La Protegida Del Alfa

**Capítulo 7: Un Enfrentamiento Campal**

La atmósfera en la represa se volvió tensa después de la batalla con los lobos de Searon, pero la calma fue breve. Valeria, Jonathan y Alex todavía estaban recuperándose de la adrenalina cuando un nuevo grupo de lobos apareció en la distancia. Eran imponentes, con pelajes oscuros y miradas decididas. Entre ellos, un joven se adelantó, su porte era altivo, y su aura emanaba una confianza peligrosa.

“¿Qué hacen aquí, Valeria y Jonathan Solomons?” preguntó el extraño, sus ojos fijos en ellos. “Me imagino que ustedes son los hijos de los que traicionaron a su propia manada en Milwaukee. Así que tú eres Jonathan, el mayor. Eres un alfa sin garras y sin colmillos”. La burla en su voz era evidente.

“Y tú debes ser Valeria, la menor. Déjame adivinar: 16 años y aún no te has transformado. Claro, eso es típico en adolescentes”, continuó, riéndose con desdén.

Valeria sintió cómo la rabia comenzaba a burbujear dentro de ella. “¿Y tú quién te crees para juzgarnos?” replicó, su voz firme a pesar de la inseguridad que sentía. En ese momento, sus ojos se iluminaron con un resplandor grisáceo, una señal de la energía que comenzaba a fluir a través de ella.

Mateus, el extraño, se alejó un paso, sorprendido. “¿Cómo es posible? Tienes 16 años y ya muestras signos de transformación. Deberías de transformarte a los 17, o al menos estar mostrando síntomas de ello después de cumplir esa edad. ¿Cómo es posible esto?” su tono se volvió más serio, y Valeria sintió una mezcla de orgullo y desafío.

“Ella es mi mate”, interrumpió Alex, su voz resonando con autoridad. “Sabes lo que pasa cuando una joven de 16 años, piel de lobo como somos nosotros, es aceptada por un alfa. Es como si un toque de adrenalina corriera por sus venas. Y me imagino que no querrás ver a una loba enojada. Sabes cómo son los que recién transitan a convertirse en piel de lobo completo”.

Mateus soltó una risa burlona. “Claro, sí. Jaja. Tú no tienes el poder de otorgar eso, Alex. Solo eres Alex Winterton, un chico de 17 años que acaba de tener su transformación”.

“Por decreto, soy el alfa más joven”, respondió Alex, su mirada fija en Mateus, llena de determinación. “Y no deberías estar aquí en Seattle. Tu manada está en Canadá. ¿Qué estás haciendo aquí? Sabes que tu manada no es permitida aquí, estás invadiendo los acuerdos de los ancianos del Clan de la Luna”.

Valeria, confundida, miró a Alex. “¿Quién es él? ¿Por qué es tan arrogante?”

“Él es un alfa de la manada de Searon, y no tiene nada que hacer aquí”, explicó Alex, sin apartar la mirada de Mateus. “Está desafiando los límites que hemos establecido”.

“Samanta, quiero que te lleves a Valeria de aquí”, ordenó Alex, su tono se volvió firme. “Jonathan, si aceptas luchar esta batalla conmigo, te consideraré como mi hermano. Si no, vete. No quiero que te pongas en peligro”.

“Pero Alex…” comenzó Samanta, pero él la interrumpió.

“¡Quiero que saques a Valeria de aquí! Quiero que protejas a mi mate. No quiero que ella salga lastimada sin antes convertirse, sin antes trascender a loba de piel completa. ¡Váyanse de aquí, Layla, quiero que saques a Valeria y a las dos ahora!” gritó Alex, su voz resonando con la autoridad de un alfa.

“Sí, mi alfa, vamos”, respondió Layla, una loba de pelaje dorado que había estado cerca de ellos.

“Jonathan, lucharé a tu lado, Alex. Si es por proteger a nuestra hermana y a mi manada, estoy contigo”, dijo Jonathan, su mirada decidida.

Alex extendió su mano y sonrió, mostrando sus colmillos. “Jonathan, a partir de ahora eres mi hermano, mi segundo líder al mando. Enseñémosles a estos bobalicones quién manda en Seattle”.

Valeria sintió la tensión en el aire crecer a medida que los lobos de Searon se reunían, formando un frente amenazante. “¡No permitiré que te lastimen!” exclamó, mirando a Jonathan y Alex, sintiendo la fuerza de su nueva identidad fluir en su interior.

“Es hora de mostrarles lo que significa ser parte de una verdadera manada”, dijo Jonathan, su voz resonando con poder.

Los lobos de Searon comenzaron a rodearlos, y la atmósfera se volvió eléctrica. “¿Qué van a hacer? ¡Ustedes son solo dos, y nosotros somos muchos!”, se burló Mateus, su voz llena de arrogancia.

“Tal vez, pero somos más fuertes cuando estamos unidos”, respondió Alex, su mirada desafiante. “Y hoy, defenderemos Seattle”.

