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Pasión De Locura

Pasión De Locura

Status: En proceso
Genre:Pareja destinada
Popularitas:3.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Dailexys

tendrá que enfrentar su pasado para forjarse un futuro de felicidad junto a ella sin sentarse frustrado…

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CAP 23

Se sentía así porque ella era pura e inocente, y sus reacciones eran castas. Un

hombre como Alejandro se aprovecharía de eso. ismael tenía que protegerla.

—¿Estás lista para que nos vayamos? —preguntó al apartarse.

—¿No vas a enseñarme tu casa?

—No hay mucho que ver —dijo Ismael encogiéndose de hombros—. Pero claro.

Apagó las lámparas y se aseguró de que madison se hubiera puesto el chal al

cruzar el jardín hacia la casa.

—Utilizo la puerta trasera —dijo mientras abría.

Buscó unas cerillas y encendió las lámparas, así como un farol que emplearía

para mostrarle el resto de la casa.

—Está más o menos como cuando la compré —le dijo—. No he hecho mucho

salvo limpiarla y aprovisionar la despensa.

Lorabeth lo siguió mientras le mostraba el comedor, la sala y su dormitorio. Las

habitaciones estaban limpias, los muebles eran prácticos y útiles, pero realmente no

había mucho de él allí.

—Es bonita —dijo ella.

—Sólo es un lugar de trabajo —encogiéndose de hombros, la condujo de nuevo

a la puerta trasera—. La casa del pueblo se parece más a un hogar.

—¿Me la enseñarás?

—Si quieres.

Le dio la mano y la condujo hasta la calesa, donde Madison se tapó con la

manta preparándose para el viaje.

—Es hora de sacar los abrigos de invierno —comentó él.

—Yo he pedido uno nuevo del catálogo de la señorita Ema —le dijo Madison—.

Tiene un sombrero a juego y unos guantes de piel. Está muy de moda.

—Suena bien. Tengo varios cuadros para que elijas —le dijo mientras

avanzaban hacia el pueblo—. Nunca llegué a llevártelos.

—¿Cuadros?

—¿Recuerdas cuando llevaste tus cosas a tu habitación? Te dije que tenía

cuadros que Eli se había dejado. Puedes quedártelos.

—Puede que me guste alguno —contestó ella.

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La casa estaba oscura, claro, aunque la casa de la vecina, la señora McKinley,

tenía encendidas las luces del piso de abajo. Ismael detuvo la calesa y volvió a darle la

mano a Madison.

Unos enormes arbustos flanqueaban los peldaños del porche trasero. Ismael abrió

la puerta y encendió las lámparas.

Observó la reacción de Madison a la enorme cocina. El suelo estaba limpio y

brillante gracias a las últimas reparaciones. Ismael señaló hacia la chimenea de ladrillo.

—Hay incluso chimenea. Los cuadros están en el comedor. Los he apoyado

contra la pared.

Lorabeth lo siguió mientras él iba encendiendo más lámparas.

Se arrodilló frente a los cuadros y fue mirándolos uno a uno.

—Me encantan —dijo—. ¿Por qué no se los llevó Eli?

—Creo que los eligió la primera esposa de Caleb. Eli compró más para la

nueva casa cuando se mudaron.

—Ah. Entiendo. Me gusta éste —dijo señalando un cuadro de dos chicas

sentadas en un prado haciendo pulseras de piedras de colores.

—Bien. Es demasiado femenino para mí.

—¿Y qué te parece éste? —preguntó Madison señalando el retrato de una joven

con un sombrero. Tenía un pájaro posado al lado, y los colores eran rojos y azules

mezclados con blancos.

—Buenas elecciones para tu habitación. Los pondré junto a la puerta trasera.

Después le mostró la sala con enormes ventanas y un estudio lleno de librerías

construidas a lo largo de las paredes, así como un pesado escritorio de madera.

