Sinopsis
Emilia Bernade fue forzada a casarse con el duque Mazheón, quien era descrito por todos como alguien cruel y de corazón frío, ella atemorizada por el futuro que le esperaba decidió acabar con su vida, no obstante alguien reencarnó en su cuerpo, sin saber absolutamente nada de su anterior vida, cargando consigo pequeños fragmentos de como había muerto. Esa nueva Emilia para no estar sola decidió aferrarse al duque a pesar de sus rechazos.
¿Se ganará su amor o su odio?
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Paulette
Era el tercer día en la casa de los Bernade, todos estábamos en la mesa reunidos, el desayuno era algo leve; panes, leche y algunos dulces. El ambiente se sentía incómodo, la marquesa no dejaba de mirarme con total desagrado. Por otro lado, Elena se encontraba al lado del marqués, no parecía interesarle mucho estar en la mesa, jugueteaba con la cuchara removiendo el café.
Observé al duque, su mirada se encontró con la mía y él embozó una sonrisa. Aquello me hizo sentir extraña, algo se removió en mi pecho. En ese momento una duda llegó a mi cabeza, ¿Emilia se suicidó realmente?, esos sentimientos que sentía por el duque parecían pertenecerle a ese cuerpo, o sino no me explicaba porque sentía esa necesidad de querer estar cerca del duque casi la mayoría del tiempo.
—¿Y cuando tendré un nieto?, deberían ir a rezarle a los dioses si tienen dos meses sin lograrlo. —La voz del marqués hizo que fijara mi vista en su dirección, su rostro reflejaba el deseo de ver los frutos del matrimonio que él mismo había planeado. Sentí ganas de vomitar, la idea de tener un hijo me daba náuseas.
—Padre, no deberías apresurarlos —Elena comentó con una sonrisilla. —Además, Emilia todavía no ha traído una prueba de la noche de bodas.
—Oh, había olvidado eso. —La marquesa embozó una sonrisa brillante, contenta por el descubrimiento de su hija. Y por alguna razón sentí vergüenza, realmente ese cuerpo me imponía sus propios sentimientos.
—Marqués —el duque con su tono frío y serio hizo que el comedor se quedara en completo silencio. —Estos temas no se hablan en la mesa.
Por como Iruen lo dijo pareció una orden más que otra cosa, el marqués asintió varias veces y luego regañó con la mirada a su esposa. Al finalizar el desayuno el duque me acompañó dando un paseo por los pasillos y por el jardín de la casa.
—¿Por qué decidió acompañarme?
De hecho, pensaba que con esa situación buscaría estar cerca de mi hermana, sin embargo Iruen se pasó los últimos días ignorándola. Él movió la cabeza a un lado, luego embozó una sonrisa; últimamente sonreía bastante, no sabía si eso era bueno.
—Solamente deseo hablar contigo, ¿No me está permitido?
Negué tranquilamente, la suave brisa abrazó mi piel haciéndome temblar un poco. Él me observó con su expresión seria de siempre y preguntó.
—¿Sientes frío?
—Ah, no. Estoy totalmente bien. —El clima era el mismo de siempre; sin embargo reflexionando mejor me daba cuenta de que ese cuerpo se enfermaba con bastante facilidad, tal vez debería hacerme algún chequeo médico. —¿Podemos salir?
—¿A dónde quieres ir? —él me preguntó algo interesado, pero antes de responder el volvió a decir. —Creo ya saber, ¿a una tienda de ropa?
Asentí contenta porque no lo había olvidado. Para esa ocasión me vestí con un vestido rojo vino, no tan detallado y el duque simplemente decidió no cambiarse. Ian nos llevó al mercado de Rosses, allí compré una libreta antes de entrar a la primera tienda.
El duque era bastante famoso, varias jovencitas que se encontraban en el local suspiraron al verlo y se ventilaron con sus abanicos de tela, pero no le di tanta importancia a ese asunto porque mi atención se centró en esa belleza, era una máquina industrial blanca, no había diferencia con las máquinas del mundo moderno del que yo venía, era lo mismo. Obviamente me acerqué algo embobada.
—¿Emilia? —Me giré encontrándome con Julen, ella se veía muy hermosa en ese vestido rosado pálido. Me saludó dándome un abrazo corto, luego un beso en la mejilla y sonrió completamente feliz. —Que bueno verte aquí, ¿también viniste por los nuevos vestidos de Paulette?
—Oh, no estaba enterada sobre eso, pero estoy observando algunos vestidos.
—¿Vienes acompañada? —Asentí mostrándole donde se encontraba el duque esperando, nuevas chicas se habían acercado a conversar con él. —Que jovencitas tan indecentes, el duque es un hombre casado.
—Me dijeron que era normal tener amantes, —Julen me sostuvo la mano con fuerza sorprendiéndome, ella negó varias veces.
