El Problema No Eres Tu... Es Tu Edad.

Rous se aferraba al borde del sofá como si necesitara anclarse a la realidad. Liam seguía frente a ella, con esa expresión serena que tanto había extrañado. Pero dentro de ella, el corazón latía tan rápido que apenas podía pensar con claridad. Sabía que no podía seguir guardándolo. No después de verlo ahí, tan real, tan cercano.

Y entonces, sin poder contenerlo más, soltó la verdad que le quemaba por dentro.

—Hay algo que debo decirte… algo de lo que me enteré hoy —su voz temblaba, pero sus ojos buscaban los de él—. Juro que no era mi intención ocultártelo… y aún no estoy segura de qué hacer con esto, no sé cómo sentirme…

Liam frunció el ceño, preocupado.

—¿De qué estás hablando, Rous?

Ella tragó saliva. Sintió el estómago apretarse, el vértigo en la garganta. Y lo dijo, sin más.

—Estoy embarazada.

El silencio que siguió fue tan profundo que pudo oír el leve zumbido del refrigerador en la cocina. Liam se quedó inmóvil, los ojos clavados en ella, como si su cerebro se negara a procesar lo que acababa de escuchar.

Rous se levantó lentamente, caminó hacia el mueble de madera junto a la ventana. Abrió el cajón superior con cuidado y sacó un sobre blanco. Caminó de nuevo hacia él, y sin decir palabra, le extendió una hoja impresa: la ecografía que su doctora le había dado esa mañana.

Liam tomó el papel con manos temblorosas. Lo miró en silencio.

Una pequeña sombra dentro de un óvalo. Un nombre, una fecha. Latido detectado. Edad gestacional: 12 semanas.

—Esto me lo dio mi doctora esta mañana —murmuró ella, sin atreverse a sentarse a su lado—. No… no planeaba esto. Ni siquiera sabía si debía decírtelo. He pasado todo el día tratando de entender qué siento, qué quiero… y luego apareciste aquí. Y supe que no podía seguir callando.

Liam bajó la vista a la imagen. Luego volvió a mirarla a ella. Tenía los ojos ligeramente vidriosos, y respiraba agitado.

—¿Es mío? —preguntó en voz baja, no como reproche, sino como un niño que no sabe si tiene derecho a ilusionarse.

—Sí —afirmó ella sin dudar—. No ha habido nadie más.

Él se frotó el rostro con ambas manos, dejando caer la ecografía sobre sus piernas. No dijo nada por unos segundos. Parecía debatirse entre mil emociones a la vez. Finalmente, habló, con la voz ronca.

—No sé qué decir…

—Yo tampoco —admitió Rous, sintiéndose vulnerable—. No lo busqué, Liam. No estaba en mis planes… No me siento lista para volver a pasar por esto, y mucho menos sola.

—¿Quieres tenerlo? —preguntó él con delicadeza.

Ella se encogió de hombros, con lágrimas acumulándose en sus ojos.

—No lo sé… aún no estoy convencida de nada. Solo sé que me asusta. Me asusta volver a criar un hijo sola. Me asusta tener que explicarle a Valentina. Me asusta todo.

Liam la miró largo rato. Luego se inclinó hacia ella, tomando suavemente sus manos entre las suyas.

—Escúchame bien. No estás sola, Rous. No esta vez. Puede que no tenga idea de cómo ser padre, pero voy a aprender. No pienso dejarte cargar con esto sola.

—Liam…

—No me interrumpas —dijo con una media sonrisa temblorosa—. Estoy asustado también. No te lo voy a negar. Pero estoy aquí. Estoy contigo. Y si me dejas, quiero vivir esto a tu lado. Paso a paso.

Ella lo miró, con el corazón lleno de emociones revueltas: miedo, esperanza, dolor, ternura.

—¿Y si decido no tenerlo? —preguntó, apenas un susurro.

Liam asintió, apretando su mano.

—Entonces estaré contigo igual. No voy a presionarte, no voy a juzgarte. Quiero que lo que decidas, lo hagas desde la paz, no desde el miedo. Pero quiero estar ahí. Para lo que venga.

Una lágrima escapó por la mejilla de Rous.

—Gracias por no odiarme por esto.

—¿Odiarte? —repitió, incrédulo—. ¿Cómo podría odiarte por darme la noticia más impactante y hermosa de mi vida?

Ella soltó una risa nerviosa entre lágrimas.

—Hermosa no sé…

—Rous —dijo, tomándola por los hombros—. Me diste otra oportunidad. Nos diste otra oportunidad. Si este bebé es parte de eso… entonces solo puede ser algo bueno. Incluso si ahora parece abrumador.

Rous respiró hondo, sintiendo por primera vez en todo el día que no estaba cayendo sola en el vacío.

—Valentina… tengo que contárselo. No sé cómo lo va a tomar.

—Déjame ayudarte con eso —dijo Liam con decisión—. Hablemos con ella juntos. No será fácil, pero creo que entenderá más de lo que imaginamos.

—¿Y si no?

—Entonces la amaremos con el doble de fuerza, hasta que lo entienda.

Se abrazaron en silencio. Esta vez sin miedo. No sabían cómo seguiría la historia. Pero estaban juntos.

Y eso era el comienzo de algo nuevo.