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EL DESTINO ES LA MUERTE.

EL DESTINO ES LA MUERTE.

Status: Terminada
Genre:Completas / Escena del crimen / Leyenda sangrienta / Casos sin resolver
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: José Luis González Ochoa

Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️

¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.

Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈

NovelToon tiene autorización de José Luis González Ochoa para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

(CAPITULO 9) UN CALLEJÓN SIN SALIDA

Monserrat y Juan entraron en una de las habitaciones después de haber escuchado el ruido. Ahí se encontraba Ethan Walker sentado en una silla, con una hermana 9 milímetros apuntándose a la cabeza. Sobre sus piernas estaba una carta y un teléfono celular desechable.

Juan y Monserrat, al momento de verlo, le apuntaron y le dijeron que soltara el arma. "¿Qué está haciendo?", preguntó Monserrat.

Walker respondió que ambos bajaran el arma. "Si no, sí iba a disparar", amenazó.

Por un momento, Monserrat y Juan titubearon. Pero Monserrat sabía lo que estaba en juego. No podía permitir que su testigo, o su ex cliente, o sospechoso, sin ella saber algo al respecto, sin poder investigar, se quitara la vida.

"Juan, baja el arma", dijo Monserrat, decidida.

Juan la miró con sorpresa, pero luego asintió y bajó su arma. Monserrat también bajó la suya.

Walker los miró con una mezcla de alivio y desesperación. "Gracias", dijo, su voz temblorosa.

Monserrat se acercó a Walker, intentando mantener la calma. "Ethan, ¿qué está pasando? ¿Por qué estás haciendo esto?"

Walker se rió, una risa amarga. "No hay nada que hacer. Ya he perdido todo. Mi vida está arruinada."

Monserrat se acercó a Walker, intentando mantener la calma. "Ethan, ¿qué está pasando? ¿Por qué estás haciendo esto?" preguntó, su voz firme pero preocupada.

Walker la miró con ojos desesperados, su rostro pálido y sudoroso. "Dos personas llegaron a mí", comenzó a explicar, su voz temblorosa. "Una mujer que se hace llamar Lilith y un hombre que se hace llamar Amón."

Monserrat se sintió un escalofrío en la espalda al escuchar esos nombres. Ya los conocía. Los había visto esa misma mañana en la cafetería.

Walker continuó, su voz llena de desesperación. "Dijeron que tenía que tomar una decisión y que la decisión tenía que tomarla frente a una mujer que yo conocía... me dijeron que se trataba de usted, la abogada que había llevado mi caso años atrás."

Monserrat se sintió sorprendida por la conexión.

Walker siguió hablando, su voz llena de culpa. "La que había logrado ganar y haberme absuelto de la acusación que se me hacía en aquel entonces... cuando se me acusaba de secuestrador."

Monserrat recordó el caso.

Walker continuó, su voz llena de desesperación. "Y ahora ellos me están regresando los errores que cometí en el pasado. Tienen secuestrada a mi hermano y si yo no me doy un tiro aquí mismo, ellos le darán uno a ella."

Monserrat se sintió horrorizada.

Walker le extendió una carta. "Me dijeron que le diera esta carta y que le llamarían el teléfono después de que yo tomara esta decisión."

Monserrat tomó la carta, su mano temblorosa.

Juan, que se encontraba ahí también, se acercó a Monserrat. "Señora, ¿qué está pasando?", preguntó, su voz preocupada.

Monserrat se volvió hacia Juan, su rostro serio. "Está involucrado en algo muy peligroso, Juan. Gente muy peligrosa. Hay gente inocente en peligro."

Walker se dirigió a Monserrat, su voz suplicante. "Por favor, abogada... no permita que esa gente lastime a mi hermano."

Monserrat intentó responder, pero fue demasiado tarde. Walker apretó el gatillo de su arma.

El ruido del disparo resonó en la habitación de manera espeluznante. La escena se volvió caótica, como si el tiempo se hubiera detenido. La sangre se desparramó por todos lados, salpicando las paredes, el suelo y los cuerpos.

Monserrat se sintió conmocionada, su corazón latiendo con fuerza. Juan se acercó a ella, su rostro pálido.

"Señora, ¿está bien?", preguntó, su voz temblorosa.

Monserrat asintió, intentando recuperar la compostura. "Tenemos que encontrar al hermano de Walker", dijo, su voz firme. "

El teléfono que se encontraba en las piernas de Walker cayó al piso después de que el cuerpo de este se derrumbara sobre el mismo. Monserrat se sintió conmocionada, su corazón latiendo con fuerza. La sangre de Walker salpicaba su rostro, y ella intentaba limpiarse con la manga de su chaqueta.

