El Problema No Eres Tu... Es Tu Edad.

El Problema No Eres Tu... Es Tu Edad.

capítulo 1

POV Rous.

"El problema no eres tú… es tu edad"

A los cuarenta años, yo no esperaba mucho más de la vida.

Una hija adolescente con más drama que una telenovela, un ex que se fue con alguien diez años menor (y diez veces más tonta), y una carrera como chef que mantenía mi mente ocupada y mi corazón a salvo.

Entonces, ¿qué hacía en medio de un festival de música rodeada de gente que podría ser mi hija… o mis pacientes si fuera cardióloga?

La respuesta: amor maternal. O masoquismo, todavía no lo tengo claro.

Lo que sí sé es que, en un momento de desesperación por encontrar un baño, abrí la puerta equivocada y me topé con él.

ÉL.

El chico de las portadas, la voz que mi hija escucha a todo volumen, el tipo que tiene millones de fans y cero idea de lo que es un día normal.

Yo solo quería orinar. Él, al parecer, quería conversación.

Y, aunque no tenía la menor idea de quién era, su sonrisa me desarmó… y no de la forma en que una mujer de mi edad debería dejarse desarmar.

Él dijo que era casualidad. Yo dije que era una locura.

Y los dos sabíamos que nada de eso iba a terminar como debía.

Pero lo peor no fue enamorarme.

Lo peor fue aceptar que lo hice de alguien que podría haber sido mi estudiante en una clase de cocina… o peor: el novio de mi hija.

Y sin embargo, ahí estaba yo, en medio de un escándalo de tabloides, insultos en redes sociales y una pregunta que se repetía en mi cabeza:

¿Cómo demonios me enamoré de alguien que ni siquiera sabe lo que es tener dolor de rodilla al levantarse?

***

Habían pasado tres años desde el divorcio, y aunque me gustaría decir que el tiempo lo cura todo, había heridas que sanaban lento. Especialmente cuando la persona que te lastimó seguía apareciendo en tu vida con la excusa de ser "un buen padre". Dereck, mi exesposo, seguía haciendo de las suyas: ahora con novia nueva, joven, radiante y perfecta para las redes sociales. Ivon. La misma mujer con la que me había engañado durante más de un año y que ahora ocupaba el lugar que una vez fue mío.

Así comenzaban mis vacaciones de verano: con una llamada suya.

Estaba preparando mi bolso para pasar unos días en la casa de campo de mi amiga Lucía cuando el celular comenzó a vibrar con insistencia. Vi el nombre de Dereck en la pantalla y contesté sin disimular el fastidio.

—Dime...

—Estamos en camino... no te vayas —dijo con voz apurada.

—¿Qué sucedió?

—Surgió un inconveniente en Nueva York con la fusión de los hoteles. Necesito ir a chequear los papeles. Lo siento, tendrás que llevarla tú...

—Dereck... ya tenía planes...

—Lo sé, lo sé... pero esto es importante, Rous.

No alcanzó a terminar de hablar cuando el auto llegó frente a mi casa. Valentina bajó emocionada, seguida por tres de sus amigas, todas cargadas de mochilas y una energía adolescente que me agotaba con solo mirarlas.

Sin mucho tiempo para pensar, subimos al auto y salimos directo al aeropuerto. No podía permitir que Valentina se perdiera ese viaje soñado, aunque eso significara cancelar mis planes y enfrentarme a una multitud de jóvenes alborotados en un festival de música en Londres.

Horas más tarde, después de un vuelo agotador, el check-in en el hotel fue relativamente rápido. Las chicas estaban extasiadas. Yo, en cambio, necesitaba una ducha, una siesta y probablemente un calmante.

Nos dirigimos al campus donde se realizaría el festival. El lugar era inmenso, colorido y caótico. Miles de jóvenes danzaban entre escenarios gigantes, carpas de comida y merchandising, todos vestidos como si la vida fuera una pasarela de estilos imposibles. Yo llevaba jeans cómodos, una camiseta blanca y una chaqueta ligera. Me sentía completamente fuera de lugar.

Pero no podía fallarle a mi hija. Este era su sueño.

Derek había reservado carpas VIP para las chicas y para mí. Al llegar, vi que no era la única madre en el lugar. Eso me tranquilizó un poco. Algunas mujeres incluso parecían disfrutarlo. Quizá yo también podría... si encontraba un lugar donde sentarme y, sobre todo, un baño.

Me acerqué a una de las encargadas del sector VIP.

