Esposa Por Sorteo. El Secreto De Jade

Padre e hijo guardaban silencio, de vez en cuando sus miradas se cruzaban pero era más que evidente que ambos se detestaban, ninguno quería estar en compañía del otro y los minutos se detuvieron hace siglos en el reloj de pared.

Vladimir fingía leer la carpeta que estaba frente al escritorio para evitar cualquier tipo de conversación con su progenitor, sin embargo solo estaba pensando en cada palabra que diría en la reunión.

De repente su padre carraspeó llamando su atención y él levantó la vista.

— Padre ¿necesitas algo?—preguntó.

— Este hombre se está demorando demasiado, porque no lo llaman por teléfono para saber qué sucede —sugirió impacientemente.

— Aún faltan cinco minutos, debemos esperar —respondió restando importancia a su comentario.

Ambos permanecieron en silencio, la conversación fue breve pero incómoda, entonces la puerta de la oficina se abrió de par en par y el secretario ingresó mirando a su jefe con el ceño fruncido, le anunció.

— El señor Juliano Bofantti con su esposa, hijas y los abogados de ambas partes ya se encuentra en la sala de juntas.

—¿Bofantti vino acompañado por su familia?—preguntó anonadado y vio como Bruno asintió con un movimiento de cabeza.

— Sí señor —respondió.

— Ok, esto será interesante—murmuró.

Vladimir no esperaba que ese hombre viniera acompañado por su familia y su cara de sorpresa no pasó inadvertida por su padre que con una carcajada sonora y profunda  colmo la oficina de su risa siniestra, entonces intentando calmarse se burló de su hijo sin piedad.

— Muy bien, eso si que no me lo esperaba, ese viejo zorro trajo a todas sus mujeres para que escojas a tu futura esposa, veremos ahora qué haces con tu estúpido sorteo porque estoy seguro que ninguna de sus princesas aceptara esa tontearía —vociferó Mijaíl poniéndose de pie con ayuda de su bastón y saliendo de la oficina.

Vladimir contuvo el deseo de insultar a su padre, debía seguir en calma y continuar con su plan a la perfección, así que respirando profundo, tomó el contrato que tan hábilmente redactó con los abogados,  buscó la bolsa de terciopelo dentro del cajón del escritorio y salió de su oficina, más decidido que nunca.

Al ingresar a la sala su padre estaba estrechando la mano de su futuro consuegro con mucha alegría, en sus rostros se veía una felicidad plena y entre ellos había una mirada cómplice que él aún no podía descifrar, ni descubrir sin embargo sabía que ellos dos ocultaban el motivo real de esta fusión.

Ignorando a las mujeres a su alrededor que al verlo intentaron llamar su atención, se dirigió a la cabecera de la gran mesa, apoyó la carpeta sobre el mueble, mientras que con una de sus manos sostenía la bolsita haciendo sonar las gemas para atraer la atención de todos. Los presentes siguieron cada movimiento del ceo y guardaron silencio al ver que en su rostro no se le movía ni el más mínimo músculo.

Vladimir mirando a todos con desprecio , se aclaró la garganta y comenzó a hablar.

— Señor Bofantti, veo que vino muy bien acompañado, aunque lamentablemente le voy a tener que pedir a cada una de las señoras aquí presentes que se retiren de la sala de junta inmediatamente —ordenó sin ningún tipo de contemplación sosteniendo la mirada al matrimonio, luego continuó—. Esta es una reunión entre hombres, un pacto de honor de caballeros y entenderá que la presencia de tan bellas mujeres no es requerida en este momento —entonces mirando a su secretario le ordenó—. Bruno, acompaña a la señora junto a sus hijas a la confitería y asegúrate de que estén cómodas.

— Señoras por aquí, si son tan amables de acompañarme —les indicó el secretario y la señora Bofantti miró a su esposo indignada.

—¡Juliano, esto es impermisible, haz algo! Nos echan como ratas de este lugar.

