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Rehén

Rehén

Status: Terminada
Genre:Posesivo / Mafia / Dominación / Romance oscuro / Completas
Popularitas:12
Nilai: 5
nombre de autor: Syl Gonsalves

El silencio puede ser ensordecedor, como dijo algún poeta cuyo nombre ya olvidé. La oscuridad puede ser más cruel que la luz. Y algunas prisiones no necesitan barrotes para ser imposibles de escapar.

Si decidiste abrir este libro, debes saber que estás a punto de cruzar una frontera peligrosa. Aquí, no hay garantía de finales felices, ni promesas de redención. Esta no es una historia de amor común. Es una historia de posesión, dolor y supervivencia.

Las páginas que siguen contienen temas intensos y perturbadores. Aquí nada está suavizado. Aquí nada es fácil de digerir…

Aquí, las cadenas no siempre son visibles…

Aquí, el deseo y el miedo caminan de la mano…

Aquí, nadie sale ileso.

Este libro no trata de cuentos de hadas. No hay héroes ni villanos evidentes. Solo hay supervivencia. Y la línea entre víctima y prisionero, entre pasión y miedo, entre amor y obsesión… es más delgada de lo que parece.

NovelToon tiene autorización de Syl Gonsalves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8

—¿Qué crees que estás haciendo, Vini?

La voz de Stefan, fría y controlada, heló la sangre de Vini. Antes de que pudiera reaccionar, Stefan lo agarró del brazo con fuerza y lo alejó de la puerta.

—¿En qué estabas pensando, muchacho? ¿Ibas a salir de aquí y luego qué? ¿Tienes idea del tamaño de la propiedad? —continuó Stefan, arrastrando a Vini de vuelta por el pasillo. Vini intentó resistirse, pero Stefan era más fuerte, y su determinación parecía inquebrantable.

De vuelta en la habitación, Stefan empujó a Vini dentro y cerró la puerta con llave tras ellos. Se acercó, con los ojos fijos en Vini, como si intentara descifrar sus pensamientos.

—No lo entiendes, ¿verdad? —dijo Stefan, con la voz baja, casi un susurro—. No sirve de nada intentar huir.

Vini, sentado en el suelo ahora, respiraba rápido, con los ojos ardiendo de frustración.

—¡Levántate de ahí, ahora mismo!

Vini permaneció donde estaba, lo que solo aumentó la irritación en Stefan, que vio una elegante percha de madera sobre la cama.

Stefan se detuvo por un momento, con los dedos hormigueando como si ya supieran qué hacer. La percha, con su curva elegante y ganchos metálicos, parecía un objeto inofensivo a primera vista, pero en esas manos, adquiría un significado completamente diferente.

Stefan caminó hasta la cama y tomó la percha, sintiendo su peso en la mano. La giró lentamente entre los dedos, un gesto calculado, casi metódico. Sus ojos nunca dejaron los de Vini, que estaba acorralado contra la pared, con el cuerpo tenso y los ojos muy abiertos.

—¿Crees que puedes simplemente desobedecer, Vini? —preguntó, con la voz baja, casi un susurro—. ¿Quién te ayudó? Fue la anciana de Magda, ¿verdad? Ahora, por tu culpa, tendré que ocuparme de ella.

Vini, acorralado contra la pared, tragó saliva. Su mirada estaba fija en la percha, el terror creciendo dentro de él.

Stefan continuó, ahora caminando lentamente por la habitación, la percha balanceándose levemente en su mano.

—No quería tener que hacer esto. Pero parece que necesitas aprender una lección...

El aire en la habitación parecía más denso, cada segundo arrastrándose como una eternidad. Stefan se acercó rápidamente, el sonido de los pasos en el piso resonando en la habitación. Sin previo aviso, levantó la percha y descargó el primer golpe contra el brazo de Vini, que levantó los brazos instintivamente para protegerse. El sonido seco del impacto fue seguido por el gemido ahogado de Vini, que se encogió de dolor.

—¡Esto es lo que pasa cuando no escuchas! —gritó Stefan, asestando otro golpe, esta vez alcanzando el hombro de Vini.

La percha golpeó con fuerza, el borde de madera raspando la piel y dejando una marca roja que pronto comenzó a hincharse. El siguiente golpe fue más violento, y la punta de la percha alcanzó el rostro de Vini, cerca del pómulo. La madera dura abrió un pequeño corte, de donde un hilo de sangre comenzó a escurrir lentamente.

Vini cayó al suelo, intentando alejarse, pero Stefan avanzó, con los ojos brillando con una mezcla de ira y control. Asestó otro golpe, esta vez en las piernas, mientras Vini se encogía, con los brazos protegiendo la cabeza.

—¡Necesitas aprender a obedecer! —gritó Stefan, su voz resonando en la habitación.

Cuando Stefan finalmente se detuvo, jadeando, la percha estaba ligeramente agrietada, y la habitación parecía envuelta en un silencio aterrorizante. Vini estaba en el suelo, temblando. La sangre del corte en su rostro manchaba el suelo, y las marcas rojas en sus brazos y piernas prometían transformarse en hematomas oscuros en las próximas horas.

Stefan arrojó la percha sobre la cama, como si fuera desechable, y miró a Vini con una mezcla de desprecio y satisfacción.

—Tal vez ahora te lo pienses dos veces antes de intentar alguna estupidez.

Estaba saliendo de la habitación, cuando Vini lo llamó.

—¿S-señor?

Su voz era casi inaudible. Stefan pensó en ignorarlo, pero la curiosidad lo hizo girar sobre los talones y encarar al joven que continuaba caído en el suelo.

—¿Qué pasa? —preguntó de forma impaciente—. ¿Quieres recibir más golpes?

Vini negó con la cabeza.

—Entonces, ¿qué es?

Vini se obligó a sentarse en el suelo.

—¿Q-qué va a hacer con doña Magda? No la lastime, por favor.

Stefan cerró la puerta con llave nuevamente y caminó hasta donde Vini estaba, agachándose para mirar a Vini a los ojos, que se encogió con la aproximación del otro.

—Pensé en hacerla picadillo y dársela a los animales. ¿Qué te parece?

Vini no sabía si estaba bromeando o hablando en serio, pero considerando el tiempo que pasó con Stefan, sabía que las posibilidades de que fuera verdad eran enormes.

—No, por favor. La culpa fue mía, yo fui quien insistió.

—Fue tuya mismo, porque en todos los años de ella aquí y creo que son más de cincuenta años, ella nunca hizo una tontería de esas. Entonces, sí, la culpa es tuya y ella será castigada por tu culpa.

Stefan se levantó e iba a salir, cuando Vini abrazó las piernas del hombre.

—Hago cualquier cosa, pero no la lastime.

—Mi bien, ya haces cualquier cosa. No necesitas querer negociar conmigo, porque yo puedo hacer contigo lo que yo quiera.

Stefan pateó la costilla de Vini, no fue una patada capaz de romper alguna costilla, solo fue lo suficientemente fuerte para hacer que el muchacho lo soltara. Sin mirar atrás, Stefan salió de la habitación y se dirigió a la cocina donde sus padres y Magda lo esperaban.

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