—Disculpa, ¿dónde están los baños?

—Justo detrás de esas carpas blancas. Hay unos trailers asignados para el staff y algunos artistas. Puedes usar uno de ellos, los más cercanos al escenario B. ¡Están impecables!

Agradecí y camine rápidamente entre el mar de gente, cruzando por zonas restringidas hasta dar con una serie de trailers. Todos parecían iguales, y sinceramente, las ganas de orinar eran más fuertes que mi sentido de la orientación.

Toqué la puerta de uno. Desde adentro, una voz masculina respondió:

—¡Un segundo!

Esperé, apretando las piernas como una niña de cinco años. Al cabo de unos segundos, la puerta se abrió y un joven salió. Me miró con una mezcla de curiosidad e intriga. Su rostro era perfecto, como sacado de una campaña de perfumes. Pero más allá de su atractivo, lo que me impactó fue la forma en que me miró. No como una fan. No como alguien que debía estar allí. Me miró como si esperara que dijera algo.

—Disculpa... ¿me permites pasar? —dije, cortante pero educada.

Dudó un segundo, luego sonrió levemente y se hizo a un lado.

—Claro, adelante.

Entré sin pensar demasiado. El interior era sorprendentemente lujoso. Asientos de cuero, luces suaves, una pequeña mesa con botellas de agua y snacks gourmet. Todo demasiado elegante para un simple baño. Pero mis necesidades fisiológicas ganaron la batalla contra mi curiosidad.

Al salir, me encontré con el mismo joven, ahora sentado despreocupadamente en uno de los sillones. Me miró con una sonrisa ladeada.

—Creo que te has confundido... Este es mi trailer. Digo, el que me asignaron a mí...

Me detuve en seco. La forma en que lo dijo, el tono relajado pero divertido... fue entonces cuando mi cerebro hizo clic.

Era ÉL.

Él era Liam Reed, el vocalista principal de The Skyfallers, la banda que mi hija adoraba con pasión fanática.

—Tú eres...

—Liam —asintió, con una expresión divertida—. Aunque pareces no saberlo, y eso es... refrescante.

—Lo siento, no fue mi intención irrumpir —me apresuré a decir, sintiendo el rubor subir por mis mejillas—. Me indicaron estos trailers como baños y... bueno, el apuro.

—No pasa nada. Me agrada que no me hayas gritado, llorado ni pedido una selfie.

—Ni siquiera tengo Instagram —murmuré, más para mí que para él.

Eso lo hizo reír. Una risa real, nada forzada. De esas que se contagian.

—Entonces, ¿te equivocaste de trailer o el destino tenía algo divertido planeado?

Lo miré, intentando ignorar lo guapo que era. La barba incipiente, el cabello desordenado de forma perfectamente estudiada, y esos ojos verdes que brillaban como si el sol le perteneciera.

—Solo quería pasar al baño, Liam.

—Y terminaste en el camarín de una estrella de rock... Suena como el comienzo de una película.

Sonreí. No pude evitarlo.

—No soy tu público objetivo.

—Eso es lo que me intriga.

Valentina estaría gritando si supiera dónde estaba en ese momento. Yo, en cambio, solo quería salir sin hacer el ridículo. Pero había algo en la forma de hablar de Liam que me descolocaba. Era joven, pero no inmaduro. Tenía un encanto despreocupado y una calidez inesperada.

—Bueno... gracias por no echarme a patadas —dije, dando un paso hacia la puerta.

—Podría decirte que vuelvas cuando quieras, pero eso sonaría raro, ¿no?

Me reí por lo bajo, bajando la mirada.

—Un poco, sí.

—Entonces lo dejaré en un simple: fue un gusto, señora del baño misteriosa.

—Rous —me corregí—. Me llamo Rous.

—Lindo nombre, Rous.

Sin mas sonreí por última vez y salí.

Aquel encuentro inesperado cambiaría mi vida mucho más de lo que podría imaginar. Porque lo que comenzó como una confusión de baño, se convertiría en un escándalo mediático, una historia de amor imposible y, quizá, en la oportunidad de volver a sentirme viva.

Y todo comenzó... con ganas de orinar.

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Comments

Yara Noguera

Yara Noguera

me parece muy interesante está casualidad y los dos se lo tomaron muy relajados ...me gusta

2025-06-17

1

Bea Tastro

Bea Tastro

Muy interesante comienzo, casualidades que se convierten en causalidades.

2025-06-16

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