Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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capitulo 14 La confrontación inesperada
La confrontación inesperada
El sol comenzaba a esconderse detrás de los edificios de la ciudad cuando Keren y Emma salieron del edificio corporativo. Emma caminaba en silencio, sintiendo una pesada nube sobre sus pensamientos. La escena de Keren besando a otra mujer en su oficina seguía repitiéndose una y otra vez en su cabeza, como si estuviera grabada en su memoria. No podía entender cómo él había sido tan frío, tan indiferente, como si su presencia no importara en absoluto.
Mientras caminaban hacia el coche de Keren, él notó su expresión tensa. Sabía que algo andaba mal, pero no estaba acostumbrado a que las personas a su alrededor cuestionaran sus acciones. Sin embargo, la quietud de Emma era distinta, no era el tipo de silencio al que estaba habituado.
—¿Qué te pasa? —preguntó Keren finalmente, sin apartar la vista del camino mientras encendía el motor del coche. Su tono era neutral, casi desinteresado, pero sabía que algo había cambiado.
Emma no respondió de inmediato. Sus manos estaban tensas en su regazo, luchando por mantener la calma mientras las emociones la consumían por dentro. Sabía que debía hablar, que no podía dejar pasar lo que había presenciado en la oficina. Había aceptado el trato con Keren, pero no había acordado ser humillada de esa manera.
Finalmente, después de unos segundos que parecieron eternos, Emma lo miró, sus ojos llenos de reproche y frustración.
—¿De verdad no le importa en absoluto lo que pasó hoy? —preguntó, su voz baja pero cargada de emociones contenidas.
Keren frunció el ceño, sin entender del todo a qué se refería.
—¿A qué te refieres?
—¿A qué me refiero? —repitió ella, su voz aumentando en volumen mientras el enojo empezaba a salir a la superficie—. ¿A lo que vi en su oficina hoy, señor Keren? ¿A qué me llamaste para que fuera a verte, pero cuando llegué te encontré besándote con otra mujer como si yo no estuviera allí?
Keren soltó un suspiro, claramente irritado. Para él, ese tipo de situaciones no significaban nada. Las mujeres iban y venían, y ninguna le había exigido nunca una explicación. No entendía por qué Emma, quien había aceptado el acuerdo sabiendo en qué se estaba metiendo, ahora actuaba como si tuviera derecho a cuestionarlo.
—No fue nada, Emma. Solo un beso. No tienes por qué hacer un drama por eso —respondió con frialdad, sin detener el coche.
Emma lo miró con incredulidad, sintiendo que cada palabra suya era como una daga clavándose más profundo en su orgullo.
—¿Un beso? —repitió ella, temblando de rabia—. Si quieres que este… "acuerdo" funcione, lo mínimo que puedes hacer es respetarme. Si tú no piensas ser fiel, entonces yo tampoco tengo por qué seguir las reglas. Soy tan libre como tú de hacer lo que quiera.
El coche se detuvo bruscamente al lado de la acera. Keren giró su cabeza hacia ella, sus ojos ahora oscuros y llenos de furia contenida. No estaba acostumbrado a que alguien lo desafiara de esa manera, mucho menos una mujer con la que había firmado un acuerdo claro. Sin decir nada, salió del coche y, sin darle tiempo a reaccionar, abrió la puerta del lado de Emma y la sacó de su asiento de un tirón, tomándola por los brazos.
—¿Crees que puedes desafiarme, Emma? —le espetó entre dientes, su rostro a centímetros del de ella—. Desde el momento en que firmaste ese acuerdo, eres mía. Y yo soy tu dueño.
Emma luchó por soltarse, el miedo y la ira mezclándose en su interior. Su corazón latía desbocado, y por un segundo, temió por lo que Keren pudiera hacer. Pero algo dentro de ella no se dejaba intimidar. Levantó el rostro, con la mirada llena de coraje.
—No soy de nadie —replicó, su voz firme, aunque su cuerpo temblaba—. Y menos tuya, si no sabes respetarme.
Keren no dijo nada más. En cambio, la atrajo hacia él, con un movimiento brusco, y la besó con fuerza, un beso que no tenía nada de cariño, solo posesión. Emma intentó apartarse, pero él la mantenía atrapada entre sus brazos, dejando claro que no aceptaría ningún tipo de desafío.
Cuando finalmente la soltó, Emma jadeaba, sus labios doloridos y sus ojos llenos de lágrimas de impotencia.
—No tienes elección, Emma —dijo Keren en voz baja, con una calma que daba escalofríos—. No me interesa lo que pienses de mí. Lo único que importa es que ahora eres parte de este trato, y cumplirás tu parte.
Emma lo miró, sintiendo que una parte de ella se rompía. No sabía si era el miedo, la rabia o la humillación lo que le causaba más dolor, pero en ese momento entendió que estaba atrapada. Keren no era un hombre que aceptara un "no" por respuesta.
—¿Por qué me haces esto? —murmuró, su voz apenas un susurro—. ¿Qué ganas con destruirme de esta manera?
Keren la soltó, como si esas palabras no lo afectaran en absoluto. Simplemente se alejó, su expresión volviendo a la indiferencia habitual.
—No lo veas de esa manera, Emma. Solo estoy asegurándome de que entiendas tu lugar. Ahora, sube al coche. Vamos a ver el apartamento.
Emma se quedó parada, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba poco a poco. Sabía que no tenía otra opción. Había aceptado el trato, y ahora estaba pagando el precio. Sin decir una palabra más, volvió a subir al coche, con el corazón pesado y la mirada perdida en el horizonte.
Keren volvió al volante, como si nada hubiera sucedido, arrancando el coche con una frialdad que solo aumentaba la tensión en el aire.