Zulema de la Puente, tiene 25 años, y en poco tiempo ha sufrido una serie de desgracias que cambiaron su mundo, su padre murió, su madre está muy enferma, fue despedida de la compañía en que estaba desarrollando una carrera exitosa y su prometido Javier Belmonte canceló su compromiso.
Ahogada en los problemas, una noche bebió más de la cuenta, y para vengarse de su prometido durmió con su tío, Mathias Belmonte, un frío, pero apuesto hombre de 35 años, dueño de una de las más importantes fortunas del país.
¿Será Mathias un problema más grande para Zulema o será su Salvador?
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24. Es mi jefe
Mathías miró a Zulema con una sonrisa seductora, e ingresó a la habitación, con su presencia imponente de siempre, impregnando el lugar con su perfume; ella se puso de pie de inmediato ante la sorpresa, y sin notarlo se había sonrojado de recordar todo lo ocurrido en el automóvil, qué hacía ese hombre en ese preciso lugar.
- “Buenas noches, disculpe la impertinencia, señorita De la Puente, olvidó su portafolio en el auto y creí que lo. necesitaba, además siempre he notado que se aferra mucho a él”, dijo Mathías con serenidad y sin dejar de mirarla.
- “Lo siento”, manifestó Zulema, con el apuro de escapar del auto, había dejado el portafolio que le había regalado su padre y que tanto cuidaba, porque era un recuerdos hermoso y se aferraba a eso para no olvidarse de su padre y buscar justicia.
- “¿Quién es usted?”, preguntó doña Yadira con cierta lentitud.
- “Soy Mathías…”, respondió Mathías.
- “Mi jefe, es mi jefe, sí es el CEO de la compañía en donde estoy trabajando, estamos en un proyecto y le quedaba de camino”, se apresuró en interrumpir Zulema, no quería que al escuchar el apellido, su madre lo relacionara con Javier.
- “Mucho gusto, gracias por contratarla”, se esforzó en decir doña Yadira.
- “El gusto es mío, su hija es muy talentosa y está haciendo un buen trabajo, sin duda la mejor contratación que se ha hecho para mí compañía, solo que a veces deja las cosas para otro día y uno se queda pensando qué fue lo que ocurrió…, pero es muy pocas veces”, manifestó Mathías con una sonrisa.
- “Zully, termina las cosas que empiezas”, dijo doña Yadira.
- “Debería escuchar a su madre, señorita De La Puente”, expresó Mathías con actitud confiada y mirada juguetona.
- “Claro”, manifestó Zulema apretando los dientes y mirando con ferocidad a Mathías, sabía a que sentido iba esa conversación.
Zulema aprovechó que llegó la enfermera señalando que debían dejar a la paciente dormir, para despedirse de su madre y sacar a Mathías de la habitación, quien se despidió amablemente de doña Yadira, saliendo con sonrisa triunfante; mientras era llevado del brazo de Zulema hacia afuera.
- “¿Qué se supone que hace aquí?”, preguntó molesta Zulema.
- “Devolviendo el maletín que olvidaste en el auto, dejándome con las ganas de comerte todita”, respondió Mathías guiñándole el ojo.
- “Shhh, no diga eso, mi mamá aún cree que soy virgen”, dijo susurrando Zulema.
- “Pero yo no soy responsable de eso, de seguro me hubiese encantado como me encantas ahora, pero no crees que ya sospeche, después de todo estuviste saliendo con Javier cinco años”, expresó Mathías también susurrando.
- “Me hizo prometerle que esperaría hasta el matrimonio”, manifestó Zulema con cierta melancolía.
- “¿Y por qué no cumpliste?, te ganaron las ganas”, comentó Mathías, tan transparente al hablar de sexo como siempre.
- “No le importa”, dijo Zulema y siguió avanzando, sabía que él no lo había hecho con intención, pero la expresión de Mathías le dolía profundamente, ella siempre había querido respetar esa promesa a su madre, por eso se culpaba mucho de haber bebido supuestamente tanto para terminar estando con Javier y ni siquiera recordarlo bien, después ya la promesa perdió sentido, y el hombre que la seguía había despertado sensaciones que no podía detener.
- “Lo siento, no debí decirte eso, fue tu decisión y no debí cuestionarla”, manifestó Mathías tomándola del brazo con mirada de arrepentimiento.
- “¿Quiere que termine lo que empecé?, dígame dónde y nos quitamos las ganas”, dijo Zulema, mirándolo fijamente.
Zulema podía reconocer que necesitaba quitar esa terrible sensación de ansiedad que tenía en el cuerpo, y era provocada por el hombre que tenía en frente, tal vez una noche de sexo loca como la anterior, podía devolverle el equilibrio.