Apariencia de Ángel tenía ella, una mujer que se vio obligada a casarse con un hombre que no conocía , mejor dicho que no conoce durante los tres primeros años de dicho matrimonio , acostumbrada a su soledad en aquella mansión un día de la nada se ve obligada a actuar como toda una señora ante su regreso . El era tan frío con una apariencia de demonio que nadie podía llegar a pensar que en su vida existiera lugar para la familia o el amor pero todo cambia cuando se ve en la obligación de cumplir su papel dentro de aquel matrimonio y la conoce a ella .
¿ Podrá existir entre ellos más que una unión por obligación ?
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Capitulo 13
Ambos se subieron al coche, y Axel, con una expresión de determinación en su rostro, se volvió hacia Anna, su mirada intensa como un rayo.
—Mis decisiones no se discuten, Anna, y que te quede claro —le dijo, mirándola fijamente, como si cada palabra fuera un mandato inquebrantable.
Anna sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no se dejaría intimidar.
—En este caso, estás siendo injusto, Axel —respondió ella, su voz temblando ligeramente, pero se esforzó por mantener la compostura. La frustración comenzaba a burbujear en su interior, como un volcán a punto de estallar.
—¿Injusto, Anna? Estabas bajo su cuidado y apareces con un moretón —replicó él, su tono cargado de reproche y preocupación, como si la culpa de lo sucedido recayera sobre ella.
—Te he dicho que no es nada, Axel. Eres un exagerado —contraatacó Anna, intentando restarle importancia a la situación, aunque en el fondo sabía que su esposo tenía razón. La imagen del moretón en su brazo la incomodaba.
—Dejémoslo hasta aquí, Anna. No pienso seguir discutiendo —dijo Axel, cerrando el tema con firmeza, como si no hubiera lugar para más debate.
—Vale, vale... —suspiró Anna, observando todo a su alrededor. Las calles de la ciudad eran preciosas, llenas de vida y color.
Se sorprendió cuando Axel aparcó en el centro comercial Plaza de Oro; sabía que todo allí costaba un ojo de la cara. La opulencia del lugar la hizo sentir un poco fuera de lugar.
—¿Qué se supone que hagamos? —preguntó Anna, mirando a su esposo con curiosidad y un toque de inquietud.
—Comprarás lo necesario para la fiesta en casa de mis padres el sábado —respondió Axel, saliendo del coche con determinación, como si no hubiera otra opción.
—Tengo ropa en casa, Axel. ¿Qué necesidad hay de comprar más? —insistió Anna, sintiendo que no era necesario gastar más dinero en algo que ya tenía.
—Es una gala, Anna. Serás presentada como mi esposa. Deberás estar a la altura —dijo Axel, su voz firme y autoritaria, dejando claro que no había lugar para la discusión.
—Insisto, no es necesario —continuó Anna, siguiéndolo a la tienda más lujosa del lugar, sintiendo que su opinión no contaba.
—¡Sigue, Anna! ¿Qué te he dicho sobre las decisiones que tomo? —exclamó Axel, con un tono que dejaba claro que no estaba dispuesto a ceder.
—Sí, Axel. Lo siento, se me ha olvidado —respondió Anna, poniendo los ojos en blanco, aunque en el fondo sabía que tenía razón.
Entraron a la tienda, y Anna se dio cuenta de que todas las mujeres presentes tenían la mirada fija en Axel. ¿Y quién no? Se veía guapísimo; la sudadera se ajustaba a su gran cuerpo, realzando su figura atlética. Hasta la vendedora no le quitaba la mirada de encima a Axel, lo que la hizo sentir un poco incómoda.
Después de mostrarle a Anna algunos vestidos, mientras Axel esperaba en uno de los probadores, ella escogió dos: uno negro de tirantes, largo, pero con una abertura en la pierna desde la altura de la cintura, hecho de seda que se pegaba a su cuerpo, dejando a la vista todas sus curvas; y el otro, era azul oscuro, de mangas y con un escote en forma de corazón. Sin embargo, se decidió por el negro, sintiendo que era el más adecuado para la ocasión.
Después, eligió algunos conjuntos de lencería, y Axel la presionó para que comprara también joyas. Anna se hizo las uñas y se depiló las cejas, aunque no hizo tanta diferencia, ya que era hermosa de por sí.
Axel observaba a Anna con atención. Solo traía cuatro bolsas, pues no quería seguir comprando. Nunca había conocido a una mujer que no disfrutara de las compras, pero descubrió que Anna era la excepción.
Volvieron a casa justo a la hora de la cena. Cuando Axel entró, Anna fue directamente a la habitación a dejar las cosas, mientras él se quedó abajo con Jhon.
—¿Alguna noticia? —preguntó Axel, dirigiéndose al despacho con un aire de expectativa.
—Sí, señor. Déjeme informarle que, de alguna manera, se ha filtrado en las redes que usted está casado, y esperan poder conocer a su esposa —respondió Jhon, con un tono serio que reflejaba la gravedad de la situación.
—Lo sospeché. Por eso, Anna será presentada ante todos como mi señora el día de la fiesta —dijo Axel, sintiendo que la presión aumentaba.