— Señora, si permanece en la sala, la reunión se suspende y no habrá acuerdo y creo que eso no le conviene a nadie —intervino Vladimir.

— Cariño, ve con las niñas a la confitería, fue un error traerlas —comentó al ver la determinación del joven.

Madre e hijas salieron de la sala contoneando sus caderas, con la frente en alto e insultando al ceo por su falta de respeto.

— Niño, este desaires que le acabas de hacer a mi familia no se me olvidará tan fácilmente —advirtió Bofantti enfurecido.

— Señor, seré sincero con usted, no me interesa ni una sola de sus hijas malcriadas y consentidas, esto solo es un negocio cruel y sin escrúpulo que mi abuelo junto a su padre idearon para unir las compañías, por tal motivo lo trataremos como tal un simple negocio y no como una unión matrimonial —comentó y se sentó frente a la mesa y continuó hablando —.  Frente a sus ojos se encuentra un documento, son mis condiciones para aceptar desposar a una de sus hijas —indicó señalando la carpeta de Bofantti —. Los abogados aquí presentes redactaron el documento y dan fe de que mis condiciones son sencillas y fáciles de cumplir.

Bofantti abrió la carpeta y de prisa comenzó a leer cada una de las cláusulas, entonces llegó al tercer ítem y sus ojos se oscurecieron de ira.

… La futura esposa del señor Vladimir Chandoski, será elegida por medio de un sorteo a realizarse frente a las partes: el señor Juliano Bofantti, padre de la novia, el señor Mijaíl Chandoski padre del novio, el señor y futuro esposo Vladimir Chandoski  y con los letrados de ambas familias presentes en dicho acto.

— ¡Esto es inaudito, no dejaré que sortee a mis hijas como si fueran un simple trofeo de colección! —cerró la carpeta de golpe y enfurecido miró al joven ceo.

— Entonces será mejor que siga leyendo, porque si mis métodos no le parecen apropiados deberá renunciar a este ridículo acuerdo y olvidarse de la fusión perdiendo la mitad de sus acciones.

El señor Bofantti abrió sin mucho ánimo la carpeta y procedió con la lectura y luego de repasar el contrato cada cláusula le parecía más ridícula que la anterior.

—  ¡No puedo creer que ustedes hayan redactado esta locura!—dijo mirando a los abogados—. Con Mijaíl ya escogimos la candidata perfecta, no necesitas hacer un sorteo.

— Exacto, la niña es perfecta para ti —intervino Mijaíl apoyando a Bofantti.

 Cansado de discutir minoridades el ceo se puso de pie, golpeó la mesa con fuerza y gritó.

— Ustedes no van a escoger a mi esposa, no van a decidir por mí, dejaré que el azar lo haga y es mi última palabra —sentenció —. Y ahora si eso le parece cruel y despiadado quiero que se miren al espejo y piensen en cuánto aman a sus hijos, porque  sinceramente no veo mucho cariño ni respeto por su descendencia cuando los obligan a casarse a con desconocidos, personas que no se aman entre sí, ni siquiera se simpatizan solo por dinero y poder. Así que el sorteo es solo un detalle que deben aceptar.

Ambos hombres se miraron entre sí y Mijaíl, sosteniendo con fuerza el bastón con ambas manos miró a su hijo y asintiendo dijo para sorpresa de todos.

— Estoy de acuerdo, no importa los métodos para elegir la novia, solo importa la unión entre las partes —dijo y sin mirar a Juliano firmó el documento.

Vladimir imitó la acción de su padre, tomó el bolígrafo y firmó al pie de la última hoja, entonces mirando al padre de su futura esposa le entregó el bolígrafo.

— Solo falta usted, de usted depende el futuro de la compañía.

Con manos temblorosas aceptó la pluma y esperando que la suerte estuviera de su lado y saliera sorteada la menor de las hijas, firmó el contrato.