Te daré un millón de dólares por pasar 30 días con tu mujer- dijo con ese tono altanero que lo caracteriza desde el primer día que lo escuche hablar.
Debes estar loco- contesto mi esposo sin dudar un solo segundo.
Acepto- dije recibiendo las miradas de todos los presentes. Quizás nadie lo entendería pero era la única manera de salvarla y darle todo aquello que luego de la operación necesitaría.
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capitulo 5
Las diferentes salidas recreativas dejaban a Hannah bastante cansada, aunque debía admitir que me encantaba verla correr de acá para allá disfrutando de los días soleados de poco calor y de los paisajes que la hermosa Roma nos regalaba.
La reunión con su Santidad sería sencilla, todas las semanas, él recibía a varios niños enfermos junto a sus familias, leía pasajes de la biblia y luego esparcía agua bendita para darles la bendición en sus operaciones o tratamientos y que se recuperen rápido. El protocolo era sencillo, debíamos vestir todos de blanco, estar casi una hora antes para que puedan revisarnos adecuadamente y demostrar que no atacaríamos a nadie y las mujeres llevar el cabello suelto sin ningún tipo de sombrero qué pueda esconder algo.
Hannah iba vestida con un hermoso vestido blanco y uno de los pontífices del lugar le había colocado una corona de flores, al igual que a otras niñas, mientras que a los varones les ponían guirnaldas de flores blancas alrededor de sus cuellos.
Su cabello suelto caía por su espalda de forma lisa con algún que otro bucle al final. Mi pequeña parecía un ángel y muchos la miraban. En mi caso opté por un vestido sencillo un poco más corto de las rodillas y una cartera haciendo juego, que debo decir que revisaron hasta del cordel que llevaba enganchado. antony lucia un traje completamente blanco que siendo sinceros lo hacía ver tan apuesto, pero por alguna razón no generaba nada en mí, aunque si en otras mujeres que lo vieron llegar.
Lo que debía comenzar a las 12 del medio día, termino por empezar casi a las 13.30 de la tarde. Hannah no era de soportar mucho tiempo parada, así que para cuando empezó toda la misa, ella se encontraba en brazos de su padre.
Si bien todo lo dicho fue en italiano, yo le iba diciendo en voz baja cuando debía contestar amén o dar gracias por las bendiciones. La parte en la que los rocía con agua bendita fue la que más disfruto, pues desde que sabía que íbamos a ir, se la había pasado diciendo que el agua iba a ayudarla a superar todo.
Luego de casi 4 horas de misa, nos fuimos a pasear por la plaza central. Quería sacar muchísimas fotos de todo el lugar, si bien nunca fui creyente, debía reconocer que el lujo y lo imponente del Vaticano dejaba sorprendido a cualquiera.
Antony se fue a comprar varios recuerdos para sus padres mientras nosotras dábamos vueltas por todo el lugar. Era impresionante la cantidad de guardias suizos caminando entre la gente o parados en distintas zonas llegaba a dar miedo.
En un descuido mío Hannah se me soltó de la mano para ir corriendo a ver el coro que había empezado a cantar en un costado de la plaza, como ella iba con su abuela a la iglesia sabía casi todas las canciones a pesar de estar en otro idioma. Intenté seguirle el paso, pero la cantidad de gente era abrumadora. De pronto vi como ella chocó con alguien y antes de que pudiese caer de cola al suelo ese hombre había llegado a atraparla. Su aspecto era intimidante por lo que apresure mi paso hasta llegar a ellos.
Lo siento mucho- decía Hannah casi al borde del llanto, sabía que ella se había asustado mucho.
Non preoccuparti, piccolo, non ti sei fatto male, vero? (tranquila pequeña, no te hiciste daño ¿verdad?- su voz era penetrante.
Hannah- llegué a su lado y me puse a su altura para poder verla bien.
Mamá, perdón yo no vi al señor- me decía refregando sus preciosos ojos.
Tranquila, amor- dije sobando sus cabellos. Me levanté para mirar al hombre -Per favore scusatemi, per sbaglio l'ho lasciato andare (discúlpela por favor, se me soltó en un descuido)- le dije sonriéndole, a pesar de que por dentro me sentía pequeña a su lado.
Parli molto bene l'italiano. Non preoccuparti, finché non si è fatta male, va tutto bene, bambola (hablas muy bien el italiano. no te preocupes mientras que ella no se haya lastimado está todo bien muñeca)- me quede en shock con su última palabra, jamás en mi vida me habían dicho así y debía admitir que en sus labios me había gustado escuchar eso.
Scusate, ma dobbiamo andare. Ciao (disculpe, pero debemos irnos. Adiós)- le dije tomando de la mano a mi hija y dirigiéndome con ella hasta donde el coro ya iba por su segunda canción.
En cada paso que daba podía sentir su mirada sobre mí, seguramente media, metro noventa y escondía sus ojos tras unos lentes negros que solo le daban un aura más misteriosa. No fue hasta que estuvimos entre la gente que estaba escuchando el coro, que voltee a ver de nuevo hacia donde se había quedado parado, pero él ya no estaba allí. Me pareció raro que un hombre así todo vestido de negro caminara como si nada en este lugar tan custodiado, pero quizás también pertenecía a la guardia especial.
Nos quedamos dando vueltas por todo el lugar, hasta que se hizo hora de ir a comer algo. Antony había comprado regalos para todos, incluyendo un collar para mí y un hermoso peluche para Hannah, quien al recibirlo empezó a reír y a darle muchos besos. Sinceramente, el collar era hermoso, pero no causaba ningún efecto en mí. Los regalos o las atenciones por parte de él ya no las necesitaba, solamente quería estar bien para mi hija.
La llegada al hotel fue silenciosa, como Hannah se durmió después de cenar, venía en mis brazos muy comoda. En mi mente pasaba todo lo sucedido el día de hoy, la felicidad de mi hija tras recibir la bendición papal y ese misterioso hombre que se había colado en mis pensamientos con solo cruzar unas simples palabras. Necesitaba un baño relajante con mucha urgencia y descansar antes de volverme loca por un desconocido.