Elena, la preciosa princesa de Corté, una joya, encerrada en una caja de cristal por tanto tiempo, y de pronto es lanzada al mundo, lanzada ante los ambiciosos, los despiadados, y los bárbaros... Pureza destilada ante la barabrie del mundo en que vivía. ¿Que pasará con Elena? La mujer más hermosa de Alejandría cuando el deseo de libertad florezca en ella como las flores en primavera. ¿Sobrevivirá a la barbarie del mundo cruel hasta conseguir esa libertad que no conocía y en la cuál ni siquiera había pensado pero ahora desa más que nada? O conciliará que la única libertad certera es la muerte..
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Capitulo 9
Elena estaba inmersa en otra de las interminables y extenuantes lecciones de la señora Susan. Las palabras de la mujer, afiladas y cortantes, resonaban en la pequeña sala de estudio, mientras Elena trataba desesperadamente de mantener la compostura y la concentración.
De repente, el sonido de la puerta abriéndose interrumpió la lección. Elena levantó la mirada y, por un momento, su corazón dejó de latir. Allí estaba Devon, de pie en el umbral, mirándola con una gentil sonrisa. Sus ojos rojos, parecían más intensos que nunca.
Elena sintió una ola de emociones atravesarla, sorpresa, alegría, alivio. Pero las rígidas enseñanzas de la señora Susan la mantenían inmóvil, como si estuviera pegada a su asiento. Quería correr hacia Devon, abrazarlo, decirle cuánto lo había extrañado, pero el miedo a los castigos y a las reprimendas la paralizaban.
Devon, por su parte, esperaba una reacción diferente. Esperaba que corriera hacia él con los brazos abiertos. Pero al verla tan inmóvil, con una expresión que le recordaba a un venado asustado, lo extrañó. Dirigió su mirada hacia la señora Susan, quien parecía más irritada por la interrupción que preocupada por la situación.
—Joven, interrumpir una lección de esta manera no es apropiado, como futuro Duque de Cortés, los modales básicos los debe tener inculcados, ¿imagino?
Devon ignoró su comentario, avanzando un paso más hacia Elena. Su voz, aunque mantenía un tono calmado, tenía un filo de autoridad que no admitía réplica.
—Tú, lárgate de mi vista y déjanos solos.
La señora Susan quedó atónita, no acostumbrada a recibir órdenes de esa manera. Abrió la boca para protestar, pero Devon continuó, esta vez con una amenaza implícita en su voz y mirada.
—No eres nadie en Cortés. Ten cuidado con como actúas, no quieras hacer más de lo que te corresponde porque entonces conocerás tu lugar.
Susan, con una mezcla de indignación y temor, finalmente cedió. Sin decir una palabra más, se retiró de la habitación, dejando a los hermanos solos.
Devon se acercó a Elena, con cautela.
—¿No me has extrañado?
Elena asintió tímidamente, su mente aún luchando entre el miedo inculcado por la señora Susan y el deseo de abrazar a su hermano. Devon la miró con ternura y le habló suavemente.
—Entonces, ¿por qué no me lo demuestras?
El conflicto interno de Elena era evidente. Por un lado, las enseñanzas de la señora Susan le gritaban que debía comportarse con compostura y disciplina. Por otro lado, el anhelo por su hermano la impulsaba a actuar según sus verdaderos sentimientos.
Después de un momento de silencio, Elena se levantó tímidamente. Sus pasos eran lentos y vacilantes al principio, pero a medida que se acercaba a Devon, la certeza y la velocidad de sus pasos aumentaron. En cuestión de segundos, estaba corriendo hacia él, sus brazos abiertos y su corazón latiendo con fuerza.
Cuando finalmente lo abrazó, sintió una inmensa sensación de alivio. Devon la rodeó con sus brazos y acarició suavemente su cabello, ofreciéndole la seguridad y el consuelo que tanto necesitaba.
Devon puso frente a Elena una caja de postres, Elena, aunque aún un poco reticente, se permitió mostrar una chispa de emoción.
—Mira lo que te traje, son tus favoritos.
Elena se acercó y aceptó la caja. Al abrirla, sus ojos se iluminaron al ver los diversos postres, desde tartaletas de frutas hasta bizcochos esponjosos. Había pasado tanto tiempo desde que había probado algo tan delicioso debido a las restricciones impuestas por la señora Susan.
