Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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Capítulo 21
—Sabes que pronto será oficial —le recordó—. A partir de esta noche, todos sabrán que eres la futura señora Lombardi. Así que, si hay algo que te incomode, es mejor que lo resuelvas ahora.
Emma sostuvo su mirada, consciente del poder que ejercía sobre ella, pero también recordando sus propias razones para aceptar este acuerdo.
—No es fácil para mí, señor Keren. Todo esto... No es mi mundo —admitió finalmente—. Pero estoy aquí, cumpliendo con lo que acordamos.
Keren la miró con una mezcla de satisfacción y desafío.
—Lo sé. Y eso es lo que más me gusta de ti —dijo, sonriendo levemente—. Sabes cuál es tu lugar. Ahora, ve a prepararte para el evento de esta noche. Tenemos mucho que demostrar, Emma.
Ella asintió, sin dejar entrever sus emociones, y salió de la oficina, dejando atrás la frialdad de Keren y el peso de su mirada controladora. Afuera, los saludos volvieron, y ella mantuvo su postura firme mientras caminaba por los pasillos de la empresa, sabiendo que su vida, de una manera u otra, había cambiado para siempre.
El apoyo familiar y la decisión de seguir adelante
Emma regresó al apartamento tras una mañana intensa en la oficina. Aún le retumbaban en la mente las palabras de Keren y las miradas de los empleados que la trataban como si ya fuera la señora Lombardi. Sin embargo, cuando cruzó el umbral de su hogar, fue recibida por el cálido olor de la comida de su madre y las risas suaves de su hija en los brazos de Paula.
—¡Ya llegaste! —exclamó su hermana Paula, con una sonrisa cansada pero sincera mientras jugaba con la pequeña—. ¿Cómo te fue?
Emma dejó sus cosas a un lado y se acercó para besar a su hija en la frente. Se sentía exhausta, pero al ver a su bebé, su ánimo mejoraba de inmediato. Se sentó junto a su hermana, suspirando.
—Bien... dentro de lo que cabe —respondió Emma mientras acariciaba las mejillas de su hija—. Fue difícil, pero todo está en marcha.
—Lo importante es que estás aquí con nosotras —dijo su madre, saliendo de la cocina con una olla en la mano—. Estábamos esperandote para comer juntas.
Emma miró a su madre con gratitud. Tenerlas a las dos allí le daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante.
—Gracias por siempre estar a mi lado, mamá —dijo Emma con una sonrisa, mientras ayudaba a poner la mesa.
La comida transcurrió entre risas, anécdotas y momentos de cariño. Emma sabía que, aunque su vida con Keren fuera complicada, tenía una base sólida en su familia. Después del almuerzo, decidió hablar seriamente con su hermana.
—Paula, he estado pensando en algo —dijo Emma mientras recogían los platos—. Quiero que termines tu carrera de enfermería. Es lo que siempre has soñado, y ahora con la situación... creo que podré ayudarte.
Paula se quedó boquiabierta un momento, sin poder ocultar su sorpresa.
—¿Hablas en serio? —preguntó, dejando de lado los platos por un instante—. ¡Pero eso sería muy caro! No quiero ser una carga para ti, Em.
Emma sonrió y le dio un suave golpe en el brazo.
—No digas eso. Sabes que siempre has estado para mí, y ahora es mi turno de ayudarte. Además, podemos contratar una niñera para que te ayude con la bebé. Yo sé que será complicado, pero podremos manejarlo.
Paula la miró con ojos brillantes, claramente emocionada.
—Emma, no sé qué decir. ¡Gracias! Significaría el mundo para mí.
—Solo prométeme que seguirás adelante y terminarás esa carrera. Lo vas a lograr, Paula, lo sé.
Se abrazaron con fuerza, mientras su madre observaba la escena desde la cocina, con una sonrisa llena de orgullo por sus hijas.
Más tarde, Emma se sentó en el sofá con su hija dormida en brazos, disfrutando de un momento de paz antes de que llegara la noche. Sabía que tenía que prepararse para la cena de negocios con Keren. Aunque el acuerdo con él era frío y calculado, estaba determinada a sacar lo mejor de la situación. No solo por ella, sino por su familia.
—Es hora de cambiarse —se dijo a sí misma en voz baja, levantándose para dejar a su bebé en la cuna.
Entró a su habitación y comenzó a prepararse para la velada. Sabía que los eventos con Keren no eran solo compromisos, sino actuaciones. Cada reunión era una prueba para demostrar a los demás que su relación era "real". Mientras se miraba al espejo, acomodándose el vestido negro elegante que había elegido, suspiró.
—Tienes que ser fuerte, Emma. Esto es temporal —se recordó una vez más.
Su hermana, Paula, apareció en la puerta, observándola con una sonrisa.
—Te ves preciosa, como siempre —comentó, cruzando los brazos—. ¿Lista para la gran noche?
Emma asintió lentamente, dándose los últimos retoques de maquillaje.
—Listísima... aunque no dejo de pensar en todo lo que está en juego.
—Tranquila. Sabes que aquí tienes a tu familia para lo que sea —dijo Paula, dándole un abrazo antes de salir de la habitación.
Justo cuando Emma terminó de arreglarse, escuchó el claxon de una limosina afuera. Se asomó por la ventana y vio el imponente coche negro de Keren estacionado frente al edificio. Las luces brillaban bajo la tenue luz de la tarde, y el chófer estaba listo para abrirle la puerta.
—Es hora —murmuró Emma, ajustándose el abrigo.
Salió del apartamento y bajó al vestíbulo, donde su madre y su hermana la despidieron con sonrisas y palabras de aliento. Caminó hacia la limosina con paso firme, aunque por dentro sentía una mezcla de nervios y resignación.
Cuando la puerta se abrió, encontró a Keren esperándola en el interior, vestido impecablemente con un traje oscuro. Su expresión era tan fría y controlada como siempre, pero algo en su mirada le dijo a Emma que él también estaba midiendo cada momento de esta noche.
—Sube —dijo Keren en voz baja, haciéndole un gesto para que entrara.
Emma se acomodó en el asiento de cuero, mientras el auto comenzaba a moverse en dirección al evento. Ambos permanecieron en silencio por un momento, hasta que Keren rompió el hielo.
—Esta noche es importante —dijo, mirándola de reojo—. Quiero que estés preparada. Vamos a hacer grandes anuncios, y necesito que todo salga perfecto.
Emma asintió, sabiendo exactamente a qué se refería.
—Lo sé. Haré lo que sea necesario.
Keren la miró un poco más de cerca, como si intentara leer su mente.
—Espero que entiendas lo que eso significa, Emma. No hay margen de error.
—Lo entiendo —respondió ella, con la mirada fija en la ventanilla.
La limosina continuó su camino hacia el evento, y Emma no pudo evitar pensar en todo lo que estaba a punto de suceder.