Estuve diez años casada con el amor de mí vida, aún sabiendo que el amor de mí vida, amaba a mí hermana.
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capítulo 2
...Aspen....
Luego del divorcio, me vi en la obligación de comprar una nueva casa.
Por suerte, Aziel no se negó a darme la mitad de lo que me correspondía por tantos años de matrimonio.
Al menos con ese dinero pude comprar una casa pequeña pero bonita.
Al llegar, mí niño salió corriendo hacia adentro, lo seguí.
Y mientras él jugaba, yo comenzaba a ordenar algunas cajas que quedaron sueltas.
Mientras lo hacía, no pude evitar recordar las palabras de Aziel.
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Comencé a llorar en silencio, no quería que mí hijo me escuchara.
Cuándo me calmé, busqué mí teléfono y llamé a mí mamá.
Sonó una, dos y tres veces.
Pero, mamá nunca contestó.
Llamé a papá, y el resultado fue el mismo.
Llamé entonces a Luke, y nada.
Llamé a los gemelos y tampoco atendieron.
No debería sorprenderme.
Su hija acaba de divorciarse pero, ni siquiera son capaces de atender una maldita llamada.
Sequé mis lágrimas, y me recompuse, regresando con mí hijo.
Pero, sigo recordando, es algo que no puedo evitar.
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¿Es que éstos diez años juntos no significaron nada para él?
Evidentemente no.
Para él, sólo fui un error.
Un error que terminó en un embarazo no deseado.
Recuerdo perfectamente aquél día, él primer y único día que Aziel me tocó.
Fue exactamente hace diez años atrás, cuando yo apenas tenía diecisiete años de edad.
Mí hermana y Aziel tenían una relación en aquél entonces. Aunque nada formal.
Dakota tenía veinte años, mientras que Aziel acababa de cumplir veinticinco.
Aquél día, me encontraba mirando televisión en la sala, cuando escuché a mí hermana bajar con sus maletas hechas, seguida por Aziel, quien intentaba con todas sus fuerzas evitar que se fuera.
Aquél diálogo entre esos viejos amantes sigue grabado en mí mente.
La forma en la que Aziel suplicaba que no lo abandonaran.
La manera tan cruel en que Dakota le dijo que no lo amaba, todo estaba intacto en mí memoria.
Resulta que mí hermana, sólo había utilizado a Aziel, mientras que él estaba ciegamente enamorado de ella.
Y, cuando Dakota encontró al hombre de sus sueños, decidió irse con él.
Aquél hombre era un italiano, el único que logró hacer que la inalcanzable Dakota cayera a sus pies.
Así fue como mí hermana se fue, dejando atrás los corazones rotos de todos, en especial, el de Aziel.
Esa misma noche, Aziel vació por completo el bar que estaba en la oficina de mí padre.
Bebió hasta más no poder.
Todavía escucho sus lamentos.
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Todas esas palabras y más.
Palabras que a mí nunca me dijo.
Esa noche, me acerqué a él.
Se veía como un perro abandonado, su precioso rostro repleto de lágrimas.
Sus ojos rojos de tanto beber.
Su voz ronca de tanto gritar y suplicar.
Me dolió tanto verlo así.
Lo ayudé a estabilizarse, y traté de llevarlo a la habitación de invitados para que pudiera descansar pero, incluso así, él seguía llorando.
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Repetía una y otra vez.
Estaba tan ebrio, que en el momento en que lo puse en la cama, finalmente me miró.
Y todo lo que pudo ver, fueron mis ojos.
Ojos azules oscuros como zafiros.
El mismo color de ojos que Dakota.
Él estiró su mano hacia mí rostro, y con la mayor suavidad del mundo, acarició mí mejilla.
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Había soltado en un susurro.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, él no me estaba viendo a mí, estaba viendo a mí hermana. Y eso me rompió el corazón.
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Comentó y luego me abrazó.
El aroma a alcohol me inundó, causándome rechazo.
Pero, antes de poder alejarlo, Aziel estampó sus labios con los míos en un beso apasionado.
Ese fue mí primer beso.
Intenté apartarlo, pero no me dejó hacerlo.
Sabía que debía seguir intentando alejarlo, sabía que no me estaba mirando a mí. Pero, no pude hacerlo.
Finalmente el hombre que amaba me estaba prestando atención y yo no quería que el momento terminara.
Así fue como me entregué a él.
Me entregué por completo.
Primer beso, primera vez, primer todo.
Cuando desperté al otro día, estaba feliz.
Pero, mí felicidad no duró mucho.
Ya que cuando Aziel despertó, me observó con confusión y asco.
<<¿Qué demonios haces aquí, Aspen?>>.
Todavía recuerdo lo gélida que era su voz al referirse a mí.
Todo lo opuesto a cuando hablaba con Dakota.
Cuándo se dió cuenta de lo que habíamos hecho, me odió aún más.
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Su acusación, luego de años, aún duele.
Porque fue cierto, sabía que él pensó que yo era Dakota. Y me aproveché de eso.
Gracias a mis acciones, papá me echó de casa.
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Esas fueron las palabras de mí padre, mientras me echaba a la calle.
Mis hermanos, madre, abuelos, todos fueron testigos de como mí padre me repudiaba. Ninguno hizo nada para evitarlo.
Todos me miraban con asco, como si fuera la peor basura pisando la tierra.
Luego de eso, me quedé en casa de mi mejor amiga, Carolina.
Ella es la única que sabe lo mala que es Dakota.
La única que sabe cuan crueles e indiferentes han sido todos conmigo.
Ella fue la única que nunca me dió la espalda.
Había pasado una semana y fue ahí cuando supe que estaba embarazada.
Busqué a Aziel, tanto sus padres como sus hermanos me cerraron la puerta en la cara, llamándome <
¿Cómo se atrevían?
Intenté regresar a casa, pero ni siquiera los sirvientes me dejaban pasar.
Entonces, no me quedó otra opción que ir a la universidad de Aziel.
Cuándo le dije lo del bebé, no me creyó.
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Eso fue lo que dijo.
Con el corazón roto, regresé dónde Carolina.
Comencé a trabajar pues el próximo año debía ingresar a la universidad.
Luego de ocho meses, Aziel llegó a la casa de Carolina, buscándome.
Resulta que su abuelo supo de mí embarazo, y lo obligó a casarse conmigo por el bien del bebé.
Es por eso que nos casamos.
Nunca hubo amor de su parte.
Nunca lo hubo y nunca lo habrá.