Devon se sentó a su lado, observándola mientras empezaba a comer con avidez.
—¿Están buenos?
Elena asintió vigorosamente, con la boca llena de pastel. Devon sonrió, sintiéndose satisfecho al verla disfrutar de algo que parecía tan simple pero que era un pequeño lujo en su vida llena de restricciones.
Sin embargo, de repente, Elena se detuvo. Su expresión cambió de satisfacción a confusión, y luego a una mezcla de tristeza y duda.
—Hermano... ¿Acaso... soy alguien horrible?
La sonrisa de Devon se congeló en su rostro. Su ceño se frunció y una sombra de molestia apareció en sus ojos.
—¿Quién te ha dicho eso?
Elena notó la tensión en su voz y la preocupación en su mirada. Rápidamente, trató de cambiar sus palabras para no hacerlo molestar.
—Nadie me ha dicho nada, pero... entonces por qué... Por qué, los empleados no me hablan ni me miran mucho. Parecen... evitarme.
Devon apretó la mandíbula, su boca se hizo una línea tensa. Después de un momento, murmuró.
—Son cosas de padre. No le des importancia.
Elena parpadeó, confundida por la respuesta vaga de su hermano. Aunque no entendía del todo, decidió no insistir en el tema. Devon, notando su incertidumbre, intentó cambiar el tono de la conversación. Tomó un mechón de su largo cabello dorado y jugueteó con él, haciendo un pequeño rulo.
—Te diré un secreto.
Elena, curiosa, asintió mientras saboreaba otro postre.
—Elena es la persona más hermosa del mundo.
Elena sonrió, pensando que su hermano solo intentaba consolarla. Pero Devon lo decía con toda seriedad. A simple vista, los rasgos de Elena ya mostraban una belleza que, con el tiempo, solo se acentuaría.
Después de un rato juntos, Devon finalmente se despidió de Elena, prometiéndole que no tardaría tanto en visitarla la próxima vez. Se levantó y caminó hacia la puerta, donde encontró a la señora Susan esperando.
La mirada de Devon se endureció al ver a la mujer que había impuesto tanto rigor sobre su hermana. Se acercó a ella, y su voz, aunque baja, tenía un tono amenazante.
—La próxima vez que venga a ver a Elena, quiero que desaparezcas de mi vista sin decir una sola palabra. ¿Entendido?
Susan, nerviosa y sorprendida por la autoridad que emanaba el joven Duque, asintió rápidamente. Aunque estaba acostumbrada a imponer su voluntad, sabía que su lugar era insignificante frente a alguien con el poder y la influencia de Devon. Viendo que él no parecía dispuesto a aceptar ninguna objeción, Susan se limitó a asentir una vez más, con más firmeza.
—Entendido, joven Duque.
Devon le lanzó una última mirada de advertencia antes de girar sobre sus talones y marcharse. Mientras descendía por el pasillo, el eco de sus pasos reverberaba en las paredes, aumentando la tensión en el ambiente.
Susan volvió a la sala de estudio con una expresión de desagrado apenas disimulado. Se sentó en su lugar habitual y retomó la lección con Elena, pero algo en su semblante había cambiado. Aunque mantenía su rigidez y severidad, era evidente que la interacción con Devon la había afectado. La presencia de alguien que se preocupaba por Elena de una manera tan evidente y desafiante era inesperada para ella.
Mientras dictaba la lección, Susan no podía evitar que sus pensamientos vagaran. No había sabido que el joven Duque tuviera algún tipo de aprecio especial por la princesa. Para ella, Elena siempre había sido una figura solitaria, mantenida a raya por las estrictas reglas de la casa.
La actitud de Devon plantó una semilla de duda en su mente. ¿Qué significaba realmente ese vínculo entre los hermanos? ¿Podría eso influir en su posición y su forma de tratar a Elena? ¿Qué pasaría si el joven Duque se enterará de las formas de disciplinar que utilizaba con la princesa?
Susan se estremeció recordando los ojos rojos que la miraban con desagrado.
Sus ojos se entrecerraron viendo a Elena y pensó. —Debo asegurarme de que eso no suceda...
Eso solo significaba que las presiones sobre Elena aumentarían.
Ya quiero leer cuando Davon vuelva a casa y no este Elena esp va a ser ÉPICO!!!!?.
M encanta tus historias m las he leido todas.