En el mundo de los negocios, el control y el poder no existe lugar para el amor, o al menos eso es lo que manifiesta Vladimir Chandoski. Sin embargo, al llegar a su cumpleaños número treinta se verá obligado a contraer matrimonio con una de las hermanas Bonfatti y así conservar su imperio y preservar el legado familiar con la llegada de un heredero. Él no tiene el menor interés en conocer a sus candidatas y le da lo mismo contraer matrimonio con cualquiera de ellas, por eso decide hacer un sorteo, pero grande es su sorpresa cuando conoce a su futura esposa y descubre que no es nada más ni nada menos que la dueña de sus desvelos. Una hermosa mujer con un gran secreto que lo cambiará todo.
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Capítulo N°4
Luego de discutir una vez más con su padre, Vladimir salió enfurecido de la mansión, no tenía sentido seguir discutiendo sobre lo mismo sin llegar a ninguna solución, ni mucho menos escuchar los reclamos absurdos por su falta de compromiso para con su futura esposa.
Zigzagueando entre las calles, esquivando los autos a su alrededor se alejó de la ciudad, y atrás iban quedando los edificios, casas, locales comerciales y la civilización. Necesitaba el silencio de las colinas, rodearse de la naturaleza que tanto amaba y pensar a cual de las hermanas Bofantti desposaría. La urgencia por estar tranquilo, en algún lugar solitario y que le brindara paz era casi sofocante, luego de conducir a gran velocidad por varios minutos detuvo su convertible deportivo cerca de un risco y se dedicó a contemplar el paisaje. El lugar era perfecto, la ciudad se extendía imponente por debajo de esa colina y el verde del valle a su alrededor contrastaba con el gris del cemento.
Aferrado al volante cerró sus ojos e inhaló profundamente llenando sus pulmones de aire puro y con más tranquilidad pensó
…“ Si tan solo pudiera huir de esta ciudad, abandonar la empresa, alejarme de mi padre y vivir mi vida sin restricciones ni mandatos estúpidos, sería tan feliz”…
Sin embargo no podía hacerlo, debía cumplir con la promesa que le hizo a su madre, unos días antes de que ella decidiera quitarse la vida y acabar con su sufrimiento, se lo debía a ella por no estar en casa y haber evitado ese trágico desenlace.
Él debía recuperar la herencia que por derecho le pertenecía a su progenitora y que su esposo le robó una vez que contrajeron matrimonio y la única forma que tenía para acceder a todo era darle el heredero que tanto exigía su difunto abuelo. Esa era la única forma de ser el presidente de la compañía y recuperar el imperio de su madre, aunque aún no comprendía cuál era el motivo real que los obligaba a desposar a una de las hermanas Bofantti.
Su celular vibraba sin descanso dentro de su bolsillo, sin embargo él lo ignoró, sabía muy bien que era su padre el que llamaba insistentemente para seguir con la conversación. Mijail debía tener siempre la última palabra en cada conversación pero Vladimir ya no sentía respeto ni mucho menos temor por ese hombre, por eso lo dejó solo en medio de la sala y salió de la mansión escuchando como gritaba e insultaba a todos sin sentido.
La brisa jugaba con su cabello, el sol alumbraba su rostro, él permanecía en silencio, con los ojos cerrados, hasta que una hermosa melodía llegó a sus oídos y lo obligó a mirar hacia todos lados. Impulsado por la curiosidad, descendió del auto y comenzó a caminar por un pequeño sendero, las voces cada vez se escuchaban más fuertes a su alrededor, y supo que se estaba acercando a su destino.
De repente detuvo su marcha asombrado al descubrir que en medio de la colina, un muro de grandes ladrillos y piedras se perdía en medio de la naturaleza, caminando sin dejar de admirar la belleza se acercó lo suficiente como para tocar esa pared que le recordaba los antiguos castillo de la vieja Escocia. Rozando su mano caminó hipnotizando por la belleza del lugar, hasta que estuvo frente a una puerta inmensa de madera maciza y en ella un cartel advertía que estaba prohibido el ingreso a toda persona ajena a la institución.
Vladimir siguió caminando, quería descubrir de dónde provenía ese canto de ángeles, entonces entre los árboles vio la más bellas de las capillas. Sus paredes de piedra estaban prolijamente acomodadas por tamaño, su techo de madera en forma de dos aguas se elevaba algunos metros y en el centro del mismo se asomaba un pequeño campanario del cual pendía una vieja campana de hierro. La puerta estaba abierta, era una invitación silenciosa a que ingrese a la misa del día y así lo hizo.
El lugar era precioso, rústico, íntimo y transmitía mucha paz, en el interior solo un par de personas estaban distribuidas en los bancos prestando atención al sermón del sacerdote. En el altar la imagen de una virgen junto a una cruz de madera lo invitaba a orar y a la derecha del cura un grupo de mujeres de diferentes edades, vestidas con faldas grises y camisas de color blanco conformaban el coro.