Había un cuadro con perros de caza colgado sobre la chimenea.

—Ése lo compré yo —le dijo—. Lo traje desde Chicago.

—Me encantaría ver Chicago.

—Newton también es un lugar grande —dijo él—. Algunas de las ciudades a lo

largo de la línea ferroviaria están compuestas de una estación de tren, una caballeriza

y un par de salones.

—¿De verdad?

Asintió.

—Supongo que no es tanto la gran ciudad lo que deseo ver como el mundo más

allá de mi limitada experiencia.

—Tu sueño de hacer un viaje en tren —recordó Ismael en voz alta—. ¿Alguna vez

has pensado en trabajar en el Arcade? Esas chicas tienen billetes gratis a cualquier

lugar al que quieran ir.

—Mi padre ni siquiera consideraría la opción de dejarme trabajar allí. Ni de ir a

la universidad. Le llevó meses dejarme trabajar para tu hermana.

Quieres beber algo caliente? —preguntó Ismael—. Puedo preparar café.

—¿Tienes leche y cacao? Podríamos tomar chocolate caliente junto al fuego.

Puedo prepararlo.

Ismael asintió y dijo:

—Te ayudaré a encender el fuego y luego encenderé uno aquí.

Era evidente que ismael había empleado más tiempo y energía convirtiendo

aquel lugar en un hogar que en la otra casa. Incluso para ser la casa de un soltero, la

cocina estaba bien aprovisionada.

Encontró tazas y una bandeja y llevó el chocolate caliente al estudio, donde Ismael

ya había encendido el fuego. Dejó la bandeja sobre la alfombra y ambos se sentaron

en el suelo.

—Yo pasaría todo mi tiempo aquí si ésta fuera mi casa —le dijo a Ismael.

—Ésta es mi habitación favorita —dijo él—. Era el estudio de Caleb cuando

vivían aquí.

—Tienes suerte de pertenecer a la familia Ceistaldi. Tienen algo único y especial

—dijo ella—. Mencionaste a la primera esposa del doctor Cristaldi. No la recuerdo.

—Mateo me contó que ella nunca fue feliz aquí —dijo Ismael mirando al

fuego—. Quería vivir en la gran ciudad.

—Yo no quiero vivir en una gran ciudad —le dijo Madison. No quería que

pensara que sería una esposa descontenta—. Simplemente me gustaría ver una.

—Murió después de que naciera Nate. Caleb necesitaba a alguien que cuidara de Nate

y así es como Eli y él se conocieron.

—¿Tu madre vivía entonces?

—No.

—Debías de ser muy joven por aquel entonces. ¿Dónde vivían leo, Eli y tú?

—Eli trabajaba en el Arcade. —Es cierto. Era una chica Harvey.

—lek y yo trabajábamos en una granja cerca de Florence.

—¿Trabajando? Si eran unos niños.

—El estado nos dio a una familia de adopción.

—¿Y esa otra familia se ocupó de ustedes?

—La verdad es que no quiero hablar de eso.

—Lo siento, no pretendía cotillear.

—No estabas cotilleando —dijo él, pero no mencionó nada más sobre el tema—.

He disfrutado llevándote al baile. Estaba orgulloso de bailar contigo.

—No se me da muy bien.

—No me refería a tu habilidad bailando. Quería decir que eres una mujer muy

buena.

—Sólo una chica de Kansas —dijo ella encogiéndose de hombros—. Nunca he

ido más lejos de Topeka, y no sé muchas cosas aparte de jardinería y labores del

hogar.

—Eso no es verdad.

—¿No? ¿De qué más sé?

—Sabes jugar al croquet y hacer muñecas de papel, tocar el piano. leo dice

que le ayudas con los deberes de matemáticas. Eres sabia y sincera. Y yo te he visto

hablar con un gato.

—Sí, claro —dijo ella riéndose—. El lenguaje de los gatos es uno de mis talentos.

