Ava Becker nunca imaginó que cumplir su sueño de ser modelo la llevaría a un mundo de luces y sombras. Dulce, hermosa y con una figura curvy que desafía los cánones de la moda, logró convertirse en la musa de Aurora Lobo, la diseñadora más influyente de Italia. Sin embargo, detrás de las pasarelas y los reflectores, Ava sigue luchando contra sus inseguridades y el eco de las voces que siempre le dijeron que no era suficiente.
Massimo Di Matteo, miembro de la mafia italiana, jamás creyó en el amor a primera vista. Rodeado de mujeres perfectamente delgadas y dispuestas a todo por tenerlo, su vida parecía marcada por el poder, el control y el deseo superficial. Hasta que la ve a ella. Una mirada basta para romper todos sus estándares y derrumbar cada una de sus certezas: Ava no es como las demás… y justamente por eso, la quiere para sí.
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Stellina.
Massimo Di Matteo ❤️🔥
No hay un solo día desde esa maldita noche en el desfile en que no piense en ella, esos ojos, esa sonrisa, esas curvas.
Trabajo, recibo cargamentos, superviso hombres, firmo contratos sucios, me reviento en el gimnasio… pero esa mujer sigue ahí, metida en mi cabeza como un dulce veneno .
Juro que esa noche hubiera querido detener el tiempo. Tenerla más cerca, seguir escuchando su voz suave, perderme en su perfume dulce y adictivo. Pero no, la jodida Melissa apareció. Esa mujer siempre sabe cómo cruzarse cuando menos la necesito. Es una vieja “amiga” de cama, de esas que creen que porque un día compartieron las sábanas pueden adueñarse de ti. Y por su culpa no logré acercarme de nuevo a Ava antes de que se marchara con su familia.
Han pasado días y la rutina me ha tragado. Viajes a Palermo y Calabria, reuniones con proveedores, negocios que no esperan. Pero hoy no más. Hoy me levanté con una decisión: verla.
Ya investigué todo lo que necesitaba saber. Ava estudia por la mañana en la universidad y por la tarde trabaja en la casa de moda de mi prima Aurora. Casi no tiene amigos en clase, es una chica reservada, solitaria. Sus rutas son un vaivén entre el penthouse, la universidad, la casa de moda. Ahora su madre está con ella en Milán, lo que me complica un poco más la jugada… pero yo siempre encuentro la forma.
Así que viajo desde Florencia bien temprano, sin decirle nada a nadie, y me planto frente a la universidad. Voy en mi moto, una Ducati Panigale V4R, negra, brillante, un demonio de dos ruedas que ruge como una bestia. Digna de un Di Matteo, me encanta la adrenalina y la velocidad. Aparco a unos metros de la entrada, me quito el casco y enciendo un cigarro.
El guardaespaldas está ahí, como esperaba. Un tipo alto, trajeado, con cara de aburrimiento. Vigila la entrada principal sin moverse.
Sonrío. Principiantes.
Los minutos se vuelven horas, pero yo no me muevo. Tengo la paciencia que aprendí en este negocio: esperar y observar. Y mis ojos negros, no pierden detalle.
Cuando la impaciencia empieza a rondarme, saco del bolsillo el aparato que siempre llevo conmigo. Pequeño, discreto, pero poderoso. Presiono un par de códigos y la pantalla cobra vida con imágenes de cámaras de seguridad. ¿Cómo lo conseguí? Que se jodan. Son secretos de familia, tácticas que un civil jamás entendería.
Deslizo los dedos hasta encontrar el aula que me interesa. Y ahí está.
Ava.
Concentrada, inclinada sobre sus apuntes, sin notar nada más a su alrededor. Me humedezco los labios al verla. Esa mujer no tiene idea del efecto que causa en mí.
Pero entonces ocurre algo que me saca una carcajada baja: la clase termina antes de tiempo y ella, en lugar de dirigirse a la salida principal, toma otro camino.
