Una noche. Un secreto. Una obsesión que lo cambiará todo.
Stefania solo buscaba escapar.
Damián solo buscaba control.
Pero cuando sus mundos chocan en Atenas, el deseo los arrastra a una noche tan intensa que marca a fuego sus almas.
Ella huye antes de que él descubra quién es.
Él la busca sin saber cómo encontrarla.
Lo que ninguno imagina es que un lazo invisible ya los ata para siempre:
un hijo concebido entre la oscuridad y la pasión.
Cuando la verdad salga a la luz, deberán enfrentarse a sus familias, a sus demonios…
y a una obsesión que ni el tiempo ni la distancia han podido destruir.
La Obsesión del Jefe de la Mafia.
Un romance oscuro donde amar es peligroso…
pero pertenecer es inevitable.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Desesperación
Damián
Miro a la belleza durmiendo en la enorme cama y sonrío. Es hermosa, etérea y toda mía.
Kate me pertenece e imagino que cuando despierte sabrá qué tan lejos estoy dispuesto a llegar para retenerla a mi lado. En unas horas más conocerá al monstruo que todos mis enemigos temen.
No quiero que vea esa parte de mí, no quiero que sus ojos me miren con miedo, pero no me está dejando otra alternativa.
Tomo el pasaporte de la mesita al lado de la cama y lo meto en mi bolsillo. Tengo que llamar a Salvatore para pedirle su ayuda.
Sé que probablemente quiera mandarme a la mierda, pero para mi suerte y su infortunio yo soy su jefe y tiene que obedecerme. Lástima que eso no hará que se guarde su discurso. Probablemente comenzará a cacarear apenas me vea, pero no tengo otra opción. No confío en nadie como lo hago en él.
Salgo de la habitación no sin antes volver a mirar a Kate. Suspiro ante su belleza etérea y me obligo a salir.
Tengo que actuar rápido.
El puto Chris me ve y palidece. Comienza a retroceder, pero basta una mirada mía y se detiene, aterrado más allá de lo humanamente posible.
Chris falló cuando lo tenía vigilando la costanera, en uno de los puestos de artesanía, para que me avisara si veía a algún sucio albanés pisando mi ciudad, pero lo único que hizo fue estar pendiente de su teléfono e insultar a la mujer que será mi reina.
Todavía recuerdo la forma en que tomó el brazo de Kate. Veo su nariz quebrada, y niego con mi cabeza. Imagino que destrozarle el rostro no fue suficiente castigo.
–Estaba vigilando, señor.
–¿Vigilando? –pregunto mientras disfruto ver como su rostro palidece más y más con cada segundo.
–Sí… yo… Mi deber es cuidarlo, señor.
Golpeo su hombro y me obligo a ofrecer una sonrisa tranquilizadora. –No pasa nada. Estabas haciendo tu trabajo –digo y veo como el color retorna a su rostro.
–No sabía que usted y ella…
–¿Ella? No es nadie –miento–. Es mejor que pagar por una puta. Al menos cuando te la está chupando sabes que es porque quiere hacerlo y no porque le pagas.
Chris ríe. –Sí, señor. Y por lo que escuché, la muy zorra lo deseaba.
–¿La escuchaste?
Asiente con una sonrisa lobuna. –Ya lo creo que sí. Los gritos de la zorra eran difíciles de ignorar.
Sonrío nuevamente y saco la daga del bolsillo de mi jeans. –Esos gritos fueron una puta delicia –digo–. Y un privilegio.
–¿Privilegio, señor?
–Sí. Un privilegio solo para mis oídos –respondo.
Tomo su nuca con fuerza con mi mano y con la otra entierro la daga en su estómago con la fuerza suficiente para atravesar su cuerpo.
–No eres digno de escuchar a mi reina. Esa mujer gobernará a mi lado mientras tú te pudrirás en algún agujero de mierda que obligaré a tu propio hermano a cavar.
Comienza a dar manotazos mientras lucha para poder seguir respirando. Giro la cuchilla y comienzo a subirla hacia su pecho. Sonrío cuando la vida comienza a dejar sus ojos.
–¿En serio? ¿Uno de tus soldados?
