— Advertencia —
La historia está escrita desde la perspectiva de ambos protagonistas, alternando entre capítulos. Está terminada, así que actualizo diariamente, solo necesito editarla. Muchas senkius 🩷
♡ Sinopsis ♡
El hijo de Lucifer, Azaziel, es un seducor demonio que se obsesiona con una mortal al quedar cautivado con su belleza, pero pretende llevársela y arrastrar su alma hacia el infierno.
Makeline, por su lado, carga con el peso de su pasado y está acostumbrada a la idea del dolor. Pero no está segura de querer aceptar la idea de que sus días estén contados por culpa del capricho de un demonio.
—¿Acaso te invoqué sin saberlo?
—Simplemente fue algo... al azar diría yo.
—¿Al azar?
—Así es. Al azar te elegí a ti.
NovelToon tiene autorización de Poire para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Apresada en el pasado
No logré escapar de estudiar con Regina. Ella sabía perfectamente que mi agenda estaba vacía después de las clases de esa tarde, y que no tendría nada más que hacer.
Había preguntado muchas veces dónde estaba Azazel, pero yo tampoco lo sabía. No lo creía invisible, como sospechaba en algún momento, pensé que en cuanto hubiera escuchado el interés de Regina habría aparecido, solo para llenarse el ego.
Cuando terminamos de estudiar –o más bien, cuando nos sacaron a ambas de la biblioteca porque ya era la hora de cierre–, el reloj marcaba aproximadamente las diez de la noche. Recogí las cosas en el bolso y salí del plantel. Caminé a casa con los auriculares puestos; las calles estaban casi desiertas.
Después de quince minutos de caminar lo más rápido que mis piernas me permitieron, a pocos metros de llegar a la puerta, tuve esa incómoda sensación de estar siendo observada; alguien me vigilaba desde lejos, bajo la oscuridad que proyectaba un árbol. Me quité uno de los audífonos por si el sonido del ambiente me ayudaba a identificar mejor el entorno. Luego, apagué la música.
Me planté, entrecerré los ojos para enfocar mejor la figura en las sombras. Me maldije a mí misma por no llevar los lentes puestos, que ahora yacían inútiles guardados en el bolso.
Pensé en Azazel, imaginé que otra vez intentaba molestarme con sus juegos bobos. La silueta avanzó en dirección a mí, con seguridad. Por un momento creí haber acertado, que Azazel había escuchado mi pensamiento y se estaba acercando. Y yo me estaba preparando para contestarle de forma burlona.
Pero la idea desapareció tan pronto como vino cuando vi el rostro de aquél hombre. Retrocedí. Pero mis piernas se tensaron y permanecieron quietas en el lugar, me estaban traicionando.
—Oye, Maky —se acercó rápidamente.
En su expresión había una sonrisa de satisfacción. Le estaba divirtiendo la situación, y yo no tenía hacia donde correr, él tapaba la entrada de mi casa. No sabía si sería lo suficientemente veloz para abrir la cerradura y entrar antes de que pudiera reaccionar. Logró llegar hasta posicionarse frente a mí y agarró bruscamente mi brazo antes de que diera otro paso.
—¿Dónde vas, eh?
Miré sus ojos, tenía las pupilas dilatadas. Evidentemente, estaba bajo el efecto de alguna sustancia, y no olía a licor.
—¿Qué mierda haces aquí? —pregunté entre nerviosa y enojada. Intenté safarme, pero me clavó los dedos con más fuerza y me sacudió con violencia para que me detuviera—. Súeltame.
—¿Fue una orden la que escuché salir de tu sucia boca? —replicó con desprecio—. Nos has estado ignorando desde hace ya varios días. No me parece muy educado de tu parte, ¿no crees?
Al mirarlo, me llegaron varios recuerdos, tan frescos que aún me producían temor.
—¿Qué quieres? —cuestioné entre dientes, con ira contenida.
—Ya sabes lo que quiero. —Sí, lo sabía, y en mi mente resonaba cómo me sentía tan estúpida de haber confiado en que esto no pasaría, odiaba lo predecible que era la situación—. Verás —continuó—, nuestro presupuesto no alcanza para mucho. Necesitamos llevarla a una clínica.
Thomas, a tan poca distancia, desprendía un aroma a lo que, más tarde, descubriría que probablemente era marihuana. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo el aliento hasta que lo sentí en los pulmones.
—¿Y bien? —dije sin darle importancia.
Aunque la tensión aún me recorría la columna. Podría jurar que sentía la piel irritarse al contacto con la presión de sus alargados dedos que permanecían apretándome el brazo.
—’¿Y bien?’ —repitió entre risas— ¿No pretenderás quedarte sin aportar a la causa, verdad? —pegó más su cara a la mía, provocando que alejara mi rostro—. Tienes empleo. Esperaba un 35% de tu sueldo. Eso debería estar bien hasta que se recupere.
—¿Esperabas? —pregunté con asco evidente pintado en el rostro—. Lo lamento. No puedo ofrecerles ningún aporte monetario en estos momentos. Necesito todo mi dinero.
Aproveché el instante en el que él se distrajo para soltarme. Me froté la piel, seguro tendría un hematoma para mañana. Evité cruzar de nuevo la mirada con la de él, no quería seguir con eso, pese a que sabía perfectamente que no se iría sin el dinero.
—¿Estás segura de eso? —preguntó, en un tono que intentaba ser intimidante.
—Tengo deudas que pagar.
Sentía un leve temblor en los dedos. Thomas se cruzó de brazos a mis espaldas, pude verlo de reojo. Estaba observando cómo la inquietud me impedía insertar bien las llaves en la cerradura y eso me ponía más nerviosa.
