Dalila Rosales sargento ejemplar del ejército, madre protectora y esposa de uno de los hombres más poderosos del país, su vida parecía dividida entre dos mundos imposibles de conciliar.
Julio Mars, CEO implacable, heredero de un imperio y temido por muchos, jamás imaginó que el amor verdadero llegaría en forma de una mujer que no se doblega ante el poder, ni siquiera ante el suyo. Juntos comparten un hijo extraordinario, Aron, cuyo corazón inocente se convierte en el ancla que los mantiene unidos cuando todo amenaza con destruirlos.
Una historia de amor y poder...
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CAPITULO 08
Los días fueron pasando, y tanto Aron como Julio se sentían cada vez más cómodos juntos. Habían logrado adaptarse a sus rutinas con naturalidad: las mañanas de escuela, los desayunos compartidos, las noches en la mansión donde siempre había una anécdota o una risa.
Ya llevaban cerca de un mes conviviendo, y para Julio aquello era una experiencia completamente nueva, pero también hermosa.
Descubría facetas de sí mismo que nunca había explorado, y Aron, aunque extrañaba a su madre, encontraba consuelo en tener ahora a un padre que lo cuidaba directamente.
Ya no era como antes, cuando Dalila debía marcharse a misiones y él quedaba bajo la vigilancia distante de una niñera.
Era fin de semana y el anciano Luque como todos los fines de semana llamo a Julio para pedir que lleve a su nieto consentido a su mansión.
Aron feliz acepto, después de desayunar ambos partieron a la mansión Luque, Julio aprovecho ese tiempo y con sus amigos fueron al club a jugar golf.
Donde podrían relajarse y conversar sin el bullicio de los negocios.
"Hace tiempo que no jugamos, Julio" comentó Samuel con una sonrisa, ajustando su guante de cuero.
"Es cierto, hermano" respondió el CEO, dejando por un momento su rigidez habitual.
Pronto se unió a ellos Kevin, un reconocido doctor que en su momento había recibido un gran impulso de Julio. Gracias a esa ayuda, había podido abrir su propia clínica, y ahora era la más cotizada de su rubro.
Kevin saludó con entusiasmo, mostrando la gratitud y la confianza que lo unía al grupo "¡Como en los viejos tiempos, eh!" dijo, levantando el palo de golf con una risa franca.
Minutos después, llegó el cuarto miembro del grupo: Marcos Beltrán, el vicepresidente de la empresa Mars. Había pasado semanas en el extranjero cerrando negocios y apenas esa madrugada había regresado al país.
Aun con el cansancio del viaje, no quiso perder la oportunidad de reunirse con sus amigos en aquel encuentro.
Los cuatro, viejos camaradas, se acomodaron en el campo de golf, disfrutando del aire fresco y del ambiente tranquilo. Allí, entre swings y comentarios, se mezclaban la amistad, los recuerdos y, como siempre, algún que otro tema de negocios.
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Una nueva semana comenzó, la mañana estaba fresca cuando Julio se sentó en una mesa apartada de un café elegante.
Había llegado unos minutos antes, como siempre hacía en los negocios, aunque esta vez no se trataba de contratos ni acuerdos, sino de algo mucho más incómodo: aclarar su situación con Luisa Slim.
La noche anterior, la mujer lo había llamado en un tono cargado de reproches. Exigía explicaciones "¿por qué pasaba más tiempo con su hijo que con ella?, ¿quién era la madre del pequeño?, ¿qué lugar le correspondía a ella en la vida de Julio?" Aquellas preguntas encendieron todas las alarmas en el CEO.
Cuando Luisa llegó, vestida impecablemente y con esa seguridad seductora que solía desarmar a cualquiera, Julio la recibió con un gesto cortés pero distante.
Ella, sin perder tiempo, fue directo al punto "Julio, no entiendo qué está pasando, antes eras mío, siempre tenías tiempo para mí… y ahora aparece un niño de la nada. ¿Quién es su madre? ¿Qué lugar ocupo yo en tu vida?" preguntó con un dejo de celos mal disimulado.
Julio la observó en silencio por unos segundos, en otro tiempo, quizá habría jugado con su ego, prolongando la ilusión. Pero ya no, había un niño que dependía de él, y ese juego debía terminar.
"Luisa" dijo finalmente, con voz firme y fría "entre nosotros nunca hubo nada formal. Te lo dije desde el principio y ahora… tengo prioridades distintas. Ese niño es mi hijo, y no voy a dar más explicaciones"
La mujer lo miró incrédula, ofendida "¿Me estás dejando por un niño?"
