Rindiendome A Tu Piel

Flashback de Will.

Un golpe salió de William hacia Will partiendo su labio y gritando dijo.

—Eres un inútil, no sirves para nada.

—No podía hacerlo, estás enfermo, ¡no quiero ser igual a ti!.

Grito Will de igual manera, a su padre.

William al escuchar su insolencia enfureció y dio otro golpe en su rostro, haciéndolo caer al suelo, la fuerza que llevaba el impacto lo hizo caer al suelo y sostuvo con ambas manos el lugar golpeado.

—Eres muy insolente, te enseñaré a respetar.

Grito William sacando una fusta de su chaleco la cual llevaba a todos lados, dejándolo caer con gran fuerza hacia su hijo, no midió las consecuencias de su acto al utilizar esa fusta que fue mandada hacer específicamente para torturar.

Sus bordes de metal hacían rasgar la piel que tocaba, por eso la usaba solo en sus más terribles castigos.

Dalís, al escuchar los golpes dados a su hijo, abrió la puerta y corrió para protegerlo, cubriéndolo con su cuerpo.

William al verla, terminó de enfurecer, la jaló del pelo haciendo subir su rostro para que lo mirase.

—Tu atrevimiento saldrá caro.

Dijo mientras besó a su esposa con ferocidad, mordiendo su labio para que sangrara, saboreando todo el sabor metálico que producía el líquido botado por sus labios partidos.

Ella se quejó, pero el dolor de ver cómo William quería convertir a su hijo en un monstruo como lo era él, era más doloroso que cualquier dolor físico que le pudiese causar.

La levantó del cabello atrayéndola a él sin importar que su hijo estuviera presente, empezó a besarla sin contemplación y rasgando su vestido la dejó en ropa interior.

—¡No lo vayas a hacer!, no delante de nuestro hijo.

Le suplicó ella en medio de lágrimas.

Él dio una sonrisa malvada y quitó su correa y desabotonó su pantalón bajo él un poco, sacando su miembro. Ella negó con su cabeza mientras él daba pequeños masajes.

—Agáchate.

Ordenó.

 —Ella solo negaba con la cabeza sin poder controlar su llanto, observó a donde su hijo, que permanecía con la cabeza gacha para no ver lo ocurrido.

El sonido del cuero de la fusta, cayendo en ella, la hizo brincar al igual que Will en el suelo.

Dalis llorando obedeció y se puso de rodillas, abriendo su boca mientras su cuerpo temblaba, él la penetró por ese lugar con fuerza haciéndola atragantarse, pero eso no evitó que él diera repetidas estocadas, mientras la sostenía por el cabello hasta saciarse, la levantó bruscamente y la colocó de espalda rasgó su ropa interior dejándola desnuda.

Will, en la misma posición, sin levantar su rostro, dijo.

—No lo vayas a hacer, ¡te lo pido!.

Suplicó por su madre.

—¡Esto les enseñará quién manda!, y cuando me desobedezcas, ella pagará las consecuencias.

Grito William.

Terminando de decir esas palabras, la puso en cuatro, uniéndose en ella sin contemplación. Con movimientos rudos hizo con ella lo que quiso mientras la golpeaba repetidamente.

Will apretaba sus puños mientras el odio crecía en él, ¿pero qué podía hacer? Si era vulnerable a ese hombre, tenía compradas las autoridades y nadie movía una aguja sin él saberlo, ¿qué podía hacer un chico de tan solo catorce años?

 William, al salir de su liberación, la tiró a un lado como un trapo sucio, cayendo el cuerpo de la mujer sin fuerza.

Will se levantó de donde estaba, y rápidamente quitó su camisa.

—No te atrevas a tocarla.

Dijo su padre con cara de asco.

—Déjame atenderla, haré todo lo que quieras, ¡con una condición!

Exclamó Will, con la poca voz que le quedaba.

—¿Cuál?.

Preguntó William cambiando su semblante.

—¡No la vuelvas a tocar!.

Dijo Will firme y sin titubear.

—¡Hecho!.

Dijo su padre, acomodando su ropa y saliendo del lugar sin importarle ni un mínimo lo que acababa de hacer.

Los golpes en la espalda de Dalís le rasgaron la piel, sacando sangre de ella. Will se agachó y limpió sus lágrimas y con un pañuelo cuidadosamente limpiaba la sangre, colocó la camisa sobre el cuerpo desnudo de su madre y se levantó.

Will, al ver cómo su madre lloraba y no tenía fuerza de levantarse, sentía que su alma se destrozaba junto a la de ella.

La levantó como pudo en sus brazos, agradeció el entrenamiento que era obligado a tener, ya que eso lo hacía fuerte para algunas cosas. Camina con ella en brazos a su habitación. La señora de la limpieza, al ver la macabra escena, corrió al lado del joven y ayudó a abrir la puerta para que él ingresara con su mamá.

La acomodó cuidadosamente en la cama.

—Trae sus cosas de la habitación de mi padre y ayuda a que se arregle, dale algo para el dolor y antibióticos para las heridas, luego le das algo de comida y la dejas descansar, no permitas que nadie la moleste.

Ordenó Will, sentado en la orilla de la cama.

William llegó y se paró en la puerta para ver la escena. La señora, al verlo, se alteró y se paró con la cabeza gacha al lado de la cama con miedo sin poder emitir palabras.

Will alzó su vista y vio la sonrisa burlona que tenía su padre.

—En quince minutos salimos a hacer cosas realmente importantes.

Dijo William saliendo del lugar.

Will se levantó y observó a su madre.

 —No vuelvas a intervenir en una discusión de mi padre y mío.

dijo Will con determinación mirando hacia su madre.

—No me pidas eso, soy tu madre y no quiero que seas un monstruo como tu padre.

Dijo la mujer con el poco aliento que le quedaba mientras lloraba al ver la crueldad con la que le habló su hijo.

—No vuelvas a intervenir, yo sabré cómo hacer para que no me envuelva, pero si no me ayudas, no sabré cómo protegerte.

Dijo, volteó y salió sin decir nada más.

Will salió decidido a ser lo que fuera para proteger a su mamá. Desde ese día siguió los pasos de su padre, haciéndose conocer en el bajo mundo. Muchas pruebas y enfrentamientos vivió a lo largo de tres años, convirtiéndose en un hombre temido y respetado a sus cortos dieciocho años.

—Will, llegaste.

Gritó Vannesa viendo que el joven llegaba de viaje y entraba a la cocina.

Él la recibió en sus brazos, ofreciéndole un cálido abrazo, dejándose envolver en el aroma que brotaba del cabello de la frágil joven que lo enloquecía solo con su existencia.

—Te extrañé mucho.

Dijo ella ofreciendo una hermosa sonrisa a Will, dejándose acoger en sus brazos.

—No me perdería tus quince años, ¿o pensabas bailar sin mí?

Dijo Will acariciando el cabello de Vannesa.

—Qué cálida bienvenida.

Dijo William desde la puerta, dando aplausos con una mirada pervertida y sádica.