Catia Martinez, una joven inocente y amable con sueños por cumplir y un futuro brillante. Alejandro Carrero empresario imponente acostumbrado a ordenar y que los demás obedecieran. Sus caminos se cruzarán haciendo que sus vidas cambiarán de rumbo y obligandolos a permanecer entre el amor y el odio.
NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo XXII La subasta
El fin de semana en la panadería terminó con una promesa no dicha. Alejandro y Catia regresaron a la Carrero Tower con el conocimiento de que su matrimonio, aunque falso en sus orígenes, ahora albergaba una pasión real que para su opinión era prohibida.
Alejandro volvió inmediatamente a su rol de empresario de hierro, tratando de encerrar el recuerdo de la cocina en una caja hermética. Catia, sin embargo, sabía que el contrato se había roto y que la verdad latía bajo cada mirada. La tensión entre ellos era palpable y cada vez que se veían el deseo ardía en sus ojos.
Para asegurar el control de la empresa y silenciar cualquier rumor de crisis familiar, Alejandro organizó un evento de gala: una subasta benéfica, el escenario perfecto para mostrar la solidez de los Carrero y la "pasión" de los recién casados.
Catia se transformó en la perfecta Sra. Carrero. Vestida con un traje de diseñador que acentuaba su figura y joyas deslumbrantes, ya no era la humilde panadera. Era una mujer que se movía con la confianza adquirida de saber que tenía el secreto de su esposo.
Al entrar al salón de baile, todas las miradas se posaron en ellos. Alejandro y Catia eran la encarnación del poder y el romance. Pero bajo las luces de cristal, la pareja se movía con una tensión palpable. Cada roce, cada susurro, era una lucha entre la farsa que debían representar y el deseo que habían descubierto.
La noche no tardó en volverse tensa. Miranda Valdés, ex prometida y observadora sagaz, se acercó a la pareja, acompañada esta vez por Sebastián Rivas. Esos dos juntos eran una bomba de tiempo.
—Alejandro, te ves... satisfecho —comentó Miranda con una sonrisa afilada, sus ojos fijos en Catia—. El jet lag nunca te sentó tan bien. Supongo que los viajes en pareja tienen sus ventajas.
—Catia es una excelente compañera de viaje y de vida, Miranda —replicó Alejandro, con un tono glacial. Su mano se posó firmemente en la cintura de Catia, pero para Catia, el toque se sintió como una advertencia.
Sebastián atacó directamente. —Felicidades por la tregua, Catia. Me alegró mucho escuchar que las deudas de tu tía se han esfumado. Es bueno saber que tu esposo es tan generoso con tu familia.
Catia sonrió con dulzura, manteniendo el contacto visual con Sebastián. —Mi esposo es muy generoso con mi familia, Sebastián. Y mi deuda no se "esfumó"; se saldó legalmente. La deuda de mi tía se terminó el día que mi esposo decidió que mi dignidad valía más que un chantaje.
El ataque se detuvo, pero la duda persistía. Don Rafael, observando desde una mesa cercana, envió una señal inequívoca.
—¡Alejandro! ¡Saca a bailar a tu esposa! ¡Quiero ver cómo celebran esa alegría doméstica!
El baile se convirtió en la prueba definitiva. En el centro del salón, rodeados por la élite que juzgaba cada movimiento, Catia y Alejandro se movieron al ritmo de la música lenta.
En público, su baile era elegante y cercano, la perfecta imagen del romance. Pero en privado, en el círculo íntimo de sus brazos, el deseo se reveló. La mano de Alejandro en su espalda, el aliento de Catia en su cuello; el recuerdo de la panadería era tan intenso que ambos luchaban por mantener la compostura.
—No me mires así —susurró Catia, su voz apenas audible.
—¿Así, cómo? —preguntó Alejandro, su agarre se hizo más firme.
—Como si estuvieras tratando de negar que anoche me elegiste por voluntad, no por contrato.
Alejandro no respondió, pero sus ojos oscuros la miraron con una mezcla de desesperación y la innegable verdad de la atracción.
El baile terminó con un beso de Alejandro que, aunque breve y elegante, estaba cargado con la pasión que habían desatado. Fue un beso que no era para la prensa; era para Catia, una promesa y una amenaza de lo que vendría.
Cuando se separaron, Catia miró a Miranda y a Sebastián. La duda ya no estaba en sus ojos. En su lugar, había la certeza de que, fuera una farsa o no, el vínculo entre los Carrero era ahora más peligroso y real que cualquier contrato.
Alejandro y Catia volvieron a la mesa que compartían con el abuelo, ella aún sonrojada por la atracción y deseo hacia Alejandro, la hacía ver aún más hermosa de lo que ya era. Si esposo la observaba como un depredador cazando a su presa, pero el no era el único que había visto su belleza. Sebastián desde su asiento fijo la mirada en la dulce Catia, teniendo pensamientos impropios hacia la esposa de su primo.
—Disimula, — comento Miranda llena de envidia.
—No tengo nada que disimular, Catia es una joven muy hermosa y su inocencia es un manjar que cualquier hombre quisiera probar.
—Creo que Alejandro ya te gano esta partida. Ella se ve muy a gusto a su lado y las miradas que le lanza dicen mucho de su relación en la intimidad.
—Eso no es problema para mí, yo solo la quiero para pasar una noche, después se la devuelvo a mi primo.
La conversación de esos dos se había vuelto sarcástica y de mal gusto.
Por su lado el abuelo seguía elogiando la inteligencia y buena actitud de Catia, quien sonreía libremente ante las bromas de Don Rafael. La noche prometida ser tranquila y sin ningún otro inconveniente.
Una vez terminada la cena, Catia se despidió amablemente del abuelo. Alejandro tomado su mano la guío en la dirección opuesta a la salida.
—¿Para dónde vamos? — pregunto ella inquieta.
—Vamos a aprovechar la noche, hoy dormiremos aquí.
La subasta benéfica se había realizado en el restaurante de uno de los hoteles más imponentes de la ciudad, lo que par Alejandro había resultado en una gran ventaja, ya que la urgencia por poseer el cuerpo de su esposa era tal que no se sentía capaz de esperar a llegar a su apartamento.