—Uno de tantos —añadió él—. Éste es probablemente el mejor chocolate que he

probado nunca.

—No es verdad.

—Sí lo es — Ismael se detuvo y agachó la cabeza como si se sintiera avergonzado—

. Te he comprado algo.

—¿Qué es?

—Puede que te parezca una tontería.

—No me lo parecerá. ¿Qué es?

—No es mucho. Simplemente pensé en ti cuando estuve en el mercadillo —se

levantó y se acercó al escritorio, donde abrió un cajón y sacó algo plano y

rectangular. Regresó junto a ella, se sentó y le ofreció el objeto.

—¿Qué es?

—Mira.

Madison lo aceptó y leyó lo que ponía en el envoltorio.

—Chocolate. Hecho en Suiza.

—¿Te gusta el chocolate?

—Eso creo. Nunca he tenido uno de éstos. Utilizo polvo de cacao para cocinar.

—Bueno, ábrelo y pruébalo.

—¿Ahora?

—¿Por qué no?

Madison rasgó suavemente el envoltorio y abrió la caja.

—Adelante. Toma un pedazo.

Lo hizo, dejando que se deshiciera en su lengua. Cerró los ojos. El chocolate era

mil veces mejor que las gominolas.

Tras tragar, se pasó la lengua por los dientes.

—Imagina —dijo—. La gente en Suiza debe de probar esto todos los días

mientras lo prepara.

—¿Vas a darme un poco?

Madison le ofreció la tableta y él rompió un pedazo y se lo llevó a la boca.

—Puede ser que lo hagan —añadió Ismael—Entre bocados de queso, claro.

Ambos se rieron.

Madison se llevó otro pedazo a la boca y lo masticó.

Ismael estiró el brazo y le tocó la comisura del labio con el pulgar. Ella lo

miró a los ojos con un anhelante deseo de tener más y conocer más… de tenerlo todo.

—Gracias por pensar en mí.

—Parece que no puedo dejar de pensar en ti, madison.

—¿Y en qué piensas?

—En tu sonrisa. En tu pelo brillante. En besar......

Madison se sonrojo, smael se inclinó hacia delante y ella hizo igual. Los dos se acercaron y Madison

colocó los dedos en su camisa.

Con sus labios casi tocándose, Ismael dijo:

—A veces pienso tanto en ti que nada más parece real.

Sus labios se juntaron y ella notó el calor y saboreó el chocolate. Le pasó el

brazo alrededor del cuello y él respondió abrazándola con fuerza.

A madison le encantaba sentir sus pechos contra su torso, y sus brazos fuertes

rodeándola. Nunca había estado tan cerca de una persona, nunca se había sentido

deseada.

ismael apartó la boca y comenzó a darle besos por la barbilla, bajando hasta el

cuello. Ella echó la cabeza hacia atrás mientras los escalofríos de placer recorrían sus

hombros. Si hubiera estado de pie, probablemente se habría caído.

Ismael volvió a besarla en la boca, y madison le acarició la cara con amabas

manos. Se inclinó sobre ella y en esa ocasión sus cuerpos descendieron hasta estar

tumbados uno encima del otro.

Rindiéndose al deseo, madison le pasó los dedos por el pelo y presionó en su

nuca con la mano. Ismael deslizó los dedos por su cuello y colocó la mano en la

parte delantera de su vestido. Al sentir su tacto contra su pecho, el corazón se le

aceleró.

Sus caricias eran tan líricas como un poema, y su boca tan dulce como la fruta

más madura. Madison disfrutó de la sensación de estar entre sus brazos. Sus

sentidos estaban más despiertos que nunca. Olió el jabón que había usado aquel día,

sintió el calor del fuego a su lado, vio el brillo dorado en su pelo y en sus pestañas.

Todo su deseo, todos sus sueños se estaban haciendo realidad.

FIN👻

1
Claudia Marlen Inzunza Lopez
Excelente
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