En un mundo asediado por la oscuridad, Elara y sus amigos, Kael, Lila y Thalion, se embarcan en una peligrosa expedición para invocar el poder del dragón y descubrir un antiguo artefacto en el Valle de la Luz, con la esperanza de proteger su hogar, Eldoria, de las sombras que amenazan con regresar.
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Capítulo 2: Luz y Sombra
El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Elara y Lila llegaron al pueblo de Eldoria, donde las luces de las antorchas empezaban a encenderse, creando un ambiente acogedor pero también lleno de inquietud. Los murmullos de los aldeanos se mezclaban con el sonido del viento, como si el bosque mismo estuviera compartiendo sus secretos.
“¿Crees que los ancianos nos creerán?” preguntó Lila, con una pizca de nerviosismo en su voz.
“No lo sé,” respondió Elara, mirando a su alrededor. “Pero debemos intentarlo. Si hay algo que hemos aprendido, es que la verdad siempre encuentra la manera de salir a la luz.”
Se acercaron a la gran plaza central, donde los aldeanos se reunían alrededor de una fogata. En el centro, un grupo de ancianos se sentaba en bancos de madera, conversando en voz baja. Elara sintió un cosquilleo en su estómago, una mezcla de emoción y ansiedad.
“¿Y si nos rechazan?” murmuró Lila, apretando su mano.
“Si somos honestas y les decimos lo que hemos descubierto, no tendrán más remedio que escucharnos,” dijo Elara, tratando de infundir confianza en su amiga.
Con el corazón latiendo con fuerza, se acercaron al grupo de ancianos. Al notar su presencia, uno de ellos, el anciano Thalion, levantó la vista. Era un hombre de cabello canoso y una mirada sabia que parecía haber visto muchas cosas a lo largo de los años.
“¿Elara? Lila?” preguntó Thalion, sorprendiendo a las jóvenes. “¿Qué las trae aquí a esta hora?”
“Necesitamos hablar con ustedes sobre algo importante,” dijo Elara, sintiendo la urgencia en su voz. “Es sobre la magia y el último dragón.”
Los murmullos entre los ancianos se intensificaron. “¿Un dragón? Eso es solo una leyenda,” replicó una anciana llamada Miriel, con voz temblorosa. “No hay verdad en esos relatos.”
“Lo hay, de verdad,” insistió Elara, sintiendo la necesidad de convencerlos. “He hablado con Eldrin, el guardián de los secretos antiguos. Me ha revelado que el último dragón está dormido y que debemos despertarlo para salvar nuestro reino de la oscuridad que se avecina.”
“¿Eldrin?” interrumpió Thalion, frunciendo el ceño. “¿Estás segura de que no fue una ilusión? Muchos han perdido la razón al buscar la magia en el bosque.”
“Lo vi, y él me guió a un antiguo altar,” dijo Elara, recordando el destello de luz. “Me dijo que llevo la sangre de los antiguos hechiceros. Necesitamos su ayuda para encontrar al dragón.”
Los ancianos intercambiaron miradas, algunos escépticos, otros intrigados. “Si esto es cierto, la misión es peligrosa,” dijo Thalion, su tono grave. “Despertar al dragón podría atraer la atención de fuerzas oscuras.”
“Lo sé, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la amenaza se acerca,” respondió Elara, su voz firme. “Debemos actuar ahora, antes de que sea demasiado tarde.”
“¿Y cómo planeas encontrarlo?” preguntó Miriel, cruzando los brazos. “No hay mapas que indiquen la ubicación del dragón.”
“El camino nos llevará a la montaña de fuego,” explicó Elara. “Eldrin me dijo que allí encontraré la clave para despertarlo.”
Un murmullo de preocupación recorrió al grupo. “La montaña de fuego está llena de peligros,” advirtió un anciano llamado Orin. “Las criaturas que habitan allí no son de fiar, y los caminos son traicioneros.”
“Pero si no lo hacemos, ¿qué pasará con nuestro hogar?” replicó Lila, sintiéndose cada vez más decidida. “La oscuridad no se detendrá, y nosotros nos quedaremos sin esperanza.”
Thalion se quedó en silencio, considerando las palabras de las jóvenes. Finalmente, habló: “Si es cierto lo que dices, y Eldrin realmente te ha guiado, entonces es nuestra responsabilidad ayudar. Pero necesitarás más que valentía. Necesitas aliados.”
“¿Aliados?” preguntó Elara, sorprendida.
“Sí,” respondió Thalion. “No podrías enfrentar este desafío sola. Deberías buscar a aquellos que comparten tu destino. Quizás incluso algunos de los guerreros del pueblo.”
“¿Guerreros?” Lila se iluminó. “Eso podría funcionar. Podríamos hablar con Kael, el guerrero desterrado. Dicen que es un experto en combate y tiene un gran sentido del honor.”
“Eso es arriesgado,” advirtió Orin. “Kael ha estado apartado de la comunidad durante años. Su pasado es oscuro, y no sabemos si podemos confiar en él.”
“Pero si hay alguien que puede ayudarnos, es él,” insistió Elara. “He escuchado historias sobre su valentía en batalla. Tal vez pueda ver más allá de su pasado.”
“Si decides buscarlo, ten cuidado,” dijo Thalion. “Su camino ha sido solitario, y puede que no esté dispuesto a unirse a tu causa.”
“Lo haré. Necesitamos hablar con él,” afirmó Elara, sintiendo la determinación arder en su interior.
“De acuerdo,” dijo Thalion, asintiendo lentamente. “Pero antes de que te vayas, hay algo que debes saber. La magia que llevas dentro puede ser tanto un regalo como una maldición. Debes aprender a controlarla antes de que te consuma.”
