Emma lo tenía todo: un buen trabajo, amigas incondicionales y al hombre que creía perfecto. Durante tres años soñó con el día en que Stefan le pediría matrimonio, convencida de que juntos estaban destinados a construir una vida. Pero la noche en que esperaba conocer a su futuro suegro, el mundo de Emma se derrumba con una sola frase: “Ya no quiero estar contigo.”
Desolada, rota y humillada, intenta recomponer los pedazos de su corazón… hasta que una publicación en redes sociales revela la verdad: Stefan no solo la abandonó, también le ha sido infiel, y ahora celebra un compromiso con otra mujer.
La tristeza pronto se convierte en rabia. Y en medio del dolor, Emma descubre la pieza clave para su venganza: el padre de Stefan.
Si logra conquistarlo, no solo destrozará al hombre que le rompió el corazón, también se convertirá en la mujer que jamás pensó ser: su madrastra.
Un juego peligroso comienza. Entre el deseo, la traición y la sed de venganza, Emma aprenderá que el amor y el odio
NovelToon tiene autorización de Lilith James para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 10
El coche se detiene suavemente frente a mi edificio y el corazón me da un vuelco, no sé si de alivio o de miedo por lo que todavía queda en el aire entre nosotros. Respiro hondo, intentando recuperar algo de control.
—Gracias por la velada— Digo con una sonrisa medida y mis dedos ya acariciando la manija de la puerta. Estoy a punto de abrirla cuando siento su mano firme rodeando mi muñeca. No me aprieta, pero me contiene con una seguridad que me hace estremecer.
—¿Cuándo te volveré a ver, Emma?— Pregunta de golpe, con su voz grave acariciando mi nombre, y sus ojos ardiendo como si no se conformara con el “quizá” que podría darle.
Lo miro, jugando con la tensión, disfrutando del poder que de repente siento en mis manos. Ladeo la cabeza y dejo que la picardía se dibuje en mi sonrisa.
—Robert… tú puedes conseguir cualquier información que se te antoje sobre mí. Está claro que no necesitas una cita para volver a verme— Mis palabras son un reto, una insinuación, un recordatorio de que no soy tan fácil de atrapar, pero que tampoco puedo escapar de su rodar si quisiera.
Él sonríe, y la malicia de ese gesto me enciende de nuevo. Su mirada no se aparta de la mía, como si quisiera traspasarme con ella.
—Entonces… ¿qué tal si paso por ti el lunes después del trabajo?— Pregunta, directo, como si hubiese leído mi resistencia y supiera exactamente dónde golpear.
El descaro me arranca una risa suave. Me inclino hacia él, lento, disfrutando del suspenso que le provoco, y rozo apenas sus labios con los míos. Es un beso corto y rápido, como una chispa que enciende un incendio, y me aparto antes de que pueda reaccionar.
—Lo pensaré…— Susurro contra su boca.
No le doy tiempo a más. Suelto mi muñeca con suavidad, bajo del auto y camino hacia la entrada de mi edificio con pasos rápidos, casi huyendo de la tentación que dejé atrás. Siento su mirada clavada en mi espalda, pesada e intensa, y sé que lo deje con dudas, con ganas y con la furia contenida de un hombre que no está acostumbrado a que lo dejen esperando.
La sensación me hace sonreír mientras subo hacia mi apartamento, aún con el sabor de su boca en los labios.
\*\*\*
El vapor todavía flota en el aire de mi baño mientras me miro en el espejo, secándome el cabello con calma. Cada mechón lacio va cayendo sobre mis hombros, liberando el calor del secador. El maquillaje de esta noche ya no está en mi rostro y, con él, siento que parte de esa mujer segura que apareció en el restaurante se esconde de nuevo tras mi piel cansada.
Camino hasta mi cama y me dejo caer de espaldas con un suspiro largo, lista para por fin dormir. La cena con Robert fue… intensa. El recuerdo de su mirada y de la forma en que me besó todavía me recorre como electricidad. Cierro los ojos, dispuesta a ahuyentarlo de mi mente, cuando de pronto mi teléfono vibra sobre la mesita de noche. La pantalla se ilumina y, en cuanto veo el nombre en el identificador, una sonrisa me brota sola.
Papá.
Me estiro sobre la cama y tomo el celular, activando el altavoz.
—¡Papá!— Respondo contenta.
La voz de mis padres llena la habitación al instante. Mi madre y mi padre hablan casi al mismo tiempo, como siempre, preguntando cómo estoy, si estoy comiendo bien, si me cuido lo suficiente. La calidez de sus voces me acaricia el alma.
—¿Y cómo está Stefan?— Pregunta mi madre con naturalidad.
El aire se me corta en los pulmones y los ojos me arden. Puedo fingir demencia con cualquiera de mis amigos, pero no con ellos. No con las dos personas que me conocen mejor que nadie y las cuales son mi lugar seguro en el mundo.
—Emma…— Lsvoz grave de papá llega cargada de preocupación. —¿Qué sucedió?
Las lágrimas me brotan sin poder detenerlas. La nariz me arde y mi voz tiembla, quebrada.
—Stefan terminó conmigo— Confieso, y de inmediato un sollozo me rompe.
Intento ser fuerte, pero no lo consigo. Todo el amor que alguna vez sentí por Stefan ahora se ha transformado en odio, un fuego oscuro que me quema desde dentro y me obliga a temblar.
—¡Oh, cariño!— Exclama mamá, y la escucho susurrar algo a papá antes de agregar. —Ya mismo voy a verte.
—¡No, no!— Respondo rápido, secándome la cara con la manga de mi pijama. —No es necesario, mamá. Estoy bien… lo estoy superando.
Papá, en cambio, no parece dispuesto a calmarse.
—Ese infeliz… se encargó de hacer llorar a mi princesa. Te juro, Emma, me voy a asegurar de que no vuelva a ser feliz en todo lo que me quede de vida.
—Papá…— Sollozo otra vez, entre la culpa y el alivio de sentir su protección. —No digas eso, por favor.
Limpio las lágrimas y respiro profundo, buscando retomar el control de mi voz.
—Voy a estar bien, lo prometo.
—Lo mejor será que regreses a Francia de inmediato— Ordena papá.
—No puedo dejar mi trabajo— Respondo despacio, acariciando la sábana como si fuera la mano de él. —Pero voy a tomarme vacaciones en unos días y los visitaré.
Lo escucho refunfuñar, y sonrío a pesar de todo. Mamá, como siempre, interviene para calmarlo.
—Está bien, cariño. Cuídate mucho, ¿sí? Te estaremos esperando ansiosos.
—Los amo— Digo, y mi voz vuelve a quebrarse, pero esta vez de amor, no de dolor.
—Nosotros también, Emma— Responde mamá, y siento el calor de su sonrisa al otro lado de la línea.