La batalla estalló de inmediato. Los lobos de Searon atacaron como un torrente, pero Valeria y Jonathan, junto con Alex, se movieron en perfecta sincronización. Valeria se lanzó hacia un lobo de Searon, utilizando la velocidad que le otorgaba la luna llena. Sus movimientos eran ágiles y precisos, y cada golpe que daba era un recordatorio de su poder como loba.

“¡A la izquierda!” gritó Jonathan, y Valeria se giró, evitando el ataque de otro lobo que se abalanzaba sobre ella.

La lucha se intensificó, y el sonido de colmillos chocando y aullidos resonaban en la noche. Los lobos de Searon eran fuertes, pero la determinación de la pequeña manada de Valeria y Jonathan era implacable. El aire estaba cargado de tensión, y la luna llena iluminaba el campo de batalla, brindando una luz sobrenatural a la lucha.

“¡Cuidado, Val!” gritó Alex, saltando para bloquear el ataque de un lobo que había intentado sorprenderla. “No te descuides”.

Valeria sintió una oleada de gratitud hacia Alex. “Gracias, Alex. No puedo dejar que me atrapen”, respondió, sintiendo la adrenalina correr a través de su cuerpo.

La pelea continuó, y Valeria notó que la fuerza de su conexión con Alex se intensificaba a medida que luchaban juntos. Era como si sus energías se entrelazaran, dándole más poder en cada movimiento.

“¡Jonathan, por aquí!” gritó Valeria, señalando un grupo de lobos de Searon que intentaban rodearlos.

“¡Vamos!” respondió Jonathan, y juntos se lanzaron al ataque, luchando codo a codo.

La batalla se volvió caótica, y Valeria sintió que su fuerza crecía con cada desafío que enfrentaba. Sin embargo, los lobos de Searon eran feroces, y Mateus no tardó en encontrar un momento de debilidad.

“¡Así que esta es la gran manada de Seattle! ¡Un par de lobos sin experiencia y un alfa recién transformado! ¡Qué ridículo!” exclamó Mateus, sus ojos brillando con desdén. “Con esto, demostraré que en Seattle no hay lugar para ustedes”.

“¡No lo permitiré!” gritó Valeria, lanzándose hacia él. Pero Mateus era rápido, desviándose de su ataque y contraatacando.

La lucha se intensificó, y Valeria sintió cómo sus instintos la guiaban. “¡Valeria, cuidado!” gritó Jonathan, viendo que el ataque de Mateus se acercaba.

Con una agilidad sorprendente, Valeria se giró, esquivando el ataque y contraatacando con un salto. Sus garras rasguñaron el costado de Mateus, y él soltó un aullido de sorpresa. “¡Eres más fuerte de lo que pensé, pequeña loba! Pero aún no tienes la experiencia para vencerme”, dijo, recuperando la compostura.

“Tal vez no, pero tengo algo que tú no tienes: una familia”, respondió Valeria, sintiendo la fuerza de su conexión con Jonathan y Alex. “Y juntos, somos invencibles”.

Mateus, enfurecido, dio un paso adelante, preparándose para un ataque final. “¡No me subestimes, Valeria! ¡Te haré pagar por esto!” Pero antes de que pudiera moverse, Jonathan y Alex se lanzaron hacia él, combinando su fuerza para enfrentarse a la amenaza.

“¡Por Seattle! ¡Por nuestra manada!” gritaron en unísono, y con un movimiento coordinado, lograron derribar a Mateus, llevándolo al suelo.

Los lobos de Searon comenzaron a retroceder, viendo que su líder había caído. “¡Retrocedan! ¡No podemos perder más lobos!” gritó uno de ellos, y rápidamente se retiraron, dejando a Valeria, Jonathan y Alex victoriosos.

La batalla había terminado, pero el aire seguía cargado de tensión y adrenalina. Valeria se volvió hacia sus compañeros, sintiendo una mezcla de alivio y orgullo. “Lo logramos. ¡Lo hicimos juntos!” exclamó, su corazón latiendo con fuerza.

“Sí, pero esto no ha terminado”, dijo Jonathan, mirando hacia el horizonte. “Mateus volverá, y debemos prepararnos para lo que viene”.

Alex asintió, su mirada centrada. “Hemos demostrado que somos fuertes, pero debemos mantenernos unidos. Seattle es nuestro hogar, y protegeremos a nuestra manada a toda costa”.

Valeria sintió el peso de sus palabras, pero también una nueva determinación. “Estamos listos para luchar. Y no dejaremos que nadie nos despoje de lo que hemos construido”.

Con la luna llena brillando sobre ellos, la pequeña manada de tres se unió, listos para enfrentar cualquier desafío que se presentara. Habían descubierto su fuerza en la batalla, y juntos, eran invencibles. El destino de Seattle ahora estaba en sus manos, y Valeria sabía que su viaje apenas comenzaba.