Mientras se limpiaba, el teléfono sonó. Monserrat se vio obligada a tomarlo, su mano temblorosa.

"¿Sí?", respondió, su voz firme.

Una voz fría y calculadora respondió al otro lado de la línea. "Buenas tardes, abogada. Soy Amón."

Monserrat se sintió un escalofrío en la espalda. "¿Qué quieres, Amón?", preguntó, intentando mantener la calma.

Amón se rió. "Solo quiero confirmar que Ethan Walker ya no es un problema para nosotros."

Monserrat dudó por un momento antes de responder. "Sí, está muerto."

Amón asintió, satisfecho. "Excelente. En ese caso, liberaremos al hermano de Walker.

Monserrat se sintió un suspiro de alivio.

Amón continuó. "Y por favor, lee la carta que te dio Walker antes de morir. Es de Lucifer."

Monserrat miró la carta que Walker le había dado minutos antes de su muerte.

"Ya la tengo", respondió.

Amón se rió. "Excelente. Ahora es tu turno de jugar, abogada. Descubre qué significa la carta."

La línea se cortó, y Monserrat se quedó con el teléfono en la mano, su mente racionalizando las opciones que tenía. Juan se acercó a ella.

"¿Qué dijo?", preguntó.

Monserrat se volvió hacia él. "Van a liberar al hermano de Walker. Pero ahora tengo que descubrir qué significa esta carta."

Juan frunció el ceño. "¿Qué carta?"

Monserrat le mostró la carta. "Esta. La manda Lucifer."

Después de intercambiar palabras, Monserrat y Juan se miraron con urgencia. La realidad los golpeó de nuevo: había un cuerpo muerto frente a ellos.

Juan reaccionó rápidamente. "Hay que llamar a la policía de inmediato", dijo, sacando su teléfono.

Pero Monserrat lo detuvo con un gesto desesperado. "No, no podemos involucrar a la policía", dijo, su voz baja y urgente.

Juan se sorprendió. "¿Por qué no?"

Monserrat se acercó a él, su rostro pálido. "Me dijeron que si ellos se enteraban de que lo hacía, iban a matar a alguien cercano a mí", susurró. "Incluso usted podría ser esa persona cercana a mí."

Juan se sintió un escalofrío en la espalda. "¿Qué significa esto?"

Monserrat miró alrededor nerviosamente. "Por favor, no hay que largarnos de aquí lo antes posible. Hay que irnos antes de que alguien nos vea."

Juan asintió, su mente racionalizando la situación. "Está bien, vamos."

Monserrat se volvió hacia él, su mirada intensa. "Por favor, Juan, no hable de esto con nadie. Estoy en una situación muy peligrosa y usted también."

Juan se sintió un nudo en la garganta. "Entendido."

Monserrat lo tomó del brazo y lo llevó hacia la puerta. "Vamos a mi casa esta noche. Platiquemos de esta situación. Ya está involucrado y necesito que esté al tanto de todo."

Juan asintió, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que se estaba metiendo en algo grande, algo peligroso.

Al salir de la habitación, Monserrat miró alrededor nerviosamente, asegurándose de que no hubiera nadie que los viera. La oscuridad los envolvió como una manta de miedo.

"Vamos", susurró Monserrat, empujando a Juan hacia la noche.

Juan se sintió arrastrado por la corriente de la situación, sin saber qué lo esperaba en el futuro. Pero sabía que no podía dejar a Monserrat sola en esto. Estaban en esto juntos, para bien o para mal.

La noche se cerró sobre ellos como una trampa mortal. El cielo oscuro parecía una cortina de terciopelo que ahogaba la ciudad, y las luces de los rascacielos se reflejaban en los edificios de cristal como ojos demoníacos que los observaban.

Monserrat condujo su coche por las calles desiertas, con Juan al volante. El motor rugía como un animal herido, y las ruedas crujían sobre el asfalto como si estuvieran aplastando huesos.

La brisa nocturna llevaba el olor a muerte y desesperación, mezclado con el humo de los escapes de los coches y el perfume de las flores en los parques, que ahora parecían un recordatorio macabro de la vida que se esfumaba.

Las sombras se movían en las esquinas, como si los fantasmas de las víctimas de Lucifer los estuvieran siguiendo. Monserrat miraba por el espejo retrovisor, esperando ver a Amón o Lilith emergiendo de la oscuridad.

Juan mantenía los ojos fijos en la carretera, su rostro pálido y tenso. "¿Dónde vamos?", preguntó, su voz baja y urgente.

