René y Antón, podría decirse que nacieron uno para el otro. pero por decisiones personales, se separaron por un corto periodo de tiempo, el la amo desde que ella estaba dentro del vientre de su madre, es solo que nunca lo dijo ante todos y ella lo amo y sin dudarlo se lo dijo en cuanto lo descubrió, ambos hicieron promesas, pero el fue el primero en romperla, por lo que ella decidió hacer lo mismo, ¿sera que en verdad su destino siempre fue amarse?
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CAPÍTULO 5
RENÉ
Me quedé por un largo rato en mi habitación. Tomé una ducha, escuché música y escribí en mi diario hasta que mi papá entró a mi habitación y comenzó a hacerme cariños. Él sabe que estoy triste y ahora solamente necesito que me quieran.
—Mi princesa, la bebé de papá. ¿Cómo te sientes? —mi apoyo ángel Walton mientras me abraza y besa mi frente.
—No sé, tengo miedo de que ella me olvide —fui sincera con él.
—Eso no va a pasar. Además, ellos se quedaron a cenar. Grecia no quería irse sin verte. Se siente triste por no habértelo dicho —mi papá hermoso.
—Estoy molesta. Le pregunté esta mañana si ya tenía decidido a qué universidad iría y me dijo que no. ¿Por qué me mintió si ya lo tenía claro? —hablé un poco molesta.
—No lo sé, princesa, pero ustedes son familia y deben hablar —mi papá.
—Mejor bajemos a cenar. Juanjo vendrá a llevarme a comer helados después de la cena —comenté poniéndome de pie para ponerme mis zapatos y tomar mi bolso, para que cuando Juanjo llegue, salir corriendo de esta casa. Amo a mis padres, pero ellos no saben lo que siento ahora.
—Está bien, princesa, pero recuerda llegar temprano. Que ya no vayan a la secundaria no significa que puedan estar de madrugada en la calle —mi padre.
—No iremos lejos. Solamente necesitamos salir a tomar aire fresco. Jamás he llegado tarde y esta no será la primera vez —le di un beso a mi papá y bajamos juntos a cenar.
Cuando llegamos al comedor, ya estaban todos ahí reunidos: mi hermana Ángela, su esposo, Grecia, los gemelos y mi mamá. Mi papá y yo nos unimos a ellos y todos cenamos en silencio.
Grecia pareció querer hablarme, pero ella me conoce bien. Debe esperar a que asimile todo lo que estaba pasando. Cuando llegó el momento del postre, me negué y antes de tener que explicar por qué, una empleada entró a buscarme.
—Señorita René, el joven Juan José la espera en la entrada junto a su coche —anunció, la empleada, y yo sonreí.
—Bueno, papi hermoso, ya vinieron por mí y no te preocupes, como tú dijiste, llegaré temprano —le di un beso a mi mamá y a mi papá, y me despedí de los demás con la mano antes de salir corriendo.
Cuando salí, Juanjo estaba recostado en su auto. Se veía súper guapo y sexy así, tan especulado. Cuerpo perfecto y atlético, lástima que sea gay. Corrí a sus brazos y él me recibió feliz, pero antes de que yo pudiera decirle algo, él habló.
—Creo que soy un hombre muerto. Toda tu familia nos mira a través de la ventana —comentó Juanjo, y yo no pude evitar soltar unas carcajadas y dejar un beso muy cerca de sus labios.
—Es lo que pasa cuando un novio viene a buscar a su novia. Agradece que mi papá no está aquí interrogándote —respondí, mientras él, como todo un caballero, abría la puerta del auto y me ayudaba a entrar, para posteriormente cerrar la puerta y entrar él al auto.
—Espero que tu padre no quiera matarme en la cena después de la graduación. ¿Y tú, qué harás sin tu novio falso? —preguntó Juanjo.
—Moriría sin mi novio falso, así que si veo que mi papá está a punto de asesinar a mi novio falso, saldré a defenderte —respondí.
—Esa es mi chica —Juanjo apretó una de mis mejillas y luego puso el auto en marcha.
Juanjo sabe que la razón por la que me llama es porque no quiero hablar de Grecia y su viaje. Él sabe que ahora lo que necesito es distraerme y la mejor forma que ambos conocemos es comiendo helado, y no cualquier helado.
Hay una heladería a las afueras de la ciudad donde no solamente venden helados, sino que también hay un espacio para conducir autos de carrera. Siendo menor de edad y la hija de Angel Walton y Sol Ortega, se supone que soy casi una princesa, pero no me gustan las cosas que a las princesas les gustan, y eso Juanjo lo sabe muy bien.
Antes de sentarnos a comer helado, queríamos correr. Imagínense comer helado antes de la carrera y luego, después de varias vueltas, terminar devolviendo todo el helado dentro del carro. Sería un desastre y Juanjo me mataría porque es su auto y hoy me dejará conducirlo y seré su copiloto.
Para todos los demás, seré su copiloto, pero como nadie puede ver lo que pasa dentro del auto, Juanjo y yo cambiaremos de asiento en el auto. Por supuesto, nadie más que nosotros sabe de este secreto.
Primero, porque seguro mis padres se infartarían y mis hermanos armarían un drama, y ni qué decir de Grecia. Al final, seguro dirían que la culpa es de Juanjo por traerme a este lugar, pero la verdad es que fui yo quien lo trajo aquí por primera vez, y a él le gustó tanto que consiguió que su padre financiara un coche. Coche que yo voy a manejar esta noche. No es la primera vez que hacemos algo así y tampoco espero que sea la última.
La carrera estaba por comenzar y entramos al auto. Ya dentro, Juanjo y yo cambiamos de asiento y entonces sí pude sentir la adrenalina. Acomodamos el auto en la línea de partida junto a los demás autos y en cuanto dieron luz verde para salir, pisé el acelerador y comencé a sentir lo que más me gusta: la adrenalina y el poder que da tener el control del auto. Juanjo gritó como una niña en la primera vuelta, pues no frené y él creyó que nos estrellaríamos, pero no fue así. Sé bien lo que hago y él lo sabe, pero de vez en cuando se acobarda. No le tengo miedo a tener un accidente, sé conducir muy bien y si algún día el creador me quiere ante su presencia, eso pasará estando en esta pista de carrera o encerrada en mi habitación. Así que disfruto mi vida y espero que mis padres no se enteren de este lado mío, por lo menos no por ahora.