Sonia está perdidamente enamorada del mejor amigo de su hermano. Dante es 8 años más grande que ella por lo que sólo la ve cómo una niña.
A Sonia no le importa y cómo la vea el. Siempre está tratando de ganarselo. Pero al cumplir los 18 años de da por vencida ya que el se compromete con una mujer que aparentemente es perfecta.
Sonia decide dejar de ser una arrastrada y sale del país con el corazón roto. Y con la importante decisión de enamorarse de alguien más.
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No sé acuerda de mí.
Al despertar por tercera vez ya estábamos a punto de aterrizar. Mi nueva vida me esperaba y yo estaba emocionada, preocupada, triste, feliz. Hecha todo un mar de emociones.
Apenas aterrizamos busqué mi maleta y tomé un taxi al lugar dónde me hospedaria.
Al llegar me sorprendió que la puerta estuviera abierta.
— ¿Será que se metió un ladrón.? — Pensé. Decidí llamar a la policía. Pero no sabía cómo.
— Buenas tardes. ¿Quién es usted? — Una señora muy bonita se asomó en la puerta.
— Me gustaría preguntarle lo mismo. ¿Quién es usted y que hace en mi departamento?
— ¿Su departamento?, perdón. Debe haber un error. Esté es mi departamento.
— Mi padre me compró esté departamento hace unos días.
— Creó que usted se ha equivocado.
Le mostré los papeles y ella se quedó perpleja.
— Señorita debe haber un error. Yo vivo aquí desde hace mucho tiempo.
— Mamá. ¿Quién es? — Un chico en silla de ruedas se acercó a la señora. Cuándo lo ví sentí una conexión extraña con el. Era cómo si lo conociera de antes.
— No es nada Cristian. Vuelve adentro.
Foto de Cristián Hughes.
— No entiendo lo que está pasando. Yo renté esté departamento hace cinco años y siempre pagó a tiempo.
— Creo que deberíamos llamar al dueño anterior. ¿No creé?
— Si. Llamemoslo.
— Por casualidad. ¿Me va tener aquí mientras lo llama? — Lo dije con un poco de molestia. Llevó más de cinco minutos aquí.
— Lo siento. Pasé por favor. — Entré y observé el lugar. Era muy hermoso. Las paredes estaban pintadas de una forma muy bella.
— Buenas tardes. Hay una chica aquí y dice que el departamento esta a su nombre. Incluso tiene papeles.
— Lo siento me se me olvidó avisarte que lo vendí. — Respondió el hombre del otro lado de la línea.
— ¿Cómo me pudo hacer eso?, yo siempre pagó a tiempo.
— Lo siento. Es que no sabía que lo usarían tan pronto.
— ¿Y pensó en seguirle sacando provecho.? — La señora bonita se veía muy enojada. — Váyase a la #### Está señora tiene un vocabulario un poquito... Ustedes imaginarán.
— Supongo que sus dudas ya se aclararon. Esté lugar es mío.
— No tengo a dónde ir. ¿Puede darme unos días para buscar otro lugar?
Mi lado sentimental decía que si. Pero no conozco a está gente. Qué tal si comen carne humana. O su hijo es un pervertido.
— Lo siento pero no puedo hacer eso. Yo no los conozco.
— Por favor. Le juro que no somos malas personas. Sólo serán un par de días. Usted ni siquiera nos notará.
— Señorita. Le aseguró que ni mi mamá ni yo tenemos malas intenciones. De verdad no tenemos dónde quedarnos.
— ¿No comen carne humana verdad?
Ellos se observaron y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
— No señorita. No lo hacemos. — Respondió el chico.
— Bueno. Entonces pueden quedarse aquí en lo que consiguen un lugar. Según tengo entendido hay cuatro habitaciones.
— Así es.
— Me quedaré en una de las que están desocupadas. ¿Pueden mostrarmelas?
— Claro. Yo la llevo. — El chico empujó su silla con sus manos y me guío a una habitación. La puerta de al lado estaba abierta. Unas pinturas llamaron mi atención y entré.
— Esa no es. — El chico entró a la habitación juntó conmigo.
— ¿De qué pintor son?
— ¿Cómo?
— ¿A quién le compraron esas pinturas tan bonitas?
— Gracias. Son mías.
— ¿Tuyas?
— Si. Yo las pintó.
— Tienes mucho talento. — Sonreí. El parecía tímido al escucharme. El ambiente se volvió un tanto incómodo así que. — Está no es mi habitación ¿verdad.?
— Si. Está por aquí. — Salió y yo fuí detrás de el. Me guío a una habitación amueblada.
— ¿Ustedes los compraron.?
— No. Estaban aquí cuándo llegamos a vivir. La habitación está limpia. Mi madre la ordena de vez en cuándo.
— Gracias.
— Con permiso. — Se fué.
— ¿Dónde lo he visto antes? — Me preguntaba. Seguro que en ningún lado. Ordené mi ropa en el armario y puse mi computadora en el escritorio.
