Una noche. Un secreto. Una obsesión que lo cambiará todo.
Stefania solo buscaba escapar.
Damián solo buscaba control.
Pero cuando sus mundos chocan en Atenas, el deseo los arrastra a una noche tan intensa que marca a fuego sus almas.
Ella huye antes de que él descubra quién es.
Él la busca sin saber cómo encontrarla.
Lo que ninguno imagina es que un lazo invisible ya los ata para siempre:
un hijo concebido entre la oscuridad y la pasión.
Cuando la verdad salga a la luz, deberán enfrentarse a sus familias, a sus demonios…
y a una obsesión que ni el tiempo ni la distancia han podido destruir.
La Obsesión del Jefe de la Mafia.
Un romance oscuro donde amar es peligroso…
pero pertenecer es inevitable.
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Dinamita
Stefania
Acelero en la lancha que arrendé hacia la Isla Egina mientras disfruto de la belleza que me rodea. Cuando estoy cerca de la costa puedo ver el esqueleto del templo de Afaya, lugar donde el pueblo adoraba y realizaba rituales religiosos en honor a la diosa Afaya.
Sonrío mientras el viento golpea mi cara. Mis vacaciones están terminando, pero este tiempo a solas me ha dado el valor para tomar las riendas de mi propia vida.
Ha llegado la hora de dejar la casa de mis padres.
He querido hacerlo cientos de veces antes, pero cada vez que lo mencionaba mis padres me convencían de no hacerlo. Sé que debe ser difícil para ellos dejarme ir, sobre todo, porque todos mis hermanos ya lo hicieron, pero tendrán que aceptarlo.
Quiero comenzar a vivir bajo mis propias reglas.
Lo primero que haré será conseguirme un departamento. Lo segundo, renunciaré a mi puesto como secretaria en la oficina de mi papá. Podrá decir lo que quiera, pero sé que no me necesita. Paso días sin hacer nada, y ya no puedo seguir soportándolo.
Sé que puedo lograr más cosas. Estudié negocios y quiero poner a prueba mis conocimientos, no seguir rogando porque alguien llame a la oficina de mi papá, para así al menos poder conversar con alguien.
Quiero un trabajo como Venecia, algo que me haga sentir feliz y realizada. También me gustaría tener un esposo y un hijo como ella, pero imagino que ese sueño ya escapó de mis manos.
Comienzo a disminuir la velocidad cuando me acerco al embarcadero. Dirijo la lancha y cuando estoy satisfecha con su posición apago el motor. Tomo mi bolso y subo por una de las escaleras de piedra hacia el muelle.
Miro a mi alrededor mientras camino a la playa. Es mi último día de bronceado y voy a aprovechar cada minuto.
Doblo hacia la bahía y me detengo en seco.
–¿Tú?
–Yo –responde Damián, sentado en una manta sobre la arena blanca, rodeado de comida–. Te debo una disculpa y una hamburguesa.
Mis labios se elevan en una sonrisa, pero la detengo justo a tiempo.
–¿Debería preocuparme el hecho de que me estés siguiendo?
Sonríe con malicia. –No lo sé, ¿debería?
Me arrodillo a su lado mientras me saco el pequeño vestido que cubría mi bikini. –¿Cómo sabes que venía para acá? –pregunto antes de tomar una hamburguesa–. Queso y carne, mi favorita.
–Pregunté cuál era la más popular en niños –devuelve con una risa que calienta mi piel. Hay algo verdaderamente sexy en la forma que sus ojos dorados se iluminan cuando sonríe–. Estás en mi ciudad, Kate Miller.
Lo miro sin entender y luego recuerdo que ese es el nombre del pasaporte que me entregó mi papá. Una de sus muchas condiciones para dejarme viajar sola fue que usara una identidad falsa. Después de todo, papá es el capo de la ´Ndrangueta e imagino que debe tener muchos enemigos que quieren vengarse con sus hijos.
–Me descubriste –digo entre cada bocado que le doy a la hamburguesa.
–Claro que lo hice –devuelve antes de entregarme un enorme batido de chocolate.
Una estúpida sonrisa rompe mi rostro. –Podría besarte ahora mismo –digo antes de beber casi la cuarta parte del batido–. Esto es comida.
–Esto es basura americana, pero imagino que estás acostumbrada.
–Imagino que vivir tan cerca del mar hace daño –empiezo ocultando mi indignación–. La sal definitivamente ha quemado tus papilas gustativas.
Sus ojos resplandecen mientras una sonrisa rompe su rostro. –Sí, Kate, yo soy el que tiene las papilas dañadas –murmura con sorna.
Vuelvo a beber de mi batido y no puedo evitar suspirar de placer al sentir todo ese sabor en mi boca.
–Esto es el puto cielo, deberías intentarlo.
Sus ojos dorados se oscurecen mientras se estrechan en los bordes. –Oh, lo haré –dice y sujeta mi barbilla–. Claro que lo haré. Lo beberé hasta hastiarme.
–¿Qué…? –empiezo a preguntar, pero me callo cuando sus labios capturan los míos en un capullo caliente como el infierno.
Mis ojos se cierran y juro que detrás de mis parpados veo estallar dinamita.