Julio se acomodo el saco con la serenidad "No, Luisa. Te estoy dejando porque esto siempre fue un pasatiempo y lo sabias muy bien. Y ahora… ya no tengo tiempo para eso"
Las palabras le golpearon el orgullo. Luisa se inclinó hacia él, con los ojos vidriosos, y cambió de estrategia "No digas eso… sabes que te amo. ¿Por qué me tratas así?" se llevó la mano al pecho, interpretando el papel de víctima con dramatismo.
Julio entrelazó las manos sobre la mesa, observándola con frialdad "Luisa, basta. No te debo explicaciones, nunca te las debí. Lo nuestro nunca fue formal, no confundas las cosas, Luisa, mi hijo siempre será prioridad y estará primero en todo"
Dejó dinero sobre la mesa, se levanto y salió del café sin mirar atrás. La decisión estaba tomada, su vida de excesos y conquistas empezaba a quedar atrás… porque ahora, todo giraba alrededor de Aron.
Luisa se quedó inmóvil en la mesa del café, con la taza de cappuccino temblando entre sus manos, no podía creer lo que acababa de escuchar. La frialdad con la que Julio la había despachado la atravesaba como un cuchillo.
"¿Un pasatiempo?" repitió en voz baja, sus labios curvándose en una sonrisa amarga. Apretó la servilleta hasta arrugarla por completo.
"Ese niño…" ese niño apareció de la nada y me quitó lo que era mío. No entendía cómo un hombre como Julio, que siempre había tenido el mundo a sus pies, podía dejarla de lado por un pequeño.
Después del incómodo encuentro con Luisa, Julio se dirigía rumbo a la empresa. Al llegar a la empresa, Isaías ya lo esperaba en el vestíbulo.
La agenda del día estaba repleta y apenas tendría tiempo para respirar, llego a su oficina y en cuanto se sentó, en su escritorio, su mirada se posó en los dibujos de su hijo.
Los tomó con cuidado, como si fueran frágiles, y los guardó en el cajón con la delicadeza.
Al hacerlo, descubrió otro objeto: el reloj inteligente de Aron. Lo encendió por curiosidad y en la pantalla apareció una imagen guardada como fondo: Dalila, radiante, con su hijo en brazos.
Julio suspiró en silencio esa mujer lo perseguía incluso en sus pensamientos nocturnos, su belleza, su fortaleza… cada vez se filtraban más en su mente.
Explorando más el dispositivo, encontró varias fotos: Aron jugando en la base, Dalila rodeada de soldados, sonriendo. Había imágenes de una mujer que identificó como la nana, y de un joven que, por la mirada cariñosa hacia el niño, supuso que era como un asistente.
Pero una fotografía en particular le heló la sangre: Dalila, de pie junto a un hombre de su misma edad. En los ojos de aquel sujeto, Julio reconoció algo que no quiso admitir, el brillo del amor. La forma en que la miraba no era casual, ni amistosa.
Julio apretó los dientes, cerrando la pantalla del reloj con brusquedad. Los celos, un sentimiento que rara vez lo dominaba, le quemaban por dentro.
"Dalila… ¿quién demonios es ese hombre para ti?" pensó, mientras el peso de la incertidumbre lo golpeaba más fuerte que cualquier junta de negocios.
La oficina estaba en silencio, rota apenas por el murmullo lejano de la empresa en movimiento. Julio permanecía sentado en su silla de cuero, el reloj inteligente en la mano, observando la pantalla apagada como si aún pudiera ver esa fotografía que le quemaba los ojos.
Cerró los puños, los celos le recorrían las venas como fuego. Él, el CEO acostumbrado a dominar mercados y rivales, no podía controlar la punzada amarga de imaginar a Dalila siendo de otro hombre…
Se recostó en el respaldo, cerrando los ojos, y los recuerdos vinieron solos. La boda, fría, un acuerdo entre familias que él no se tomó en serio.
Y ahora, seis años después, esa misma mujer que había dejado una huella mínima pero imborrable, volvía a aparecer en su vida a través de su hijo.
Julio suspiró hondo, pasándose una mano por el rostro, no entendía por qué le dolía tanto. ¿Era orgullo herido? ¿Era amor verdadero? ¿O simplemente la certeza de que alguien más podría ocupar un lugar que él nunca supo reclamar?
Los pensamientos de Julio se volvían cada vez más densos, atrapándolo entre recuerdos y celos que no podía controlar. La imagen de Dalila junto a aquel hombre se repetía en su mente como una tortura.