“Lo haré,” prometió Elara, sintiendo el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros. “No dejaré que la oscuridad me venza.”
“Ten cuidado, Elara,” advirtió Miriel. “El camino hacia el dragón no solo es físico, sino también espiritual. La sombra puede tomar muchas formas.”
Con esas palabras resonando en su mente, Elara se despidió de los ancianos y salió de la plaza con Lila a su lado. La noche comenzaba a caer, y la oscuridad se cernía sobre el pueblo.
“¿Dónde está Kael?” preguntó Lila mientras caminaban.
“Escuché que vive en las afueras del pueblo, cerca del río,” respondió Elara. “Debemos apresurarnos. No sé cuánto tiempo tenemos antes de que la oscuridad nos alcance.”
Mientras se dirigían hacia la casa de Kael, el aire se volvió más fresco y el silencio del bosque se hizo más palpable. Las sombras danzaban entre los árboles, y Elara sintió una punzada de nerviosismo. ¿Realmente podrían confiar en un guerrero desterrado? ¿Acaso él vería el valor en su misión?
Al llegar a la cabaña de Kael, se detuvieron un momento. La estructura era rústica, hecha de madera envejecida, y parecía estar rodeada de una atmósfera de melancolía.
“¿Estás lista?” preguntó Lila, notando la expresión de duda en el rostro de Elara.
“No sé,” dijo Elara, sintiendo el peso de la incertidumbre. “¿Y si no quiere ayudarnos?”
“Entonces buscaremos a alguien más,” respondió Lila con determinación. “Pero al menos lo intentamos.”
Tomando una respiración profunda, Elara golpeó la puerta con suavidad. Después de un momento, la puerta se abrió, revelando a Kael. Era un hombre alto y musculoso, con cicatrices que contaban historias de batallas pasadas. Sus ojos grises miraban a las jóvenes con curiosidad y un leve destello de desconfianza.
“¿Qué quieren?” preguntó Kael, su voz profunda y grave.
“Kael, soy Elara y ella es Lila,” comenzó Elara, sintiendo que las palabras se agolpaban en su garganta. “Necesitamos hablar contigo. Es sobre el último dragón.”
“¿El dragón?” replicó Kael, arqueando una ceja. “Eso es solo un cuento. No tengo tiempo para leyendas.”
“Es más que una leyenda,” interrumpió Lila. “Eldrin, el guardián de los secretos antiguos, se le apareció a Elara. Nos ha revelado que el dragón está dormido y que debemos despertarlo antes de que la oscuridad se apodere de nuestro hogar.”
Kael la miró fijamente, y Elara sintió que su corazón latía con fuerza. “¿Y por qué debería ayudarles?” preguntó con desdén. “No tengo nada que ver con la magia ni con criaturas de cuentos de hadas.”
“Porque si no lo hacemos, todos estaremos en peligro,” insistió Elara, sintiendo que su voz se volvía más intensa. “La oscuridad se acerca, y necesitamos tu fuerza. Eres un guerrero, y hay muchos peligros en el camino hacia la montaña de fuego.”
Kael cruzó los brazos, su expresión impasible. “¿Por qué debería arriesgarme por algo tan incierto? Ya he visto suficiente sufrimiento. No estoy interesado en involucrarme en otra guerra.”
“Pero esta vez no es solo una guerra,” dijo Elara, su voz casi suplicante. “Es una lucha por la supervivencia. La magia que llevamos dentro tiene el potencial de cambiarlo todo. No puedes seguir huyendo de tu pasado.”
“¿Y qué sabes tú sobre mi pasado?” Kael replicó, acalorándose. “No tienes idea de lo que he pasado. No puedo volver a arriesgarme.”
“Pero no estás solo,” dijo Lila, sintiendo que la tensión aumentaba. “Podemos hacerlo juntos. No tienes que cargar con esto por tu cuenta.”
Kael las observó, la lucha interna evidente en su rostro. Finalmente, suspiró, mirando hacia el horizonte. “¿Y si fracaso? ¿Y si el dragón no es lo que esperan? ¿Y si todo esto resulta ser un error?”
“Lo sabremos solo si intentamos,” respondió Elara, sintiendo una chispa de esperanza. “Y si fracasamos, al menos habremos luchado juntos.”
“Está bien,” dijo Kael, su voz más suave. “Me uniré a ustedes. Pero solo porque creo que hay algo más en esta historia. No quiero ser solo una pieza más en su juego.”
“Gracias, Kael,” dijo Lila, sonriendo. “Tu valentía es lo que necesitamos ahora.”
Con un asentimiento, Kael se volvió hacia su cabaña. “Entonces, preparémonos. Deberemos partir al amanecer. No perderé tiempo en palabras vacías.”
Mientras se alejaban, Elara sintió que una nueva energía se apoderaba de su ser. Había encontrado un aliado inesperado en Kael, y juntos enfrentarían los desafíos que les aguardaban. La oscuridad no podría vencerlos si permanecían unidos.
“¿Crees que tomará en serio nuestra misión?” preguntó Lila mientras caminaban de regreso hacia la plaza.
“Lo hará,” respondió Elara con confianza. “Veo en él un fuego que aún no se ha apagado. Y si hay algo que he aprendido, es que incluso las almas más perdidas pueden encontrar su camino de regreso a la luz.”
Mientras las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno, Elara sintió que el destino se estaba entrelazando. La montaña de fuego los esperaba, y la búsqueda del último dragón había comenzado. Con cada paso, la promesa de una nueva aventura se hacía más real, y Elara estaba lista para enfrentarlo todo.