Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 06. Deseo irresistible.
—¿Estás loco? —exclamó Ansel, sentándose de golpe. Sus mejillas estaban encendidas por la propuesta que acababa de recibir. ¿Cómo podría apagar los sentimientos que tenía por su amigo si continuaba con eso? Simplemente, era imposible seguir ayudándolo. Sus manos comenzaron a sudar y su corazón latía tan rápido que pensó que podría salirse de su pecho.
—Ya lo hemos hecho, ¿por qué no seguir?
—Pues... —Ansel intentó encontrar una respuesta, pero se topó con un muro insuperable. Ya lo habían hecho antes, y él había estado feliz de ayudar. Sin embargo, no podía decirle la verdad: que estaba enamorado de él y necesitaba olvidarlo—. Simplemente no quiero.
Estaba a punto de levantarse y marcharse, pero Emmett, sentándose a su lado, lo agarró de las manos y lo hizo caer de nuevo sobre la arena.
—An, por favor. Mira, no tiene que ser todos los días; podemos hacerlo de vez en cuando. ¿Qué dices? ¿Aceptas?
Ansel pareció considerarlo, pero pronto negó con la cabeza. Volver a ese juego sería demasiado peligroso para su frágil corazón.
—Vamos, amigo. Que sean martes y jueves, y los fines de semana también, ¿sí?
Emmett utilizó todo su encanto para convencerlo. Ansel no era especialmente fuerte frente a él. Sus sentimientos lo empujaban a aceptar, pero la razón le decía que no debía hacerlo. Sin embargo, cuando se trataba de Emmett, siempre terminaba dejándose llevar por su estúpido corazón.
—Podría aceptar...
—Me haces muy feliz —Emmett no esperó a que terminara de hablar y lo abrazó con fuerza.
—Espera, no he dicho que acepto —cuando las palabras salieron de su boca, Emmett se mostró totalmente decepcionado—. Emmett, si vas a tener novia, entonces...
—¡No voy a tener! —gritó—. Mientras tengamos este acuerdo, no voy a tener novia.
Ansel sonrió con impotencia. Emmett no tenía idea del poder que esas palabras tenían sobre él. Si supiera que estaba enamorado, seguramente no diría lo mismo; tal vez ni siquiera serían amigos. Ansel bajó la mirada, como si estuviera considerando aceptar, lo que le dio a Emmett un rayo de esperanza.
«Joder, ¿por qué me ponen esta tentación?», se maldijo internamente por siquiera pensar en hacerlo. Y, una vez más, su boca actuó por instinto, desobedeciendo completamente a su razón.
—De acuerdo.
«Bien, Dios, universo, Buda, Goku o quien sea, mátenme ahora».
—¡Sí! —Emmett se levantó de un salto, exultante. Ansel solo quería enterrarse en la arena y no salir nunca—. No te vas a arrepentir.
—Créeme, ya lo estoy haciendo —dijo, apretando el puente de su nariz.
Emmett entrecerró los ojos, fingiendo estar molesto, lo que hizo sonreír a Ansel. Al ver esa sonrisa, su corazón se sintió cálido.
—An... —Emmett se arrodilló frente a él, quedando entre sus rodillas. Sus ojos oscuros brillaban con el reflejo del agua y su cabello se movía al compás del viento. Bajo la luz de la luna llena, su rostro resultaba aún más atractivo. Ansel no pudo apartar la mirada y su corazón comenzó a latir desenfrenado otra vez. Emmett humedeció su labio inferior y acercó su rostro al de su querido amigo, sin llegar a tocarlo.
—¿Qué? —susurró Ansel, incapaz de ocultar los nervios en su voz temblorosa. Sus pestañas temblaron y todo su cuerpo se estremeció al sentir las manos de Emmett en su rostro. Su amigo se acercó un poco más, lo suficiente para que Ansel sintiera su respiración cálida contra su piel.
—¿Puedo besarte? —El murmullo fue tan suave que Ansel sintió que se derretía. Todo su cuerpo se debilitó al escucharlo tan cerca, con esa voz masculina que había adquirido tras la adolescencia. Su cuerpo reaccionó con leves espasmos.
—Puedes —respondió en un susurro.
Tan pronto como terminó de hablar, los labios de Emmett encontraron los suyos, fusionándose en un beso intenso, lento y cargado de necesidad. Sus lenguas, húmedas y cálidas, se entrelazaron. Fuertes y suaves suspiros escapaban de Ansel. Inconscientemente, Ansel rodeó el cuello de su amigo con los brazos, mientras que Emmett, con delicadeza, bajó sus manos hasta sostener su cintura.
Emmett se sentó lentamente, y Ansel, poniéndose de rodillas, se acomodó a horcajadas sobre él. Los brazos de Emmett rodearon su cintura, pegando su cuerpo al suyo. La piel de Emmett se sentía cálida bajo la suave y delgada tela de la camisa de playa.
Los besos de Emmett eran lentos, pero llenos de necesidad; cada movimiento se guardaba en un cofre en el corazón de Ansel. Cada sensación que Emmett le hacía sentir sería atesorada hasta que ese tonto encontrara una novia y ya no quisiera saber de él. Por un momento, por la forma tan ansiosa en que Emmett lo besaba, Ansel sintió que sus sentimientos eran correspondidos.