De pronto, un golpe suave en la puerta lo sacó de su ensimismamiento "Adelante" respondió con voz áspera.
La puerta se abrió y apareció Isaías, sosteniendo una carpeta gruesa y con el gesto siempre correcto "Señor Mars, disculpe la interrupción, pero necesita revisar estos contratos antes de la junta de la tarde"
Julio lo observó unos segundos, aún con la tormenta en los ojos. Luego respiró hondo, como quien intenta arrancarse de golpe los pensamientos.
"Déjalos en el escritorio" ordenó, más calmado.
Isaías obedeció, pero no pudo evitar notar la rigidez de su jefe, el hombre acostumbrado a la seguridad absoluta parecía estar bajo una tensión distinta.
Aun así, se limitó a decir "Si necesita algo más, estaré pendiente"
"Está bien" respondió Julio, desviando la mirada hacia la ventana, como si no quisiera que nadie adivinara lo que realmente pasaba por su mente.
Cuando el asistente salió, Julio abrió la carpeta con brusquedad, intentando enterrarse en el trabajo. Pero aun así, la sombra de Dalila y aquel desconocido lo perseguían.
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Un pequeño querubín apareció en la entrada del consorcio Mars. Samuel, que lo había recogido del kínder, recibió una llamada urgente y no pudo quedarse con él.
Aron, con su aplomo característico, lo convenció "Déjame aquí, tío, yo subo solito, papá está arriba"
Samuel dudó un instante, pero terminó accediendo. El niño avanzó con seguridad hasta la puerta principal, donde los guardias, ya acostumbrados a su presencia, lo recibieron con una sonrisa y abrieron paso.
La puerta de la oficina de Julio se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos.
El CEO levantó la vista, dispuesto a reprender… pero su expresión cambió en un instante. Se levantó de inmediato y abrió los brazos "¡Mi pequeño!" exclamó, alzando a Aron y girando con él en brazos.
El niño lo abrazó con fuerza y, al bajar la mirada, soltó con inocencia "Hola, papá. Me fue súper, pero tengo hambre" dijo, sobándose la barriguita con un gesto travieso.
Julio rió, acariciándole el cabello "Entonces no hay más que hablar. Vamos a comer"
Sin pensarlo dos veces, dejó los papeles sobre el escritorio, tomó la mano de su hijo y juntos salieron.
Minutos después, en el restaurante, Julio daba de comer a Aron con la paciencia que solo un padre descubre, ganándose las miradas curiosas de varios comensales.
En la entrada, una escena inesperada se desplegó: la familia Rosales. Antonio, el padre de Dalila, caminaba al frente con porte serio, seguido por Olga su segunda esposa y Ema, la hija de ambos, que vestía con ropa cara pero vulgar, igual que su madre.
Antonio reconoció de inmediato al hombre sentado con un niño en sus brazos. Se detuvo un segundo, y con cautela se acercó "CEO Mars… qué casualidad"
Julio levantó apenas la vista "Señor Rosales" respondió con frialdad, regresando la atención a su hijo. Para él, la alimentación de Aron era más importante que cualquier saludo.
Olga, sin el menor pudor, se dejó caer en una silla de la mesa "Somos familia, compartamos el almuerzo" dijo con descaro.
Antonio también se sentó, como si la invitación hubiera sido automática "CEO Mars, le presento a mi hija Ema"
La joven se acomodó el escote de manera evidente y sonrió insinuante "Un gusto" dijo, inclinándose levemente hacia Julio.
Él, imperturbable, señaló al niño en su regazo "Les presento a Aron"
Pero ninguno de los tres pareció darle importancia al pequeño. Era como si lo ignoraran por completo.
Esa indiferencia hizo que Julio frunciera el ceño, aquellas personas eran la familia de Dalila, por ende debían conocer al niño… y sin embargo actuaban como si nunca lo hubieran visto.
"Ya lo conocen, ¿no?" preguntó Julio, con voz neutra, aunque sus ojos buscaban una reacción.
Ema fue la primera en adelantarse, con una sonrisa cargada de veneno "No lo conocemos, Julio. ¿Acaso es de conocer?" respondió mientras le hacía ojitos y dejaba que su escote hablara por ella.
Rocío de tu noche loca con Samuel hubo consecuencia porque así estarían que no se cuidaron y hasta se te olvidó la pastilla de emergencia no te preocupes hoy verás al padre de la criatura como reaccionarán los dos cuando se vean 🤔🤔🤔🤔❓❓❓
Se acordarán de lo que hicieron 🤔🤔🤔❓❓❓