— Mami, estás viva. — Sus ojos verdes igual a los míos me hacen sobre saltarme, imposible. No puede ser, esté niño es...
— Byron. — Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. La tengo gravaba en mi memoria cómo si fuera mi maldita canción favorita.
— Papi, encontré a mamá. — Estaba a unos metros del hombre que ame por más de una década, el hombre de 1.87, cabello negro, ojos grises azulados, hombros anchos, labios sexis y rostro apuesto. El era la definición de perfección.
¿Alguna vez le han regalado flores a un hombre? Yo si. Es el que está frente a mí en éste momento.
Lo recuerdo de niño, ¿cómo no me dí cuenta antes? Quizás por qué has estado luchando por olvidar todo de el. Así que no notaste que el pequeño aquí es su viva imagen. Contestó mi voz interior.
— Aléjate de mi. — Ordene a al mocoso. Mi voz antes normal se volvió fría.
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No vuelvas a gritarme
... Desayuné sin prestarle atención, suelo hacer eso siempre. Quizás por fracciones de segundos volteo a verlo, es difícil no ver a un hombre atractivo, sin embargo es problema de mis ojos. A todos los ojos les gusta ver cosas bonitas. Mis ojos no son diferentes al resto, mi mente no ha sabido controlarlos muy bien.
Byron llegó al comedor. Nos saludo y se sentó a mi lado. Unos segundos después llegó su abuela.
— Hola bruja. — El jugo en mi boca salió volando. Luke se limpio el rostro con desagradó. Yo estaba conteniendo la risa, ame la forma en que Byron saludo a su abuela, ella por otro lado, no me vio con buenos ojos, ella sabe que yo fui la que le puso el apodo, ¿quién más se atrevería?
— Hijo no llamé así a tu abuela.
— Mamá la llama así. — Los ojos de ambos me vieron con desaprobación. ¿Me importó? Claro que no, hacerlos enojar se ha vuelto mi pasatiempo favorito. — Dice que es de cariño. ¿Puedo decirte bruja también? — La señora me mato con la mirada, yo no pude contenerme más y reí un poco fuerte. La inocencia de Byron es lo máximo. — Mira hice reír a mamá. A ella le gusta que te diga bruja.
— ¡Cállate! — Luke me gritó. Un pánico recorrió mis huesos. Toda la diversión se esfumó. La irá en sus ojos me recordó esa noche. La noche en qué me amenazó, la noche en qué mi vida cambio. En ese momento no pude defenderme, el miedo fue superior. Pero ahora no es así. Me puse de pie.
— No vuelvas a gritarme. — Lo mire con frialdad y tranquilidad, por dentro estaba en llamas, pero por fuera el extintor apagaba el fuego. — Yo no tengo porque soportar que me trates mal. Está es mi primera y última advertencia. Me vuelves a gritar y me largo de tu casa. — Me levanté de la silla. — Byron nos vemos en la tarde. — Suavice mi voz al hablarle.
— Adiós mami. Cuídate. — Beso mis mejillas. Antes de irme vi el rostro de Luke y de su madre. Ambos estaban sorprendidos.
Se sintió bien poner límites. Algo que jamás hize antes. Dejaba que el me gritará, me dijera maldiciones, e incluso se pudiera agresivo físicamente, aguantaba todo con una sonrisa en los labios. No le daba importancia a su maltrato, porque realmente nunca lo vi como un maltrato. Lo veía como algo normal, pensaba que estaba enojado y necesitaba sacar su frustración, después de hacerlo se sentiría mejor y volvería a su estado normal. Hasta ahora comprendo que el, su familia y mi familia me maltrataban sicológicamente.
Mis padres con sus comparaciones, siempre diciendo que debía ser más cómo mi hermana, ¿por qué debía ser yo como ella y no ella como yo? ¿Por qué su futuro era ser la Ceo de la empresa, mientras yo me quedaría cómo una pintora que no vende sus cuadros en más de dos pesos?
Creó que cualquier trabajo es digno, y si lo haces con el corazón es todavía más digno. Yo pongo mi corazón en cada cuatro que pinto. Siempre fuí buena en eso, me preguntaba de dónde herede el amor por el arte, mi madre es una mujer que entiende de él, más no le interesa. Con mi padre pasa lo mismo, a mis abuelos apenas los conocí. Pero según yo, ellos tampoco estaban muy interesados en eso. Ellos tampoco mostraron interés en mi talento.
La única que siempre halagaba mis pinturas era mi nana. Mi viejita siempre me decía lo hermosos que eran, lo feliz que se sentía con sólo verlos, hasta lloraba cuando me veia pintar.
Flashback.
— Son tan hermosos. — Una lágrima se le escapó. — Pones el alma en ellos. Se nota en los colores, son tan alegres cómo tú.
— Gracias nana. Ojalá mis padres pasarán lo mismo. Siempre dicen que es una pérdida de tiempo. ¿Por qué no confían en mi cómo tú?
— Ellos no saben de arte. Nosotras si. — Aseguro con confianza.
Mi madre llegó unos minutos después, le pregunté si quería ver mi nueva pintura, ella se negó.
— Ya deja de perder el tiempo en estupideces. Ve a estudiar, te hace mucha falta.
— Si mamá. Verás que está vez voy a pasar con diez. — Ella hizo una mueca de desprecio y se fue. Me sentí triste. Nunca le interesaba ver nada de lo que yo hacía. En cambio, si Layla hacía algo de inmediato se lo aplaudía.
¿Acaso yo no era su hija? ¿Por qué hacia distinciones entre nosotras? Lo entendería si ella hubiera sido la mayor, tendría motivos de sobra, diría, ella es la primogénita, la conoció primero, la amo primero. Y cuándo llegué no había mucho amor para mi, eso sería razonable, sin embargo nacimos al mismo tiempo, unos segundos hacían la diferencia, no pudo en unos segundos enamorarse tanto de una y quedar sin amor para la otra.
— No estés triste. Tu mamá está estresada. Es todo.
— Nana. A veces desearía que tú fueras mi madre. — Ella se rió.
— Imposible, mira mi edad y mira la tuya, eres cincuenta años más joven que yo. Sólo podría ser tu abuela.
— Te quiero más que a mi madre. Eso eres para mí. Tu eres la única que me prefiere sobre Layla. — Era la verdad. Ella siempre era más cariñosa conmigo. Supongo que le daba tristeza el hecho de que nadie más lo era.
Fin del flashback.
Mi familia me trató injustamente por 17 años. No dejaré que eso siga pasando. Nadie volverá a pisotearme. Primero los pisoteo yo. Eso aplica para todo el mundo.