Álvaro, creyente en la reencarnación, se encuentra atrapado en el cuerpo de Felipe, un ladrón muerto en un tiroteo. Con una nueva identidad, pero con la misma mente astuta y sedienta de justicia, decide vengarse de Catalina y de su amante. Usando sus habilidades empresariales y su inteligencia, se infiltra en su propia casa, ahora ocupada por otros, y empieza a mover las piezas de un plan de venganza que se va tornando cada vez más complejo.
Entre situaciones cómicas y tensiones dramáticas, la novela explora temas de identidad, amor, traición y justicia, mientras Álvaro navega en un mundo que no le pertenece, pero que está dispuesto a dominar. La lucha interna entre el alma de Álvaro y el cuerpo de Felipe crea un conflicto fascinante, mientras él busca vengarse de aquellos que lo destruyeron.
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La doble vida
El aire de la noche estaba cargado de una calma inquietante. Álvaro, envuelto en la identidad de Felipe, caminaba por una calle desolada del centro de la ciudad, su sombra proyectándose alargada bajo la luz de las farolas. Un sobre marrón pesaba en su bolsillo interior, el cual contenía información crucial para el siguiente paso de su plan. Su teléfono vibró, arrancándolo de sus pensamientos.
—¿Lo tienes? — preguntó una voz áspera al otro lado de la línea.
—Sí. Pero si quiero más información, voy a necesitar pruebas de que puedes cumplir con lo que prometiste, — respondió Álvaro, su tono firme y frío.
La voz rió. —Tú juega tu papel, y yo haré lo mío. Pero recuerda, Felipe, este tipo de acuerdos no vienen sin riesgos.
—Los riesgos no me asustan, — dijo Álvaro, colgando antes de escuchar la respuesta. Mientras guardaba el teléfono, su mente se dividía entre dos mundos: el que había construido con sus propias manos en el pasado y este nuevo, turbio y lleno de grietas morales. Había prometido a sí mismo vengarse, pero ¿hasta dónde estaba dispuesto a llegar?
El regreso al lujo
Al día siguiente, Álvaro se presentó como siempre en la mansión. Su rol de trabajador confiable lo hacía casi invisible, lo cual era perfecto para sus propósitos. Catalina, sentada en el gran salón con un vestido de seda color esmeralda, lo observó desde su sofá. Desde su confrontación con Daniel, parecía más inclinada a buscar su compañía, aunque aún intentaba disimularlo.
—Felipe, ¿podrías traerme un té? — pidió, sin levantar demasiado la voz.
Álvaro asintió, dejando su postura servicial y preparando cuidadosamente la bandeja. Mientras servía el té en una taza de porcelana, Catalina lo estudió con una mirada que parecía atravesarlo.
—¿Tienes familia, Felipe? — preguntó de repente.
La pregunta lo tomó por sorpresa, pero rápidamente adoptó una expresión neutral. —No, señora. La vida nunca me dio esa oportunidad.
Catalina inclinó ligeramente la cabeza. —Eres un hombre curioso. A veces siento que ya nos conocemos.
Álvaro sonrió levemente. —Tal vez en otra vida, señora.
El comentario hizo que Catalina riera suavemente, aunque la risa pronto se desvaneció, dejando una sombra de duda en su rostro.
Los negocios clandestinos
Esa noche, lejos de la mansión, Álvaro se reunió con un contacto en un bar clandestino. El lugar era oscuro, lleno de humo y conversaciones en susurros. Un hombre de traje barato lo esperaba en una mesa apartada.
—Creí que no vendrías, — dijo el hombre, encendiendo un cigarro.
—Eso sería subestimarme, — respondió Álvaro, dejando caer el sobre marrón sobre la mesa. —Aquí tienes lo que pediste. Ahora quiero acceso a las cuentas que manejan las propiedades de Catalina.
El hombre arqueó una ceja. —Eso es delicado. Necesitaré tiempo.
Álvaro lo fulminó con la mirada. —No me importa cuánto tiempo necesites. Pero si no lo tienes pronto, te aseguro que el tiempo será lo único que no tendrás.
El contacto tragó saliva, entendiendo que Felipe, o quien fuera realmente, no era alguien con quien jugar.
El conflicto interno
De regreso en la pensión donde se alojaba, Álvaro se miró al espejo. Su reflejo no era el suyo, pero los ojos que lo observaban seguían mostrando el mismo fuego que había alimentado durante años. Sin embargo, ese fuego ahora parecía mezclarse con otra cosa: incertidumbre.
—¿Qué estoy haciendo? — murmuró, dejando caer el agua de sus manos sobre el lavabo.
La voz de Felipe volvió a resonar en su mente, burlona y crítica. —Te estás convirtiendo en lo que siempre despreciaste, Álvaro. Un hombre que miente, que roba, que manipula. Pero no te preocupes, porque en eso yo era un experto.
—¡Cállate! — gritó Álvaro, golpeando el borde del lavabo con los puños.
Pero sabía que Felipe tenía razón. Las líneas que separaban su vida pasada de esta nueva eran cada vez más borrosas, y no estaba seguro de si alguna vez podría encontrarse de nuevo.
La manipulación emocional
En la mansión, Álvaro continuaba tejiendo su red alrededor de Catalina. Había empezado a introducir pequeñas semillas de duda sobre Daniel, pero ahora era momento de empujar más fuerte.
Una tarde, mientras Catalina le pedía ayuda para mover unas cajas, Álvaro aprovechó la oportunidad para sembrar una nueva duda.
—Señora, — comenzó, mientras colocaba las cajas en su lugar. —He notado que últimamente no parece tan feliz como antes. ¿Es por algo que hice?
Catalina lo miró sorprendida. —No, Felipe, claro que no. ¿Por qué piensas eso?
Álvaro se encogió de hombros, fingiendo modestia. —Tal vez es solo mi imaginación, pero... bueno, a veces parece que carga con un peso muy grande. Y si puedo ayudar en algo, no dude en decirlo.
Catalina suspiró, dejando caer los hombros. —Es complicado. La vida nunca es tan perfecta como parece, ¿verdad?
Álvaro asintió. —Eso lo sé muy bien. Pero a veces, incluso en las situaciones más difíciles, hay personas que realmente se preocupan por nosotros. Tal vez no siempre las notamos, pero están ahí.
Sus palabras hicieron que Catalina se quedara en silencio, su mente claramente trabajando en algo que no compartió.
Esa noche, Catalina llamó a Daniel. La conversación fue breve, pero el tono cortante de su voz no dejó dudas de que algo estaba mal.
Álvaro, desde su pequeña habitación en la mansión, escuchó cómo los pasos de Catalina resonaban por los pasillos. Podía sentir cómo su plan estaba funcionando, pero también sabía que se estaba jugando algo mucho más grande que la venganza.
Cuando salió al jardín para despejar su mente, una sombra apareció detrás de él. Se giró rápidamente, pero no había nadie. Por un momento, sintió que el peso de las vidas que estaba manejando lo aplastaba.
Un trueno resonó en la distancia, y Álvaro sonrió con una mezcla de alivio y resignación.
—Que comience la tormenta, — murmuró mientras la lluvia comenzaba a caer.