—Así que quieres jugar, Stellina —susurro para mí mismo, guardando el aparato.
Aseguro la moto, me ajusto la chaqueta de cuero y empiezo a seguirla. No como un imbécil desesperado, sino como un depredador que sabe moverse en la selva. Paso entre la multitud de transeúntes, manteniendo la distancia justa, observando cómo se pierde entre las calles estrechas de Milán.
Ella camina con determinación, pero lo noto: algo la inquieta. De vez en cuando se detiene, gira apenas la cabeza, como si sintiera que alguien la sigue. Y me encanta. Esa intuición que tiene, esa mezcla de miedo y desconfianza. Pero soy más listo que cualquiera que haya intentado acercarse a ella antes.
Cuando la veo tomar un atajo hacia la avenida principal, acelero el paso y busco un camino alterno. Me adelanto sin que me note. Y cuando dobla la esquina… ahí estoy yo.
Aparezco como si nada, un transeúnte más en medio del bullicio de Milán. Pero no hay nada casual en esto. Alzo la mirada y nuestros ojos se encuentran. Los suyos, azules como un cielo de verano, me miran con una mezcla de sorpresa y miedo. Y eso me molesta. No quiero miedo en esos ojos. Nunca.
—Maldición, casi me matas del susto —me suelta ella, llevándose una mano al pecho.
Sonrío, lento, porque me encanta ver cómo el miedo se transforma en rabia en cuestión de segundos.
—¿Yo? —levanto las cejas, fingiendo inocencia—. Solo caminaba, Stellina. La que anda escapando como si fuera un fantasma eres tú.
Ella frunce el ceño. Dios, hasta molesta es preciosa.
—¿Qué haces aquí? —me lanza la pregunta directa, con un tono defensivo.
Me acerco un paso, bajando la voz.
—La verdadera pregunta es: ¿qué haces tú caminando como si nada, sin seguridad, sola… en una ciudad como esta? —mi mirada recorre la calle—. No sabes lo peligroso que puede ser.
Ella aprieta los labios, desafiante.
—No necesito que un extraño me dé lecciones.
—¿Extraño? —suelto una risa baja—. Después de esa noche, Ava, no hay forma de que me consideres un extraño.
Ella traga saliva, nerviosa. Lo noto. Se muerde el labio y me mira como si quisiera odiarme, pero no puede.
—No deberías seguirme —murmura, más para sí misma que para mí.
Me inclino apenas, lo suficiente para que mi voz roce su oído.
—No deberías provocarme.
Su respiración se agita y sé que toqué la fibra exacta.
Un auto pasa rugiendo por la avenida, rompiendo la tensión. Ella da un paso atrás, recuperando su espacio.
—No tienes derecho a hablarme así —me dice, tratando de sonar firme.
Sonrío, ladeando la cabeza.
—Yo no sigo reglas, Ava. Nunca lo he hecho. Y cuando quiero algo, lo consigo.
La miro fijamente. Lo que quiero está frente a mí.
—Vuelve a casa —le aconsejo, aunque mi tono es más una orden disfrazada—. Y la próxima vez no seas tan ingenua. No todos los que caminan detrás de ti van a querer asustarte. Algunos querrán algo mucho peor.
Ella me observa, y en sus ojos brilla esa contradicción que me vuelve loco: miedo, atracción, rabia, curiosidad. Un cóctel perfecto.
Me giro para irme, pero antes de dar el primer paso me permito una última provocación:
_Nos volveremos a ver, Stellina.
_¿Quién diablos te dijo que yo quiero volver a verte? _ignoro su tono y continúo.
_Y cuando eso pase… ya no vas a escapar.
_Engreido.
_Preciosa.
Me encantó 💕
Gracias 🌹 Rositha!
Se porto bien mi bombón 😘
se las recomiendo
pero tu todavía bo lo sabes 😉 paciencia
que todo llega a su tiempo.