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La Protegida Del Don Greco

La Protegida Del Don Greco

Status: Terminada
Genre:Romance / Posesivo / Arrogante / Mafia / Amor a primera vista / Diferencia de edad / Completas
Popularitas:38.3k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Rosana C. Lyra

Theo Greco es uno de los mafiosos más temidos de Canadá. Griego de nacimiento, frío como el acero de sus armas y con cuarenta años de una vida marcada por sangre y traiciones, nunca creyó que algo pudiera sacudir su alma endurecida. Hasta encontrar a una joven encadenada en el sótano de una fábrica abandonada.

Herida, asustada y sin voz, ella es la prueba viviente de una pesadilla. Pero en sus ojos, Greco ve algo que jamás pensó volver a encontrar: el recuerdo de que aún existe humanidad dentro de él.

Entre armas, secretos y enemigos, nace un vínculo improbable entre un hombre que juró no ser capaz de amar y una mujer que lo perdió todo, menos el valor de sobrevivir.

¿Podrá una rosa hecha pedazos florecer en los brazos del Don más temido de Toronto?

NovelToon tiene autorización de Rosana C. Lyra para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 3 - La Mujer en el Sótano

La tijera trabajó despacio. Él sujetó solo la punta de la tela, lejos de la piel, cortando fibra por fibra, para que el ruido no pareciera una amenaza. El nudo cedió. La mordaza se aflojó por sí sola, cayó en su regazo. Los labios agrietados se abrieron en un hilo, sorbieron aire, y un sonido ronco escapó, no como palabra, sino como el primer suspiro de alguien que regresa.

—Agua. —pidió Theo, sin mirar hacia atrás.

Nikos ya extendía la botella. Theo la destapó, la colocó en el suelo, la empujó levemente con dos dedos hasta tocar la manta. No avanzó un milímetro más. La joven no se movió. Todo su cuerpo parecía programado para obedecer la única orden que podía darse a sí misma: no confíes.

—Puedes beber cuando quieras. —dijo él, y la frase se quedó allí, a la espera de que naciera un hilo de coraje.

El silencio no es solo falta de sonido, a veces es espacio para que el otro haga una elección. Theo esperó. Un segundo, dos, cinco. La mano de ella se movió con la lentitud del miedo. Primero un dedo, luego la muñeca, después el brazo entero.

La punta de los dedos tocó la manta como si probara hielo, la arrastró un poco, tomó la botella. Intentó llevarla a la boca con ambas manos, pero el temblor traicionó la fuerza. El agua tocó los labios, bajó un trago que ardió, otro que casi la hizo toser. Bajó la botella, tragando como quien traga fuego.

—Despacio. —dijo Theo, y la voz salió más baja de lo que pretendía.

Bebió dos tragos más, cortos, y puso la botella en el suelo, como si pedir “más” fuera un lujo que no merecía. El ojo sano volvió a él. No había gratitud. Había evaluación. Como si la mente de la joven hiciera cálculos: ¿qué quiere él a cambio? Hombres así siempre quieren algo.

Theo no desvió la mirada. Sabía lo que aquellos ojos buscaban y, más aún, sabía lo que no quería ver reflejado en ellos. No necesitaba ser amado, respetado o admirado. Necesitaba ser… previsible. En el mundo en que ella estuvo, la imprevisibilidad era un tipo de tortura.

—Voy a quitar la cadena de tu pie. —avisó— No voy a tocarte. Solo voy a cortar el candado.

Nikos le tendió la tenaza de presión. Theo se agachó, calibrando la herramienta con cuidado para que el primer chasquido no sonara como una amenaza. La cadena gimió cuando el hierro mordió el eslabón equivocado. Ajustó la posición, respiró al compás del tic del goteo, encontró el punto, y el chasquido que vino después fue seco, eficiente, casi limpio. El metal se abrió como labio que confiesa. La cadena cayó un centímetro, aliviando la carne herida.

Ella no huyó. Podría haberse arrastrado hacia el rincón más oscuro, podría haber lanzado la botella contra él como gesto desesperado de quien recupera un centímetro de autonomía. No lo hizo. Se quedó, tensa, como si todo el cuerpo solo aguardara la orden invisible de un capataz que ya no estaba allí.

Algo se quebró por dentro de Theo, pero nadie lo oyó. Sí vieron, en cambio, la forma en que miró la herida expuesta en el tobillo, el músculo que saltó y desapareció en la línea de la mandíbula, el cuidado milimétrico con que apartó la cadena hasta el punto de que ya no tocara la piel. Compadecerse no combinaba con Don Greco. Pero la compasión no pide permiso para entrar, a veces irrumpe por delante y se sienta en el trono un minuto.

—Manta. —dijo, y la empujó con dos dedos más cerca.

La joven la atrajo hacia sí con movimientos cortos, como quien roba algo. Cubrió los hombros. La tela áspera pareció un abrazo mal hecho, pero fue el primero en mucho tiempo. El temblor disminuyó un punto.

—Don… —empezó Nikos, sin terminar. No hacía falta terminar. La pregunta estaba en el aire… ¿qué hacemos con ella?

Theo siguió mirando la figura encogida. El mundo a su alrededor giraba sobre un eje simple: deudas, rutas, cargamentos, códigos, fidelidad. Aquel sótano, aquella cadena, aquel ojo insistente… eso no entraba en ninguna columna de la contabilidad. Y, aun así, allí estaba la decisión más lúcida que había tomado en meses.

—Ella no se queda aquí. —La orden salió sin ápice de voz— Ella no vuelve con nadie. No es prueba, mercancía ni moneda.