—¿Y cómo es eso, primita? —hablaba con tranquilidad—. Hasta donde yo recuerdo, mi madre se ha encargado de cuidarte cuando todavía eras un parásito para nosotros —avanzó unos pasos con lentitud— ¿Vas a pagarle de esta forma?
—Tu madre —dije, logrando girar finalmente la llave— no era mi niñera. Yo era su maldita sirvienta, y también la tuya. Yo me cuidaba sola —abrí la puerta.
—Qué maldita malagradecida.
Entré a la casa, me dispuse a cerrar pero él fue más rápido y detuvo la puerta de un golpe con el pie. Nuevamente me tomó por la fuerza, esta vez de la muñeca.
—Te he dicho que me sueltes, ¿eres imbécil? —gruñí.
Sin embargo, mientras más agitaba mi mano, más agresividad aplicaba para evitar que me volviera a desprender. Thomas me empujó, haciéndome retroceder para poder avanzar y que yo quedara completamente dentro. Me arranchó las llaves de la mano y, con otro empujón, hizo que se derrumbara en el piso de la sala. Todo estaba oscuro. Cerró la puerta con un tiro. El sonido resonó en mis oídos.
Todavía no sentía el dolor en el cuerpo, la adrenalina lo estaba opacando, pero sí me sentía lo suficientemente débil como para no poder pararme y correr. Afuera, me había visto a mí misma con valentía, pero las cosas tomaban un giro ahí encerrada en la oscuridad, con muchos objetos alrededor que se convertían en potencial arma que él podía tomar para obligarme a hacer lo que quisiera.
—Si no te parece, entonces será un 50% de lo que ganes a partir de ahora.
Un torbellino de pensamientos caóticos rondaban frenéticamente en mi interior. No importaba si estaban dentro de mi casa. Quería irme. Tenía que. Ya.
—No estoy escuchando una respuesta de tu parte —dijo con rabia—. ¿Quieres que te haga hablar de otra forma?
Mi pecho subía y bajaba con fuerza, sentía un nudo en la garganta que me impedía seguir defendiéndome. Mi mirada se movía rápidamente por la habitación, con la esperanza de hallar algo con lo que poder defenderme, en el peor de los escenarios. Aunque seguramente terminaría siendo un arma de doble filo y lo usaría en mi contra.
—Deja de ser tan insolente y respóndeme de una buena vez —levantó la voz.
Se acercó a un paso lento. Lo único que podía enfocar era la desesperación que me estaba oprimiendo. Y por fin tomé una decisión.
—Te pedí que no intervinieras en mi vida, pero de verdad lo necesito —rogué, claramente no a él.
Quería probar suerte a que de alguna forma Azazel pudiese escucharme.
—¿Qué carajos estás diciendo, enfermita? —preguntó entre risas y habló con altanería—. Ya estás bastante trastornada, ¿verdad? ¿Al menos escuchaste algo de lo que te dije?
—Thomas —dije, ahora sí dirigiéndome a él— ¿Cómo diablos planeas que voy a darte la mitad de mi sueldo? Tengo que pagar la universidad, los servicios de mi casa —empecé elevando la voz. Observarlo desde el piso me hacía sentir minúscula—. Y necesito comer.
—Ese es tu puto problema —gritó encolerizado—. No voy a permitir que mi madre se muera teniendo tu asqueroso dinero. Se lo debes todo.
Advertí un calor en la habitación. Además, estaba empezando a sudar por la impotencia.
—Lauren no es mi jodida responsabilidad. Si tanto necesitas el dinero, deberías comenzar a moverte y trabajar en lugar de estar todo el maldito día acostado.
Aunque habían pasado años desde que me había ido de la casa de Lauren y de mi madre, el recuerdo de este hombre seguía tan vívido como siempre: Thomas era como un niño mimado y yo era su esclava. Siendo cuatro años mayor que yo, nunca se había dignado a mover un solo dedo.
—Y ahora, lárgate de mi casa —continué e intenté pararme.
Pero la paciencia de Thomas había rebasado su límite. Me volvió a sentar de golpe. Sentí un aguijonazo en las mejillas porque él estaba sosteniendo con fuerza para cerrarme la boca, y las llaves que aún tenía en la mano empujaban dolorosamente contra mi mentón.
—Ten mucho cuidado con la forma en la que te diriges a mí, mocosa.
Tomé su mano para apartarla. Él me dejó ir pero el hincón seguía presente.
—Vas a darme una parte del dinero ahora mismo, y después transferirás el resto a mi cuenta bancaria. ¿Entendiste? —movió las llaves frente a mi rostro—. Me llevaré esto, por si acaso. Si no lo depositas voy a esperarte dentro de casita… —Me dio asco escuchar eso. Él se guardó las llaves en el bolsillo— todos los meses.
—Por mí —balbuceé—. Tú, toda tu familia y tu jodida madre pueden pudrirse en el puto infier....
No alcancé a terminar, porque me lanzó una patada en el muslo con toda la rabia que tenía acumulada.
—Cierra el hocico —espetó, solté un grito ahogado—. No quieras pasarte de lista faltándome el respeto.
—Azazel —le llamé entre dientes. Agotada.
Se volvió más colérico— ¿Qué mierda murmuras, perra loca?
Pero yo ya no oía lo que decía. Por primera vez, comencé a rogarle a Azazel que apareciera. Sabía perfectamente que aquello no terminaría solo con golpes, y yo no podría hacer nada para evitarlo. No contaba con la misma fuerza física. Me limité a presionar contra la parte donde había recibido el golpe. A medida que sentía la adrenalina acabarse el dolor me subía por todo el cuerpo, incluyendo la cabeza.
—Respóndeme cuando te pregunte algo. Mi paciencia no es un juguete.
No quería pensar en lo que pasaría luego, pero era inevitable. Estaba completamente expuesta.