—No permita que nadie se meta en su matrimonio, y de todas maneras no creo que «esas» puedan hacerlo, usted es más bella.
Asentí con una sonrisa, luego volví a ver al duque y él me miró en ese momento también, arrugó las cejas un momento y luego me hizo un gesto con la mano, que lamentablemente no entendí.
—Acompáñame, la señora Paulette es muy amiga de mi madre. Ella es una mujer admirable, a pesar de estar viuda tuvo la capacidad de darle a sus hijos la mejor educación sin ayuda de externos. —Julen me condujo a una habitación alejada, dentro habían varios modelos de vestidos en sus propios maniquíes y algunas costureras, esas eran las ayudantes de Paulette.
Paulette era una mujer hermosa, ni siquiera parecía madre con esa apariencia tan juvenil. Al verla sentí una sensación de tranquilidad, y con solo escucharla hablar comprendí el porque; Paulette era alguien muy amable, carismática y amigable.
—Un gusto conocerla duquesa, hace mucho quería saber de usted. —Luego de que Julen nos presentara, Paulette expresó su interés en conocerme desde el momento en que me casé con el duque, bueno a su tienda le sería útil tener a la duquesa como una cliente frecuente. Sin embargo, yo tenía otra idea.
—El gusto es mío también, de igual manera tengo curiosidad sobre su trabajo.
Paulette sonrió con bastante carisma a mi respuesta.
—Usted puede pedir lo que quiera, lo haré rápidamente.
—Esa máquina de color blanco —ella me miró algo desconcertada, bajé la mirada fingiendo timidez. —¿No puede?, lo siento por mencionarlo. Sin embargo créame que estoy dispuesta a pagar lo que sea por obtenerla. —La miré a los ojos sin apartar la vista esperando su respuesta. Era una apuesta arriesgada pero, era más fácil conseguir esa máquina que esperar a un fabricante quien sabía cuánto tiempo.
—¿Usted confecciona?
Pensé un momento antes de responder, no era necesario dar tanta información sobre mí.
—Solamente me parece hermosa la máquina, pero le pediré a un maestro que me enseñe lo básico porque no quiero que esa belleza acumule polvo.
Ella dejó salir una risilla delicada, risa de millonario diría yo.
—Me convenciste, te lo daré.
Paulette resultó ser mejor de lo que pensaba, incluso se ofreció para ayudarme como mi maestro y obviamente no me negué, así que pronto comenzaría a aprender a confeccionar esos tipos de vestidos con velo.
De regreso a la casa de los Bernade, estaba muy feliz y no pude quedarme callada en todo el viaje.
—Me sorprendió saber que la señora Paulette no sabía coser vestimenta de hombre.
—Sería raro que lo supiera, hay que tomar medidas y la mayoría de veces el cliente debe estar en pocas ropas. —El duque me explicó. Obviamente eran por las costumbres y también los malos rumores, pero creo que con las medidas estándares puedo hacer ropa para los hombres y venderlas. ¿O debería enseñarle al duque a tomar medidas?, sería divertido ver eso.
—Cierto, aunque no tendría problemas en tomar las medidas de los demás, soy bastante profesional en ese ámbito. —Él arqueó una ceja sospechosamente, giré mi rostro queriendo reírme, se veía chistosa esa expresión. —¿No me cree?
—No es eso, supongo que es raro que mi esposa diga eso.
Justo en ese momento me quedé en silencio y él simplemente se limitó a sonreír. Al parecer descubrió lo nerviosa que me ponía con esa palabra y lo estaba usando en mi contra. Ese maldito.
Luego de unos largos segundos en silencio el duque carraspeó la garganta antes de volver a hablar.
—Puedes practicar tomar medidas conmigo.
¿Y a que venía eso?, me quedé completamente rígida sin saber que decir, ¿por qué sentía que me estaba coqueteando? Creo que me estaba volviendo loca luego de recuperar mis recuerdos.
El duque achicó los ojos mirándome fijamente esperando una respuesta.
—Dijiste que el cliente debe estar en pocas ropas… o sea digo, ¿no?
—Por supuesto, pero nosotros somos cónyuges y eso no sería malo.
Sentí como la sangre se me subió hasta las mejillas y aparté mi vista de él. Pronto el sonido de mis latidos comenzaron a resonar fuertemente en mis oídos. Esa sensación permaneció en mi pecho por varios minutos, incluso luego de haber llegado a la residencia de la madre del duque.
En ningún momento el estuvo enamorado de Elena, solo le gustó
sigue sin gustarme el duque, por qué no aclara las cosas desde el principio y se hace la víctima
Debe salir conocer mejor donde está, seguir con sus negocios, aprender magia y combate cuerpo a cuerpo, entrenar físicamente.
Salir de ese matrimonio, que lo único que hace el duque es actuar de manera inmadura. ni el sabe que siente..
Cuando va dejar al duque, se deja envolver por él