Nikos asintió, un gesto corto, aliviado por tener una orden que obedecer.

—¿Médico, Don? —se atrevió.

Theo pensó en el toque de manos extrañas sobre la piel herida. Pensó en la mordaza cortada y en el movimiento delicado de llevar agua a la boca. Pensó en la mirada que medía peligros. Y decidió:

—Médico, sí. Pero no aquí abajo. Y no ahora. Primero sale de la oscuridad.

La lámpara del techo parpadeó como si hubiera escuchado. El tic del goteo siguió marcando un tiempo antiguo. Theo se irguió despacio, las rodillas protestando bajo el peso de la edad que solo recordaba cuando el cuerpo se doblaba. Enderezó el saco como si se recolocara en el rostro la máscara que la compasión intenta jalar.

—Preparen la salida. —dijo a Nikos— Quiero el pasillo libre, coches listos, gente en el perímetro doblado. Y… —miró a la joven de nuevo, midiendo palabras, quizá por primera vez en años— nadie habla de lo que vio. Ni hoy, ni nunca. Quien quiera respirar mañana, aprende a callar ahora.

—Sí, Don.

Se quedó un instante más. No era necesario, estratégicamente no sumaba nada, pero se quedó. El ojo sano de ella se fijó en el suyo durante tres segundos enteros. Tres segundos son una eternidad cuando lo que se intercambia es la posibilidad de no morir.

—Cuando estés lista, te pones de pie. —dijo, como quien da una alternativa y no una orden— No antes.

La cabeza de ella hizo un gesto mínimo que podía significar nada, y quizá significara exactamente eso: nada. Pero, para Theo, fue suficiente. Dio un paso atrás, otro, retrocediendo sin dar la espalda. Le cedió a Nikos el espacio para cruzar al frente, organizar a los hombres, anunciar la subida.

Cuando la suela volvió a tocar el primer peldaño de la escalera, Theo sintió el aire distinto, más ligero, como si el sótano exhalara un último recuerdo de todo lo que guardó. El mundo de arriba esperaba: cuerpos, cenizas, papeles quemados, candados nuevos en puertas viejas. Subió. Al llegar al nivel de la nave, la noche descontó sobre su rostro el viento frío de Toronto. Los hombres abrieron camino. Los coches aguardaban.

—Don… —llamó Nikos desde abajo, la voz baja, pero firme, como quien trae en los brazos algo que puede quebrar el silencio— Está listo.

Theo no respondió de inmediato. Metió las manos en los bolsillos, tocó el borde del encendedor, sintió la ausencia del cigarro, pero no encendió nada. Miró hacia la entrada de la trampilla como quien encara un portal.

Cuando bajó los ojos, ya sabía que el gesto siguiente cambiaría el eje de todo lo que llamaba orden. Y, aun así, fue lo único que tuvo sentido.

—Tráiganla. —La voz no tembló— Con cuidado.

Nadie se movió con prisa. Ni él. La noche, cómplice de todos los acontecimientos, pareció contener la respiración por un segundo, como si el sótano de abajo hubiera decidido, por fin, devolver un secreto al mundo.

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Letty Santaella de Samaniego
hermosa novela
Tamara
Hermoso
Beatriz Mas
excelente historia!!
Chali Ortiz
muy linda historia me atrapó desde el principio,
me gustó como se fue desenvolviendo la protagonista
un pequeño detalle, cuando atraparon a Stefano no hubo concordancia, ya que al principio decías que estaba de rodillas amarrado a la silla y al final escribiste que estaba atado a una columna
te deseo muchos éxitos y gracias por compartir tu talento
👏👏👏👏👏👏👏👏💐💐💐💐💐💐
Maria Rojas
felicidades autora una excelente novela muy buena la trama los personajes y tuvo un gran final éxitos bendiciones
JZulay
una historia que me mantuvo en vilo .....viendo al hombre rudo e implacable que fue transformado por un amor que no esperó.

💯 recomendada 😉👌🏼
🇧🇷Rosana Lyra🇧🇷: Gracias mi querida, la historia de Nikos está completa en el perfil ❤️
total 1 replies
JZulay
😔🙏🏼🥺😍.... increíble Greco..... transformación total ☺️
JZulay
ohhh muchacha....te la pasarás en cama y criando 🤭😋
JZulay
🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️
JZulay
quién lo diría...el mafioso férreo....pero tan tierno ..🥰
JZulay
tú la creaste ...!!!!....ella se reconstruye ...😍❤️
JZulay
atrevido Morozov.....venir amedrentar en la puerta de su casa 😤.....
De lo que llevas ....traes.... 🤜🏼🤛🏼
JZulay
hermoso...🥰..ver un hombre que no se quiebra por nada, pero cuando el amor ❤️ toca a su puerta no tiene cómo resistirla 😍
JZulay
ya era hora.../CoolGuy/....todos estábamos languideciendo...!!!!!..../Hey//Smug//Proud//Tongue//Drool/
JZulay
mi reina.....qué haces nadando contra la corriente ...,🤔....sí no quieres ver sangre , entonces abandona ese lugar....pero ten por seguro, que tú serás la próxima con un tiro en la cabeza o peor ..../CoolGuy/
JZulay
Theo encontraste lo que no estabas buscando !!!??...,❤️💔
JZulay
mucha larga a ese silencio !!!!! 🤦🏼‍♀️
JZulay
qué osado Vladimir.....🤦🏼‍♀️.....sí ... definitivamente...
estás muerto !!??!!!
JZulay
esto es un duelo en el infierno ⚒️
JZulay
me tiene en suspenso /Blush/
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