Luego me di un baño y me acosté para descansar. Apenas me había acostado cuándo tocaron la puerta.
— ¿Quién? — Sólo pueden ser dos personas. Cristián o su madre. Por cierto no se ni cómo se llama.
— Soy yo. Mi madre dice que venga a cenar.
— Gracias. Ya voy. — Salí de la habitación y fuí a la cocina.
— ¿Ya estaba dormida? — Me preguntó la señora.
— No. Sólo descansaba.
— Cene con nosotros. — Me senté observe la comida. Todo se veían exquisito pero tenía miedo. Qué pasa si pusieron veneno. Le quité el plato al chico y le dí el mío. El me observó cómo si yo estuviera loca.
— El tuyo se ve más rico.
— Ambos tienen lo mismo.
— No es cierto. El tuyo tiene más lechuga que el mío.
El me dió una mirada que decía. "No tomaste mi plato por la lechuga." Ignoré su mirada y cené.
— Usted cocina muy bien.
— Gracias.
Terminé de cenar.
— Gracias por la cena. — Me levanté de la mesa. — Buenas noches.
— Buenas noches. — Dijeron ellos.
...Cristián....
No sé acuerda de mí. Bueno sólo nos vimos una vez. Y sólo con una vez quedé fechado por ella. Creó que es la mujer más bonita que haya visto en mi vida. Aunque también es muy extraña. ¿Cómo pudo pensar que nosotros comemos carne humana?
— ¿En qué piensas hijo?
— Nada madre.
— ¿Qué piensas de Sonia?
— ¿Sonia?
— Así se llama.
— ¿Cómo sabes?
— Los papeles.
— Creó que tiene un buen corazón.
— Yo pienso lo mismo.
— Me voy a dormir.
— Hasta mañana.
Me fuí a mi habitación. Nunca imaginé que esa chica aparecería en la puerta de mi casa.
...Sonia....
Desperté tarde. El cambió de horario me afectó. Bueno en realidad siempre he sido muy dormilona.
— Buenos días. — Me saludó Cristián cuándo salí.
— Buenos días.
— ¿Cómo amaneciste?
— Bien. ¿Qué estás haciendo.?
— Voy a preparar el desayuno.
— ¿Necesitas ayuda?
— No. Yo puedo sólo.
— Bueno. En ese caso te veré cocinar.
— ¿Porqué? ¿Te gustó? — Me preguntó riéndose.
— Eres muy lindo pero no te emociones. — Le devolví la sonrisa.
— ¿Entonces piensas que soy lindo? — Ví un poco de emoción en sus ojos.
— Bueno yo... — SONIA. ¿Porqué tienes que ser tan sincera?
— Gracias. No me lo dicen seguido. — Sonrió tímidamente. Creó que es el primer chico tímido que conozco. Me hace falta explorar el mundo.
— Buenos días. — La señora bonita saludó.
— Buenos días. — La saludé. — Perdón que le pregunté esto hasta ahora pero... ¿Cómo se llama usted.?
— Salma.
— Cómo Salma Hayek.
— Sin el Hayek. Mi apellido es Anderson.
— Es un gusto. Yo soy Sonia Bustamante.
— Lo se.
Nos quedamos en silencio.
— ¿Su esposo no vive aquí?
El ambiente se tornó incómodo.
— Mi esposo murió hace unos años.
— Perdón. Yo no quise...
— No te preocupes. No tenías modo de saberlo.
— Me gustaría ir a la tienda. ¿Dónde queda una? — No sabía que más decir. Quería desaparecer por preguntar algo tan incómodo.
— Yo puedo acompañarte. — Se ofreció Cristián.
— Gracias. Tomé un abrigo y me lo coloqué. — Vamos.
— Bueno. — El fue delante de mi. Entramos al elevador y ahí le pedí una disculpa.
— No te preocupes. Pasó hace unos años. — El le restó importancia.
Dos personas más entraron al elevador y me vieron raro. No sé porqué. Tal vez porqué no me conocen o les pareci muy bonita.
Más personas fuero enterando y todas me miraban raro.
— ¿Porqué me ven así? — No aguanté la curiosidad y le pregunté a Cristián.
— Tal vez porqué estás en pijama. — Me observe y sólo quise que la tierra me tragara. ¿Cómo es posible que haya salido en pijama.? todo por haberme puesto nerviosa.
El elevador bajo al primer piso y todos salieron.
— ¿Porqué no me dijiste que venías en pijama?
— No pensé que fuera importante.
— ¿No te da vergüenza salir con una chica que anda así cómo yo?
— ¿Porqué me daría vergüenza?, Tú eres hermosa bien vestida o en pijama.
Su comentario me sacó una sonrisa. Es el halagó más lindo que había escuchado. Mi enojó desapareció.
— Volvamos a la casa.
— ¿No necesitabas algo de la tienda.?
— No iré así. — Apreté el botón del último piso y subimos de nuevo.