_Princesa, llegó la hora de que vuelvas a tu hogar, es allí en dónde me encargaré de mostrarte la verdad.
_Eras tú el que estabas ese día allí. Jamás podría olvidarlo. No olvidaría jamás la voz del sujeto que juró quitarme la vida.
Me llamo Alice o al menos así me conocen los mundanos y mi historia no es cómo la de cualquier otra chica, un misterioso secreto y una terrible promesa me llevarán a desenterrar los secretos escondidos de mi verdadera sangre. Los oscuros deseos, la codicia, la ira y la pasión serán los encargados de llevarme por el camino de mi verdadera identidad.
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Capítulo 1: Algo de mi Pasado
Cinco años antes:
Me llamo Alice Emmeline Anderson, tengo 17 años y vivo con mi madre Iris. Mi padre era un taxista y desgraciadamente falleció en un accidente automovilístico, cuándo yo tenía 7 años. Desde entonces mi madre y yo quedamos solas, supuestamente dependiendo una de la otra. Bueno, ojalá fuera así pero no, dejé de depender de mi madre el día en que se lanzó por completo a la bebida. Actualmente recuerdo vagamente el rostro de mi padre, sólo queda en mi mente grabado a la perfección las palabras de mi madre, ella solía mencionar en su momento de embriaguez acerca de que él era un buen hombre y que ninguno de los dos merecían la vida que fueron obligados a vivir por mi causa. Tiempo después de la muerte de papá, mamá comenzaba a tratarme mal y así fue empeorando con el pasar de los años, llevo 7 años soportando sus maltratos tanto físicos cómo verbales.
En su momento juro que intente ayudarla. Recuerdo que cuándo tenía 15 entré a escondidas a su habitación que es en dónde guardaba unas botellas de color azul que contenía al parecer un tipo de alcohol muy fuerte las cuáles noce en dónde las compraba. Recuerdo muy bien haber tomado 3 de las 6 botellas que habían sobre su mesa de noche y las arrojé a la basura. Cuándo fui al cuarto para buscar las demás botellas, ella se encontraba allí y no tengo idea de cómo ni en que momento llegó tan rápido. Me preguntó por las botellas y me agarró de ambos brazos y acercó mis manos a su nariz, ella percibió el fuerte olor a alcohol en mis manos pues una de las botellas estaba ya gastada y había derramado un poco afuera. Recuerdo perfectamente cómo sus ojos se encendieron, su frente se arrugó y definitivamente estaba molesta. No supe responder ni decir absolutamente nada, en el segundo en el que pestañee mi madre me dio un golpe en la cara, fue tan fuerte que caí al suelo. Me tomó del brazo y arrastró afuera de su habitación, sus uñas se clavaban en mi piel y dolía.
_¿¡Qué Carajos te he dicho sobre entrar a mi habitación Emma!? -su rostro se ponía rojo cuándo me gritaba-.
A pesar de querer explicarle mis intenciones, no escuchó y me golpeó. Creo que fue la primera ves que me golpeó tan fuertemente. Me había dejado marcas en la espalda y había quemado mi mano.
Sólo tenía 15 años cuándo decidí buscar empleo, tenía la idea de marcharme y no verla jamás, pero era una niña a los ojos de muchos y no podría llegar lejos. Mi madre solía trabajar limpiando en un bar que está a dos calles de nuestra casa, pero ya no quiso hacerlo ya que su vicio y falta de ganas la empezaron a ganar. Cuándo ella decidió no ir más, me vi obligada a pensar en que sería de nosotras. Fui al bar justo en el horario en que mi madre solía ir y estaba decidida a implorar por empleo si fuera necesario.
Una hermosa pareja eran las dueñas del lugar. Ana y Clarice llevaban 10 años juntas y luego de un tiempo de casadas decidieron invertir y abrir su propio bar, un lugar en dónde todos son libres de ir con quién gusten sin ser juzgados. Ambas no dudaron al contratarme, adaptaron mis horarios para que yo no deje mis estudios. Jamás lo hubiera creído. Con el pasar del tiempo me gané por completo su confianza. Creo que fueron de las primeras y en ese momento únicas amigas reales que tenía, desde que yo era una niña jamás había tenido una amiga.
Siempre me trataron bien y ayudaron en lo que podían. Trabajaba allí después de salir de la escuela, apenas dejaba mis cosas en casa y ya iba al trabajo por lo que llegaba cerca de las 01.00 a.m de la madrugada de nuevo a casa. A mamá no le importaba siempre y cuándo pague las facturas y le dé dinero para que se ahogue en alcohol.