Monserrat se inclinó hacia adelante, su mirada fija en la carretera. "A mi casa", respondió, su voz apenas audible.

El silencio que siguió fue como un abismo que se abría entre ellos. Solo el ruido del motor y el crujido de las ruedas rompían el silencio.

Finalmente, llegaron a la casa de Monserrat, un edificio de ladrillo rojo que parecía una fortaleza en medio de la noche oscura. La casa estaba rodeada de árboles altos y una verja de hierro forjado, que parecía una barrera infranqueable contra el terror que los perseguía.

Al entrar en la casa, Monserrat cerró la puerta detrás de ellos y se dirigió al salón. Juan la siguió, aún tratando de procesar los eventos de la noche.

Monserrat se sentó en el sofá y se inclinó hacia adelante, abriendo la carta que había recibido de Lucifer. La carta estaba escrita en papel de seda, con tinta roja que parecía sangre.

La habitación estaba en silencio, solo interrumpido por el tictac del reloj en la pared. Juan se sentó junto a Monserrat, esperando a que ella comenzara a leer.

Monserrat desdobló la carta y comenzó a leer, su rostro iluminado solo por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Su expresión cambió de curiosidad a sorpresa, y finalmente a miedo.

Juan se inclinó hacia adelante, su corazón latiendo con anticipación. ¿Qué secreto contenía la carta? ¿Qué peligro acechaba en las sombras?

Monserrat desdobló la carta y comenzó a leer, su rostro iluminado solo por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Su expresión cambió de curiosidad a sorpresa, y finalmente a miedo.

"Hola de nuevo, abogada Hernández...", leyó Monserrat, su voz apenas audible.

Juan se inclinó hacia adelante, su corazón latiendo con anticipación. "¿Qué dice?", preguntó, su voz baja.

Monserrat no respondió, absorta en la carta.

"...ya van tres: dos suicidios y un asesinato. Tres clientes de usted: uno que era reciente y dos antiguos...", continuó leyendo Monserrat.

Su rostro se puso pálido. Los nombres de los clientes asesinados y suicidas surgieron en su mente como fantasmas acusadores. ¿Cómo podía Lucifer saber todo esto?

"...y hasta ahora, yo no veo que realmente tenga un progreso en su investigación para hallarme...", leyó Monserrat, su voz temblorosa.

Juan se sintió un escalofrío en la espalda. Lucifer parecía estar siempre un paso adelante.

Monserrat siguió leyendo:

"...¿Qué tantos otros nombres? ¿Qué tantos otros criminales que ustedes dejaron en libertad aún siguen ahí en esa lista?...".

Su mente comenzó a girar. ¿Cuántos otros casos había resuelto sin saber que estaban conectados a Lucifer?

"...y quiero pensar que seguirá buscando a los demás para tratar de averiguar mi identidad y mi localización...", continuó leyendo Monserrat.

Su corazón se aceleró. Lucifer la estaba desafiando, retándola a encontrarlo.

"...pensó suerte realmente y de todo corazón. Yo espero que aún no haya involucrado a la policía o que no haya involucrado a nadie en especial porque eso sería un error muy grave...", leyó Monserrat.

Juan se sintió un nudo en la garganta. Lucifer sabía que Monserrat había involucrado a alguien, a él.

Finalmente, Monserrat llegó al final de la carta:

"...Te deseo suerte mañana es su tercer día y un solo recordatorio más: tic tac, el tiempo corre."

La habitación quedó en silencio. Monserrat se sentó inmóvil, la carta en su mano, su rostro pálido y su corazón latiendo con miedo.

Juan se inclinó hacia adelante, su voz baja. "Monserrat, ¿qué vamos a hacer?"

Monserrat no respondió. Su mirada estaba fija en la carta, su mente consumida por la desesperación y el miedo.

El tictac del reloj en la pared parecía resonar en la habitación, recordándoles que el tiempo se estaba acabando.

Monserrat finalmente habló, su voz apenas audible. "Tengo que encontrarlo. Tengo que detenerlo."

Juan asintió, su rostro determinado. "Estoy contigo, Monserrat. Juntos podemos hacerlo."

Pero la carta de Lucifer parecía estar diciendo lo contrario. El tiempo corría en su contra, y la suerte no parecía estar de su lado.

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Luis Ochoa
Hola Alicia, muchas gracias por tu comentario. Ten por segura que se tiene contemplada la secuela.
Alicia Escobar
un libro interesante con detalles únicos y originales, espero que tenga una continuación 😃👍
Elsa Orivas
mucho miedo pero que val8e te
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