Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 9.2
Llego a las inmediaciones de la casa y veo un vehículo estacionado a las afueras. Al no reconocerlo, con recelo entro a la casa. Las maletas están en el coche, pero me encargare de ello luego. Una risita me lleva hacia el camino que conduce al estudio. Llego y escucho una voz masculina que habla pausado, me detengo y miro por el borde de la puerta tratando de no ser notado.
—Lo estás haciendo bien, cariño —escucho que le dice el imbécil ese que acaba de arruinar los estudios de mi chica.
—Duele —dice ella.
Me asomo un poco más y veo que está estirando su pierna, al parecer el maldito ese es el fisioterapeuta y por la forma en la que tiene a mi chica, él lo está disfrutando. Su pierna elevada deja ver su perfecto trasero tensarse con el pantalón de yoga que lleva. Suerte que no son esos pantalones cortos porque ya habría muerto el idiota. Me muevo un poco más y veo como una de las manos del cochino osa tocar la pierna de mi mujer.
—Estira bien —dice, sé que ella no le escucha y sé perfectamente que no le gusta que la toque porque se mueve incomoda—. ¿Sabes lo bien que te correría sobre mí? Tu profesor no se compararía conmigo —todo lo dice mientras esta de espaldas a ella, sabiendo claramente que no puede escucharlo.
—¿Lo hago bien? —pregunta ella. Él se coloca en frente y le muestra su dedo pulgar. Hiervo de rabia—. Pues entonces concéntrate en tu trabajo, este ejercicio no tiene nada que ver con mi problema en la rodilla —espeta ella cuando se coloca de pie enfrentándolo.
Me quedo sorprendido escuchando como mi mujer regaña al medicucho.
—Lo siento, cariño —resopla—. Siento decirte que el profesional soy yo y lamento informarte que el que sabe lo que hace soy yo.
Estoy por moverme y reventar la boca de ese despreciable hombre que se hace llamar profesional.
—Claramente lo que hace es toquetearme como si fuera una muñeca de trapo, recuerde bien que mi carrera profesional me da acceso a rehabilitaciones y por lo que tengo entendido su técnica no me ayuda en lo más mínimo, solo lo hace para manosearme y aprovecharse de que estoy sola en casa —le grita en la cara, sé que esta nerviosa.
—¿Acaso no te gustan mis caricias? Te garantizo que puedo ser diez veces mejor que ese profesor tuyo —dice y abro la puerta justo en el momento en que mi mujer le lanza un puñetazo que va derecho a su ojo izquierdo y cae de culo en el piso.
—¡Nunca te compares con mi hombre! ¡Él es mucho mejor que tú, además de que es el único a quien amo! —quiero pavonearme como un pavo real en este momento, pero necesito tranquilizar a mi chica y sacar a patadas a este acosador de nuestra casa.
Bueno, la casa de mi gatita feroz.
Cuando veo que se está por abalanzar sobre el idiota que se quiso aprovechar de ella, la tomo de la cintura, ella chilla sorprendida al verme.
—Tranquila, te tengo —murmuro sobre su cara para que solo ella me mire. La dejo en el piso y cuando volteo veo como el idiota se refriega su ojo al levantarse del piso—. ¡En cuanto a ti, espero que tengas de donde agarrarte!
Termino de mandar las imágenes y grabaciones de audios a mi abogado mientras el medicucho me mira con altivez.
—¿Tan pronto en casa? —pregunta.
—No es asunto tuyo, mejor busca un abogado —le digo. Tomo su brazo y tiro de él para sacarlo de la casa. Las ganas de matarlo a golpes me pican, pero sé que sería contraproducente por lo que solo lo hecho de la casa.
Cierro la puerta luego de sacar la basura y al voltear me encuentro con mi gatita feroz que me mira desconcertada.
—¿No deberías estar dando clases? —pregunta y siento que acabo de volver a mi casa luego del trabajo y que mi esposa espera por mí.
Necesito hacer realidad ese pensamiento, obvio que no aquí. Después de todo esta es la casa de mi suegro.
—Hubo un percance —digo y me acerco para tomar su mano y dirigirla hacia la cocina— ¿Quieres un café o algo fresco para tomar? —señalo para ganar tiempo.
—Agua, dime que pasa —pide y suspiro tomando una jarra de agua de la heladera para servir un vaso para mi gatita que ya se ve un poco más tranquila.
—Tuve que renunciar —anuncio tendiéndole el vaso lleno de agua fresca.
—¿Que? —toma el vaso, pero lo deja a un lado y se levanta de la silla que había ocupado, rodea la barra y se acerca a mi— ¿Que paso?
—Alguien hizo una denuncia y no pude mentir —lee mis labios y me quedo atento a su reacción.
—¿Como? ¿Por qué? Deberías haber dicho que era mentira —dice y comienza a moverse nerviosa, la tomo por los hombros para calmarla.
—No puedo, no me serviría de nada —digo y se queda pálida—. Tenían información muy específica como para negarlo.
—¿Saben que soy yo? —preguntó conteniendo las lágrimas.
—Si, lo siento —sus ojos se llenan de lágrimas, sabe lo que se avecina—. Irás a un tribunal de conducta donde serás evaluada.
—No —dice negando, soltando lágrimas que me parten el alma.
—Lo siento —pido tratando de despejar sus mejillas de las lágrimas—. No pude hacer nada al respecto, quise impedir que pases por ello, pero el rector fue muy firme en su decisión.
—Perdiste tu trabajo por mi culpa —chilla sacudiéndose de mis manos—. Debiste negarlo a muerte, dejarme ver como una loca acosadora, cualquier cosa que no te perjudique a ti.
Se ha vuelto loca.
—¿Estás loca? ¿Como haría eso? Sabes cuanto te quiero, es solo un trabajo puedo buscar otro —mis manos se mueven rápido mientras me quejo.
—No es la forma, quedarás marcado, te verán mal —sigue negando y chillando desconsolada, quiero tomarla en brazos para tranquilizarla, pero no me deja.
—Es peor para ti porque queda en tu expediente, pero yo puedo seguir con mi otro trabajo —digo, pero al parecer no entra en razón.
Ella no sabe que soy ingeniero, el trabajo que hice para su padre solo es algo pequeño y mi trabajo como profesor solo lo acepté porque quería explorar ese campo, no es que me hayan quitado mucho.
—¡Dios! Esto es una locura —chilla y se abalanza sobre mi presa de un llanto que solo atino a abrazarla y contenerla.
Todo está bien, sé que lo estará. Solo me duele que ella no podrá seguir estudiando, solo si consigue que le den un permiso o una extinción para que termine su carrera en otra universidad, pero no creo que eso ocurra.
La conduzco por la sala hasta su habitación y la recuesto en su cama, me uno a ella abrazándola, dejando que deje sacar todos sus lamentos para así poder afrontar una solución juntos.
Lo mejor sería hablar con su padre y pedirle permiso para ocuparme ella, le pondría el anillo que ella elija y la llevaría a mi casa para que juntos sigamos construyendo una vida, pero sé que ella no querrá lo mismo o tendré que convencerla de que lo quiera.
querida autora eres genial escribiendo
me encantaron todas tus novelas
Inmadura totalmente dejar pasar 4 años sin verse
increíble por más que sospecha que algo pasa entre ellos me parece horrible el accionar del padre
Pero lo más importante es que es su profesor ya maduro kn mucha experiencia y ella tan solo tiene 20 años sin haber vivido nada de nada kn cero experiencia y poca madures.
No me gusta queda esa sensación de que él al ser el mayor se aprovecha de la situación