión de romper el vínculo que los une. Con el corazón destrozado, se embarca en un viaje en busca de sanación y autodescubrimiento. En su travesía, buscará conocer el amor propio, la confianza y la fortaleza.
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Capitulo 8: Placer y rechazo
Ese mismo día dieron de alta al Omega que, apenas recibió la noticia, tuvo el impulso de arrancarse los cables que tenía conectados, pero por suerte todavía estaban el alfa y el doctor allí para evitarlo, evitaron que se arrancara los cables, lo que no lograron evitar fue que saltara de la cama y se encerrara en el armario a una esquina del cuarto.
Jimmy blanqueó los ojos con una sonrisa, de repente estando consiente de la impaciencia de Killias para con los hospitales.
Minutos después, Killias salió del pequeño cuarto ya vestido, pasó por el lado de la camilla viéndola con desprecio y luego llegó donde el doctor y su hijo estaban hablando.
— Claro doctor, lo tendré en cuen... — Jimmy interrumpió la conversación que tenía con el doctor cuando vio a su madre salir del cuarto vestido y llegando donde ellos.
— ¿Cómo está mi esposo? — Preguntó, apenas llegó.
El doctor se le quedó viendo extraño por un momento antes de aclararse la garganta y hablar.
— Pues está igual, su cuerpo parece mejorarse con las heridas, pero todavía no reacciona — Dijo.
Killias suspiró.
— Ok — Dijo, luego se giró hasta donde Jimmy y lo sujetó del brazo — Vámonos ya de aquí — Pidió/ordenó.
Jimmy se abstuvo de girar los ojos, se despidió del doctor y salió del cuarto con su mamá, para luego ir caminando hasta donde se encontraban el resto de sus familiares sentados todavía en la sala de espera.
Killias sonrió.
— Uy, ¿Qué son esas caras de tragedia? — Bromeó.
La Omega que estaba sentada y acurrucada entre el cuerpo de su alfa levantó la cabeza como un resorte golpeándole la boca a su esposo en el proceso sin darse cuenta, se puso en pie mucho más rápido, volviendo a golpear a su alfa con el brazo y en la cara otra vez y luego corrió a meter al Omega entre sus brazos mientras le besaba las mejillas y la cara entera.
— Mi amor — Decía entre sollozos — Mi vida, estás bien —
Killias sonrió con burla viendo a su padre gruñendo en la silla con las manos sujetando su nariz con una de ellas, luego le devolvió el abrazo a su madre y fue su turno de besar la cara de esta sacándole risitas en el proceso.
— Sí mami, estoy bien — Dijo — Se necesita más que eso para acabar conmigo — Alardeó con arrogancia, sacándole unas risitas a todos en la sala, hasta el alfa con la nariz rota.
Su hermano se puso en pie y caminó hasta donde estaba él y lo envolvió en sus brazos.
— Que bueno que estés bien Omega — Fue lo que dijo.
Killias sonrió y luego sintió los brazos de su padre envolverlo también.
— Me alegro mucho hijo, no sabes el infierno que vivimos por tu culpa —
Killias le sonrió con algo de culpabilidad y luego les devolvió el abrazo a todos
— Lo siento — Dijo.
— Bueno, ya - Dijo la Omega sacándose las lágrimas — Vámonos a casa, estoy mareada por este olor a pastillas y enfermedad —
— No eres la única — Dijo el alfa en un gruñido sosteniendo su nariz resaltando su punto.
Todos en la sala rieron y abandonaron el hospital, dos de ellos pensando volver más tarde.
Cuando llegaron a casa todos sin exacción fueron a sus respectivas habitaciones para poder dormir adecuadamente, ya que no lo pudieron hacer bien en esa fría y dura silla de hospital, Killias a veces pensaba que sería mejor que en vez de silla pusieran sillones. Se quitó la ropa y se puso su piyama, se metió a la cama y se quedó viendo el techo.
En la mañana le pareció haber sentido una rara sensación en el cuerpo tirando de él, susurrando sonidos sin sentido en su oído y alborotando a su lobo, pero luego de un rato la sensación se fue debilitando hasta desaparecer, sin duda dejándolo confundido e inquieto, y más ahora, que no tenía nada más que hacer ni en que pensar.
Un suspiro abandonó sus labios y una sonrisa nació en su rostro, porque él siempre era así, sonriendo en las adversidades y riéndose en su cara, porque no importaba cuán difícil fuera la situación, él siempre sonreiría y le plantaría cara al destino quien estaba queriendo jugar con él.
...............
Cuando Derek llegó a su casa mansión, no reparó en nada y subió en su habitación.
Cuando entró y encendió las luces se llevó la gran sorpresa de encontrar un cuerpo desnudo en su cama, sus manos cayeron a sus costados, y su lengua relamió sus labios viendo la piel ligeramente bronceada frente a él, empezando por unas piernas largas y rellenas, siguiendo por un hermoso y jugoso bote, su mirada siguió subiendo hasta encontrar un par de senos redondos y enormes llamando su nombre hasta llegar a un rostro atractivo, siendo enmarcado por una larga cabellera rubia y resaltado por unos ojos marrones, sin dudas un gran recibimiento.
Sus piernas se movieron por sí solas hasta llegar hasta frente a la cama, observando el pedazo de carne ofrecida frente a él, justo como un depredador y una sabrosa presa.
Su cuerpo reaccionando por instinto apresándola y manteniéndola en su lugar, pero, cuando sus manos empezaron su recorrido una sensación rara lo albergó, sus manos quemaron y su vista se nubló cambiando la realidad, en lugar de una piel bronceada color caramelo, vio una hermosa piel clara y blanca como la nieve, una estrecha cintura y unos botoncitos rosados en su pecho, llamándolo e insinuándole a morderlos y apresarlos entre su boca, su mirada subió y se encontró con un par de ojos esmeralda, capaces de traspasar sus barreras y hurgar en lo profundo de su alma, pero luego, cuando quiso ver mejor el rostro ajeno, este se esfuminó y apareció el rostro de antes.
Su piel quemó y se alejó de aquella mujer de un solo salto, dejándola muy confundida.
— ¿Qué pasa? — Preguntó la voz femenina.
— Largo — El hombre con sus ojos rojos cual rubí, le dio la espalda esperando que su orden fuera cumplida.
Cuando se encontró solo en su habitación, suspiró y se jaló los pelos de la cabeza preguntándose, ¿Qué me pasa?
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