Él tomó asiento en la última fila, alejado de todos y escuchó atentamente el salmo, mientras que iba recorriendo el rostro de cada una de las integrantes del coro. Su corazón se aceleró de manera inexplicable, no estaba sufriendo un ataque de ansiedad ni mucho menos, era algo diferente una emoción difícil de explicar, entre esas mujeres se encontraba la joven de la fiesta.
Su cabello oscuro caía por detrás de sus hombros, su rostro se iluminaba por un rayo de sol que se filtraba por una pequeña ventana, otorgándole un aura diferente, que la distinguía de las demás, resaltando su belleza. Su voz aplacaba a las otras coristas y le transmitía un sin fin de sentimiento que eran inexplicables, inentendibles pero sin lugar a duda lo emocionaba hasta las lágrimas.
El sermón llegó a su fin y Vladimir no podía ponerse de pie, estaba conmovido, sosteniendo la cruz que conservaba como un tesoro invaluable, lentamente todos los fieles se retiraron del lugar mientras que él permanecía estático, absorto en la belleza de esa joven.
El coro lentamente se dirigió a una puerta lateral que las comunicaba directamente al convento pero Jade giró su rostro al sentir que alguien la observaba buscando al dueño de esa mirada, entonces detuvo su marcha, su corazón se aceleró, los nervios al ver que era el mismo hombre de la fiesta la traicionaron y la hicieron trastabillar.
— Lo siento—se disculpó con una de sus compañeras, pero su voz era apenas audible, su boca estaba seca de repente y sus manos comenzaron a sudar.
Ella estaba inmóvil, incapaz de mover ni un solo músculo de su cuerpo y la curiosidad de saber qué hacía en ese lugar fue más fuerte que sus temores entonces se acercó a la madre superiora que aún permanecía de rodillas frente al altar.
— Madre, perdón por interrumpir su rezo pero necesito cinco minutos para recoger los cancioneros y acomodar un poco el altar, mañana debo pulir la plata y quiero adelantar el trabajo. Estoy muy atrasada.
—¿Ya lavaste las verduras para la cena?
—Sí, lo hice antes de la misa.
— Muy bien, tienes media hora.
— Gracias.
— Niña, cuando pase ese tiempo debes regresar al confinamiento.
— De acuerdo —respondió fingiendo una media sonrisa en su rostro.
Jade se acercó al altar, estiró un poco el mantel, arregló las flores ante la atenta mirada de la monja que aún permanecía en la capilla rezando su rosario.
Lentamente bajó los dos peldaños, caminó entre a los bancos y comenzó a recoger los libritos mientras que las demás hermanas salieron de la capilla.
Vladimir al ver que ella lo miraba con curiosidad, se incorporó y secó sus lágrimas, así que imitando su acción, comenzó a recoger los cancioneros, mientras se acercaba a ella con pasos lentos y el corazón acelerado.
La madre superiora se persignó, se puso de pie y salió del lugar sin siquiera percatarse que la joven no estaba sola.
Jade mirando para todos lados, entonces susurró
— Hola, ¿Qué haces aquí?
— Hola.
— Este es un lugar sagrado y jamás te vi con anterioridad —comentó Jade, estando a unos bancos de distancia, mientras que él seguía recogiendo las cosas.
— No sé, salí de mi casa, necesitaba despejarme y cuando estaba en mi auto desesperado intentando buscar una solución a mis problemas, de repente el canto de unos ángeles llegaron a mí y sin pensarlo seguí esas voces hasta aquí —respondió con sinceridad estando frente a ella y entregando los cancioneros.
Ella tomó los libritos que él le entregaba y pudo ver en sus ojos rastros de lágrimas y en su mirada se reflejaba confusión, tristeza pero sobre todo sinceridad, entonces le preguntó.
— ¿Estás bien?
— En realidad no, pero verte me hace sentir mejor y en paz—confesó.
— Eso es obra del señor, este lugar es milagroso —respondió ella sintiendo vergüenza.
— Puede ser, pero creo que tú lo haces aún más especial, tu voz es bellísima.
Ambos se contemplaron en silencio, ella se sentía en falta por estar a solas con un hombre, así que bajando la vista, miró su reloj y dijo.
— Ya es tarde, debo regresar a mis deberes en el convento.
— ¿Eres monja?—preguntó asombrado.
— Aún no, solo estoy haciendo mi postulado y en seis meses tomaré mis votos para convertirme en Novicia.
— Él tiene mucha suerte —indicó girando su cabeza hacia el altar—. Eres hermosa y tu sola presencia reconforta el alma a cualquiera.
— Lo siento, debo irme —dijo de repente al escuchar esas palabras que la derritieron por completo, entonces retrocediendo se alejó de él.
—¿Te volveré a ver?
— Lo dudo.
Jade salió de la capilla con su pecho agitado, ese hombre la alteraba, algo en él le era familiar y la aterraba sobre manera pero por otro lado sentía mucha pena ver tanto sufrimiento en esos ojos tan bellos y deseaba poder consolarlo.
Vamos por la próxima 😘😘
Felicidades por tan hermosa novela 🥰🌹🫂
Felicidades 🎆 querida escritora vamos por más novelas así 🫂🥰