Poco a poco se separaron, aunque a regañadientes. Jadeando, tratando de recuperar el aliento, permanecieron en la misma posición, en silencio, durante un par de minutos.
—¿He mejorado? —Emmett lo miró con ojos brillantes, expectante. Ansel se sintió deprimido al pensar que todo eso no era por él y que nunca lo sería. Pero, por un breve instante, por ese tiempo fugaz, quería disfrutar de las mieles de ese amor no correspondido.
—Un poco —murmuró. Ansel bajó la mirada y mordió su labio inferior. Emmett era su mejor amigo y, salvo por ocultarle sus sentimientos, nunca le había mentido, y mucho menos para su propio beneficio. Pero ahora que estaban en esa situación, era imposible no mentirle—. Te dije que me dejaras respirar; tal vez eso es lo que te hace malo besando.
—¿Malo besando? —Emmett se veía sumamente ofendido—. ¿Entonces me mentiste? Eres un idiota, Ansel.
Emmett fingió estar enojado y comenzó a hacerle cosquillas en la cintura y las costillas, provocando que Ansel se carcajeara y tratara de defenderse.
Ansel intentó apartar las manos de su amigo, pero Emmett lo ignoró y continuó hasta que terminó con la espalda en la arena, con Ansel riendo a carcajadas sobre su pecho.
—Basta, Emmett, por favor —pidió entre risas. Emmett, exhausto y con la respiración agitada, finalmente obedeció y dejó de molestarlo, manteniendo solo sus manos en la cintura de Ansel. Ansel, agotado, se quedó recostado sobre el pecho de su amigo, tratando de recuperar el aliento.
Ansel permaneció en esa posición incluso después de haberse recuperado. Estando así, podía escuchar los latidos de Emmett, tranquilos e imperturbables. En cambio, los suyos estaban completamente alterados, y él sabía muy bien la razón: Emmett no sentía nada por él, mientras que él estaba perdidamente enamorado.
—An, ¿te has dormido? —susurró Emmett después de casi diez minutos en la misma posición. Ansel, que había mantenido los ojos cerrados, se incorporó de inmediato.
—Lo siento, estoy un poco cansado por el viaje —Ansel se levantó, sintiéndose completamente avergonzado porque, en realidad, casi se había quedado dormido sobre Emmett.
—Yo también —Emmett se levantó y sacudió la arena que se había quedado en su ropa antes de mirar a Ansel—. Vamos a ducharnos y luego a dormir.
Ansel asintió y comenzó a caminar hacia la casa. Emmett lo siguió de cerca, con los labios curvados en una suave sonrisa. Aunque Ansel evitaba su mirada, el rubor y la expresión nerviosa no pasaron desapercibidos para él.
"Tierno" era la palabra que usaría para describir a su amigo en ese momento.
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Durante todas las vacaciones, los encuentros entre Emmett y Ansel se volvieron más intensos. Lo que empezó como besos en la privacidad de sus habitaciones, evolucionó rápidamente a besos furtivos en lugares públicos, aunque siempre con la precaución de no ser descubiertos. Cada vez que Emmett lo acorralaba en un callejón oscuro, detrás de un árbol o en algún baño público, Ansel no podía evitar sentir cómo su cuerpo se encendía como un horno.
Ansel también notaba un cambio en Emmett. La forma en que lo sostenía, posesiva y dominante, cómo sus manos recorrían su espalda sin ninguna restricción, o cómo lo tomaba del cabello con fuerza para obligarlo a levantar el rostro y besarlo intensamente, lo llenaban de confusión y despertaban en él una esperanza que sabía, en el fondo, que era inútil.
—¿An, estás bien? —le susurró Emmett al oído.
El aire caliente rozó su oído y Ansel se sonrojó al instante. Había mantenido sus sentimientos bajo control durante tanto tiempo, pero ahora, en esta relación tan extraña, le era imposible no reaccionar ante el más mínimo contacto. Siempre había soñado con ser sostenido por Emmett, imaginándose encima de él, moviendo sus caderas de manera lenta y sensual, mientras Emmett lo sujetaba de la cintura y lo empujaba más profundamente dentro de sí, susurrándole palabras lascivas con esa voz que tanto le gustaba. Si Emmett conociera sus pensamientos más oscuros, probablemente lo odiaría por ser tan pervertido.
—Estoy bien —murmuró Ansel, bajando el rostro, sintiéndose completamente avergonzado—. Estoy bien —repitió, como si tratara de convencerse a sí mismo más que a Emmett.
—¿Seguro? —insistió Emmett, quitando el reposabrazos para acercarse más a Ansel. Pasó su brazo izquierdo por los hombros de Ansel y, con su mano libre, giró su rostro hacia él. La luz de la enorme pantalla de cine se reflejaba en los ojos ámbar de Ansel, que parecían brillar con una intensidad hipnótica. El rostro de Ansel estaba sonrojado, sus labios ligeramente húmedos y entreabiertos, como si invitaran a Emmett a probarlos—. No pareces estar bien.
Emmett deslizó lentamente su mano derecha por el cuello de Ansel, sintiendo cómo el cuerpo de su amigo se estremecía ante su toque. Observó cómo Ansel cerraba los ojos con fuerza, y una sonrisa divertida se formó en sus labios. Ansel siempre se comportaba como un conejo asustado cuando él lo tocaba, y eso, de alguna manera, lo satisfacía profundamente, despertando en él un deseo irresistible de seguir molestándolo.