Quimera La Sombra De Un Amor

El sol apenas comenzaba a despuntar cuando Marina, envuelta en una bufanda que ocultaba parcialmente su rostro, ingresó a un café discreto en un rincón del centro de la ciudad. Allí la esperaba un hombre de cabello gris y mirada dura, un investigador privado que respondía al nombre de Andrés Villalobos.

—¿Segura de que quiere hacer esto? —preguntó él, deslizando una libreta hacia ella. —Suele haber consecuencias cuando uno destapa lo que otros intentan esconder.

—No tengo otra opción, —respondió Marina con determinación. —Necesito saber la verdad, toda la verdad.

Andrés asintió, tomando un sorbo de su café. —Muy bien. ¿De quién quiere información?

Marina respiró hondo antes de responder. —De mi esposo. Bueno, exesposo. Nicolás.

El investigador arqueó una ceja. —¿Sospechas de infidelidad?

—Algo mucho más oscuro, —respondió Marina, deslizando una foto de Nicolás sobre la mesa. —Hay algo que no me cuadra, y creo que tiene que ver con su nueva pareja. Y además... —Marina vaciló, pero finalmente lo dijo. —Siento que alguien nos está vigilando.

Andrés estudió la foto en silencio, luego la guardó en su libreta. —Muy bien. Necesitaré algo de tiempo. Haré mi trabajo, pero recuerde: no siempre nos gusta lo que encontramos.

Marina asintió, aunque un nudo de ansiedad se apretaba en su estómago.

El hombre de los sueños

Esa noche, los sueños volvieron, pero esta vez eran más vívidos que nunca. Marina se encontró en un salón antiguo, iluminado por candelabros de cristal. Frente a ella estaba el hombre misterioso. Su rostro era nítido, familiar, aunque nunca lo había visto en la vida real.

—¿Quién eres? —preguntó Marina, acercándose a él.

—Alguien que ha esperado mucho tiempo para encontrarte, —respondió el hombre con voz grave.

Marina se estremeció. —¿Por qué siento que te conozco?

Él dio un paso hacia ella, sus ojos oscuros fijos en los de Marina. —Porque nuestras almas están entrelazadas. Siempre lo han estado, a través de cada vida, cada muerte.

—No entiendo... —Marina retrocedió, confundida.

El hombre alzó una mano hacia ella, pero no llegó a tocarla. —Ten cuidado, Marina. Lo que buscas podría destruirte.

Antes de que pudiera responder, el sonido de un disparo resonó en el aire, y el salón se desvaneció. Marina despertó sobresaltada, el eco del disparo aún retumbando en su mente.

La sombra de Samuel

Mientras tanto, Nicolás y Samuel cenaban juntos en un restaurante elegante. La relación entre ellos parecía sólida, pero Nicolás no podía ignorar las advertencias en su teléfono y los ojos que sentía sobre él en todo momento.

—¿Estás bien? —preguntó Samuel, al notar su distracción.

—Sí, solo... he estado un poco tenso últimamente, —respondió Nicolás, fingiendo una sonrisa.

Samuel dejó su copa de vino sobre la mesa, sus ojos fijos en Nicolás. —¿Esto tiene que ver con Marina?

—No, no es eso. Es solo... —Nicolás hizo una pausa, buscando las palabras. —Siento que alguien me está vigilando.

Samuel arqueó una ceja, pero no dijo nada. En cambio, sacó su teléfono y lo dejó sobre la mesa. —Mira, si hay algo que necesites contarme, hazlo ahora. Yo no guardo secretos.

La ironía de sus palabras no pasó desapercibida para Nicolás. Algo en Samuel seguía siendo un misterio, una sombra que no podía descifrar.

—Todo está bien, —mintió Nicolás, aunque sabía que no lo estaba.

La primera pista

Al día siguiente, Andrés llamó a Marina.

—He encontrado algo, pero necesitamos hablar en persona, —dijo con un tono grave.

Se encontraron nuevamente en el café. Andrés tenía un sobre en la mano, que colocó sobre la mesa sin decir palabra.

—¿Qué es esto? —preguntó Marina, nerviosa.

—Registros de reuniones, mensajes y fotos, —respondió Andrés. —Parece que Samuel no es quien dice ser.

Marina abrió el sobre con manos temblorosas. Dentro había fotografías de Samuel reuniéndose con un hombre mayor, en un lugar que parecía ser un almacén abandonado. Los documentos incluían transacciones de dinero y mensajes codificados.

—¿Qué significa esto? —preguntó Marina, mirando a Andrés.

—No estoy seguro, pero no pinta bien. Samuel está involucrado en algo más que una relación con su esposo.

—¿Y Nicolás? —insistió Marina.

—Hasta ahora, no hay evidencia de que Nicolás sepa lo que Samuel está haciendo, —respondió Andrés. —Pero eso no significa que esté limpio.

Marina cerró el sobre, sintiendo que el suelo bajo sus pies comenzaba a tambalearse.

Conexiones más profundas

Esa noche, Marina decidió investigar por su cuenta. Abrió su laptop y comenzó a buscar información sobre Samuel. Lo que encontró fue inquietante: varios nombres falsos asociados con él, cuentas cerradas y movimientos sospechosos en distintas ciudades.

—¿Quién eres realmente? —susurró, mirando la pantalla.

De repente, una notificación emergió en su laptop. Era un correo electrónico sin remitente.

"No sigas buscando. Esto no es asunto tuyo."

Marina sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se levantó de su silla y miró a su alrededor, como si esperara ver a alguien observándola desde las sombras.

El sonido de su teléfono la sobresaltó. Era un mensaje de Andrés.

"Necesitamos hablar. Esto va más allá de lo que imaginaba."

Marina respondió rápidamente, pero antes de que pudiera escribir algo más, la pantalla de su teléfono parpadeó y se apagó.

Salió del hotel apresuradamente, su corazón latiendo con fuerza. Decidió ir al apartamento de Andrés, convencida de que él tenía las respuestas que necesitaba. Pero cuando llegó, la puerta estaba entreabierta.

—¿Andrés? —llamó, entrando con cautela.

El apartamento estaba oscuro, y el aire olía a algo metálico. Al encender la luz, encontró el lugar desordenado, como si alguien hubiera buscado algo. Sobre la mesa, había una carpeta con su nombre escrito en la portada.

Antes de que pudiera abrirla, una voz masculina resonó detrás de ella.

—Te advertí que no te involucraras.

Marina se giró rápidamente, pero todo lo que vio fue una figura oscura antes de que las luces se apagaran abruptamente y se puede ver al fondo la carpeta abierta con documentos que revelan fotos de Marina, Nicolás y Samuel, junto con un mensaje: "El precio de la verdad siempre es la sangre."