Su lengua me obliga a abrir mis labios y cuando su lengua se enreda con la mía la dinamita explota en mi boca.
Su mano se cierra en mi muslo y me obliga a subirme a horcajadas sobre su cuerpo.
Un temblor liberador azota mi cuerpo cuando siento lo duro que está por mí.
Se aleja unos segundos mientras sus ojos miran mis labios con fiereza.
–Tienes razón, Kate, ese batido sabe delicioso. Tanto, que se me antoja saborearlo de otras partes de tu cuerpo.
Sus manos suben y bajan al compás de nuestras respiraciones por mis muslos, tentándome con cada caricia un poco más.
–No sé supone que sea así –murmuro antes de que vuelva a besarme.
Sus dedos se enredan en mi cabello, que vuela a nuestro alrededor gracias a la brisa marina, y me acerca más a su cuerpo, como si quisiera fusionarse conmigo, como si no pudiera tener suficiente de mí.
Es aterrador y excitante al mismo tiempo.
Sus labios succionan la punta de mi lengua y tengo que aferrarme a sus hombros cuando todo se siente inestable dentro de mí.
Sus ojos me miran triunfantes ante de volver a besarme.
El beso se torna sucio y demandante, justo de la forma que siempre he querido ser besada. El miedo y la excitación suben por mi cuerpo hasta instalarse en mi garganta.
Enredo mis dedos en su cabello oscuro, que le llega a la mandíbula, y le devuelvo el beso de la misma forma mientras nuestros corazones tienen su propia batalla en nuestros pechos.
Damián mira a su alrededor y cuando está satisfecho con su exploración me quita la parte de arriba de mi bikini. Sonríe y luego toma el batido al lado de mi pierna y deja que pequeñas gotas del batido de chocolate rueden desde mi clavícula hasta mis pechos excitados.
Trago el nudo que se forma en mi garganta cuando el hambre que veo en su mirada me hace sentir tímida por primera vez en mi vida.
–Te ves preciosa sonrojada –murmura con voz gruesa y acerada, como si estuviera soportando la peor tortura de todas. Baja su cabeza a mi pecho y cuando lame el reguero de chocolate mi respiración se paraliza–. Creo que tienes razón, Kate –susurra. Mi boca cae abierta y mi cabeza cae hacia atrás cuando su boca ardiente se cierra sobre una de mis puntas. Sus dientes tiran de ese punto de placer y tengo que aferrarme a su cabello para mantener el equilibrio–. El batido de chocolate es absolutamente irresistible.
–Damián –susurro cuando su boca se da un festín con mis pechos.
Un sollozo sale de mis labios cuando roza sus dientes con la fuerza justa para que el placer nuble mis ojos, cegándome. La sangre comienza a bombear a mis oídos, ensordeciéndome.
Este hombre se está llevando uno a uno mis sentidos.
–Damián –intento de nuevo cuando sus dedos comienzan a jugar con las tiras de la parte de debajo de mi bikini.
Sus manos toman mi cintura y me obliga a incorporarme hasta que mi vientre está a la altura de su rostro. Su lengua comienza a danzar sobre mi abdomen mientras sus manos se aferran a mis nalgas.
Mi rostro enrojece cuando vemos la mancha de humedad que dejé sobre su traje de baño.
Damián suspira contra la piel de mis costillas, y puedo sentir una sonrisa formarse.
Entierro mis uñas en sus hombros cuando su boca besa la parte baja de mi vientre, justo en el borde del bikini.
Todo comienza a dar vueltas a una velocidad aterradora. Esa sensación crece cuando en un movimiento estoy debajo de su cuerpo.
Su boca navega sobre mi pelvis. Mi cadera se levanta cuando entierra su nariz en mi montículo.
Sus ojos oscuros, poseídos por un calor abrumador, se clavan en los míos.
El miedo crece en mi garganta.
–Podría matar a cualquier persona que pise esta playa –masculla mirando a nuestro alrededor–. Juro que no me importaría si fuera una abuela o un niño.
Un escalofrío baja por mi espalda y me obligo a alejarme de él.
–No se supone que sea así –empiezo mientras gateo sobre mis rodillas y busco la parte de arriba de mi bikini.
La mano de Damián toma mi brazo y me obliga a enfrentarlo.
Aferro la pequeña tela contra mi regazo, tratando de ocultarme de lo que veo en sus ojos.
–Te juro que a la próxima vez te invitaré a dónde quieras –declara mientras sus ojos se clavan en mis labios–, pero ahora no puedo esperar más.
–No –digo y me levanto. Paso mis dedos por mis labios inflamados y luego paso mi lengua por la parte interna de mi labio inferior. Suspiro cuando siento el sabor del hombre a mis pies–. No puede ser así. Los besos no saben de esta forma –digo–, no lo hacen.
–¿Qué…? –empieza a preguntar, pero me alejo corriendo antes de que pueda decir algo más.
Corro hasta el muelle con mi corazón tronando en mi pecho. Salto a la lancha y lo último que veo antes de acelerar hacia a Atenas es a Damián en el muelle mirándome con una docena de preguntas.
No se supone que sea así.
A HUEVO!!!
vamos Stefy no seas egoísta y dale a Damian de tu comida y veras como se vuelve loco con su sabor...