Pasaba el tiempo y todo marchaba bien al menos en el trabajo, mis jefas aumentaban lo que ganaba y eso me aliviaba. Lo mantenía en secreto para evitar que mi madre se quiera aprovechar.
Ha pasado el tiempo y mañana es mi cumpleaños número 17, al parecer lloverá, lo escuché de unos ancianos en el parque así que será el cumpleaños perfecto, ya que adoro la lluvia y el extraño olor a tierra mojada. No me interesa recibir obsequios, de hecho creo que no me interesa ya que nunca he recibido uno, bueno en realidad si recuerdo que en mi séptimo cumpleaños papá me obsequió una pintura en la cuál estaba pintada una hermosa y a la vez extraña rosa negra. Extraña ya que sus espinas no eran de color verde sino de un extraño color carmesí, él sabía cuánto me gustaban las flores y decidió darme el mejor regalo de todos. Un regalo que atesoraria por siempre. Llegado las 00.00 a.m el calendario marcaba agosto 9 y un terrible sonido se oyó, un escalofríos recorrio mi cuerpo ya que el trueno me tomó por sorpresa. De la nada fue cómo si el cielo se hubiera abierto y asi comenzó a llover. Amaneció y ahora sólo es la llovizna y el viento frío los que quedan, estos juntos crean una excelente combinación.
Miro al reloj y me alisto para ir a la escuela. El tiempo allí pasa rápido y en un abrir y cerrar de ojos noto que ya casi son las seis de la tarde. Acabo de salir de ahí, cada día allí es una tortura, los demás jóvenes de mi clase siempre están burlándose de mí, al parecer me he vuelto la bufona de la clase. Jamás podré entender como los problemas de algunos es la diversión de otros. Siempre se burlan de mí, ni siquiera recuerdo la razón de porque es que comenzó todo esto.
Se lo comenté a mi madre en una ocasión y bueno tal vez si le hubiera contado mis problemas escolares a una planta hubiera obtenido mejor respuesta que la suya. Recuerdo que cuando le comenté por primera vez que los demás chicos se burlaban de mí ella solamente me miro y dijo:
_El primer día de clases te dije no los molestes y al parecer eso jamás lo entendiste niña, si te molestan es porque algo habrás hecho. - Me miro con el desprecio que solo podía ver en sus ojos y luego volvió a sumergirse en el alcohol, su única puerta a una realidad mejorada, eso decía ella.
Mientras regresaba a casa pensando todo esto, recordé que debía darme prisa. Estudié mucho y al fin conseguí mejorar mis calificaciones, quería que mi madre lo vea y que tal vez, solo tal vez pueda dejar de ver la decepción en sus ojos al mirarme a la cara. A lo lejos veo mi casa, podía verla mientras caminaba. No lo había notado antes o tal vez si y lo dejé pasar pero mi casa no es como las demás casas de este vecindario, sus ventanas con rejas gruesas, el color sin vida con el que había sido pintado e incluso las plantas allí todas media muertas, eso no parecía un hogar. ¿Es esta la prisión a dónde fui condenada a vivir el resto de mis días? ¿Acaso siempre se vería así? ¿Cómo una prisión para almas desdichadas?.
Por fin, llegué y el asqueroso olor a alcohol llega a la puerta, ni siquiera podría distinguir la bebida. Abro la puerta y veo a mi madre sentada en su sofá favorito, un sofá no muy grande de color celeste y con manchas de sepa Dios lo que sea. Veo a mamá y voy hacia ella con una sonrisa sincera y esperanza en el corazón. Pero ella al verme se levanta tambaleante y camina a su habitación evitando así todo contacto conmigo. Sin embargo decido seguirla a su cuarto y entro un momento después de ella y con gran entusiasmo le digo:
_Mamá mira mis calificaciones mejoraron, yo creo qu…
_¡Haz silencio Emma! ¿Que necesidad tienes de alardear? ¡¿además que quieres?!.¡Acaso quieres que te aplauda! -grita mi madre y me toma del brazo de manera brusca para sacarme de su habitación-.
Trate de decirle algo, pero las palabras se quedaron a medio camino y no pude decir nada.
_Te lo dije miles de veces Emma, no me molestes cuando entro a mi habitación. Déjame en paz, no me interesa en lo más mínimo lo que te suceda, arreglátelas tu misma niña. -luego de decir todo eso me empujó afuera de su habitación y cerró la puerta muy fuerte-.