—¿Quiere que se mantenga bajo perfil su apariencia, al igual que usted? —preguntó Jhon, buscando la aprobación de su jefe.
—Sí. Es muy importante que se mantenga privada —respondió Axel, con determinación, consciente de que la imagen de su familia era crucial.
—De acuerdo, señor. Así será —confirmó Jhon, asintiendo con respeto.
El joven se fue, y Axel subió. Cuando llegó a su habitación, Anna ya estaba acostada; se había quedado dormida con los zapatos puestos. Axel se acercó, le quitó los zapatos con suavidad y se metió a la cama a su lado, disfrutando de la tranquilidad del momento.
A la mañana siguiente, Axel despertó con una maraña de cabello negro sobre su pecho. Anna se encontraba encima de él, profundamente dormida. Axel la observó durante un buen rato, disfrutando de la paz que emanaba de ella, hasta que ella comenzó a despertarse. En cuanto lo hizo, se despegó de él de inmediato, sonrojándose.
—¡Lo siento! —se disculpó Anna, levantándose de la cama con un ligero rubor en sus mejillas.
—No te preocupes —respondió Axel, quedándose acostado, disfrutando de la calma.
Anna se fue a dar un baño. Cuando sintió que Axel se levantaba, se apresuró a vestirse. Al salir, notó que Axel no estaba en la habitación. Se vistió y bajó a desayunar, pero tampoco estaba allí. Desayunó sola, sintiéndose un poco sola en la gran casa.
Después, decidió dar una vuelta por el jardín. Cuando volvió, eran alrededor de las doce del mediodía. Entró a la casa y se encontró con Axel saliendo del despacho, acompañado por el mismo joven que le había presentado antes.
—Buenas tardes, señora —saludó el joven ante Anna, con una sonrisa cordial.
—Igual para usted —respondió Anna, sonriendo de vuelta, sintiendo que la amabilidad del chico era un respiro en su día.
—Es un placer volverla a saludar —dijo el joven, pero de inmediato Axel intervino.
—Ya te puedes retirar, Jhon —ordenó Axel, con un tono que no admitía discusión. El chico se despidió y se fue, dejando a Anna fulminando a Axel con la mirada.
—Eres un maleducado, Axel —le reprochó ella, sintiendo que debía defender al joven.
—¿De qué hablas? —preguntó Axel, sin entender su enojo.
—De cómo le has hablado al chico. No es razón para hablarle así.
—No me interesa. Es mi trabajador, así que decido si se va o no —dijo Axel, comenzando a andar hacia las escaleras, su actitud despectiva.
Anna intento replicar, pero Axel no pretendía escuchar nada más.
—¡Basta, Anna! No empecemos, por favor... —respondió Axel, sintiendo que la discusión no llevaría a nada bueno.
Después de que Axel se fue, Anna salió a correr un poco. Cuando volvió, no lo encontró en casa, y Eddi le informó que había salido de viaje y que regresaría dentro de dos días, justo para la fiesta. Anna pensó que, por primera vez en los últimos días, podría sentirse libre.
Axel viajó a donde se encontraba la empresa madre, pues necesitaba cerrar unos negocios. Cuando terminó de atender a todos, se fue a la suite que ocupaba en uno de los hoteles de su compañía.
Estaba saliendo del baño cuando escuchó que tocaban a la puerta. Al abrir, aún con la toalla en la cintura, se encontró con Paulette, su ex amante.
—Axel, ¿se puede saber dónde demonios te habías metido? —exclamó ella, con un tono de reproche que no le era extraño.
—¿Y tú quién demonios te crees para pedirme explicaciones a mí? —le soltó Axel, con desdén, sintiendo que su paciencia se agotaba.
—No me puedes dejar botada así como así sin una explicación, Axel —le reclamó la pelirroja, cruzando los brazos con una actitud desafiante.
—No me digas... No sabía que tenía que rendirte cuentas a ti o a alguien más sobre mis asuntos —respondió Axel, sintiéndose frustrado por la insistencia de Paulette.
—Mantenemos una relación, Axel. Claro que debes mantenerme informada de lo que haces —insistió Paulette, acercándose a él con una mirada seductora.
—No seas ridícula, Paulette. Tú y yo no tenemos ninguna relación. No olvides que solo podía darte sexo casual y nada más —le soltó Axel con sinceridad, lo que hizo que la chica se encendiera aún más.
—Lo sé, Axel. Pero ¿por qué dices "podías"? Aún podemos seguir así. Olvidaré ese inconveniente —dijo ella, acercándose más, intentando seducirlo.
—Olvídalo, Paulette. Ya no habrá nada entre tú y yo. Así que, si puedes, retírate —dijo Axel, señalándole la puerta con firmeza, sintiendo que su decisión era inquebrantable.
—No, Axel, por favor, no —rogó la chica, acercándose a él con una mezcla de desesperación y deseo, intentando aferrarse a lo que creía que aún tenían.
El título de la historia debería ser,
"Alcohólica por inmadura".
Tener todo a manos llenas, no siempre es bueno. 🤔😒🤨🇨🇴