Suelto al imbécil y me giro para sonreírle a Salvatore. –Me fastidió.
–Estaba siguiendo mis órdenes. Le ordené que te vigilara.
Me encojo de hombros. –Escuchó a Kate. No es digno –es todo lo que digo–. Necesito tu ayuda, mi hermano.
–Pediré que se encarguen de limpiar tu desastre –dice mientras coge su celular.
–Necesito que lleves a Kate a mi cabaña.
Sus ojos azules se clavan en los míos. –¿Vas a llevar a una mujer que apenas conoces a tu santuario? ¿Tan bien folla?
Siento como todo mi pecho se calienta con ira. –Cuidado –siseo–. Kate será mi reina y será a quien deberás obedecer.
Mira a la puerta de la habitación como si no pudiera creer lo que le estoy diciendo. –Estás bromeando, ¿verdad?
–¿Te parece que lo estoy haciendo? –devuelvo furioso–. Quiero que la lleven con los ojos vendados. Luchará, no se les ocurra lastimarla. Si alguien le toca un solo pelo de su cabeza, sabrán que los monstruos son reales –advierto cuando la protección alza su cabeza dentro de mi pecho.
Salvatore rasca su mandíbula con su dedo pulgar, tratando de entender.
–¿Quieres que la secuestremos?
–No tengo tiempo para convencerla. Tendré que obligarla.
–¿Te estás escuchando? –pregunta con exasperación–. ¿Qué crees que dirá tu papá cuando se entere que tienes a una mujer contra su voluntad en tu puta cabaña?
–Soy el jefe. No tengo que darle explicaciones a nadie, y eso incluye a mi padre y te incluye a ti, Salvatore. Haz lo que te pido.
Sus ojos se oscurecen, furiosos, y antes de que pueda decir algo su celular interrumpe. Contesta furioso.
–¿Cuántas? –pregunta–. Mierda. Vamos para allá. No los dejen acercarse a la ciudad –ordena antes de colgar–. Los putos albaneses. Diez lanchas.
Salvatore me pasa un arma y la recibo. –No pueden acercarse a mi ciudad. Mucho menos a este hotel.
Mi hermano golpea mi hombro. –No lo harán –confirma antes de que corramos por la escalera de emergencia.
Esos imbéciles no se acercarán a mi reina.
*****
El sonido de la última bala retumba en la noche, seguido del sonido del cuerpo tocando el suelo.
–No dejan de llegar. Son como unas putas ratas –mascullo.
Salvatore limpia un corte que tiene en su brazo. –Quieren aumentar su territorio.
–Que lo hagan lejos de aquí.
–La organización dorada tiene dominado todos los otros lugares y lo sabes.
Maldigo furioso mientras guardo las armas. El sol ya se divisa en el horizonte, debo volver con Kate.
–La maldita Bratva tiene dominado todo el norte desde Bulgaria y Serbia –mascullo.
–La organización dorada tiene dominado todo a nuestro alrededor –gruñe Salvatore–. Son una puta cofradía.
Todos vimos como las grandes organizaciones del mundo de asociaban, pensando y apostando que esa alianza no duraría ni siquiera un mes, pero no fue así. Los meses pasaron y luego vinieron los años y ahora todos los que estamos fuera de esa cofradía tenemos que pelear por las migajas de territorio que nos dejaron. Por suerte para nosotros tenemos uno de los mejores puertos del mundo, y no lo cederé ante nadie.
Mi abuelo tuvo negocios con la organización dorada en sus inicios, pero luego ambas organizaciones tomaron caminos diferentes.
–Al Four Seasons –le ordeno a uno de mis hombres que conduce la VAN.
–¿Sigues con lo mismo? –pregunta Salvatore cuando se sienta a mi lado.
Ni siquiera me desgasto en responderle. Además, Salvatore me conoce, sabe que conmigo es todo blanco o negro. Y ahora, no hay nada que quiera más que tener a esa mujer a mi lado, así tenga que obligarla.
Mientras la VAN se mueve hacia la ciudad cierro los ojos y todo lo que veo detrás de mis parpados es a Kate.
Kate sonriendo. Kate aferrándose a mis brazos. Kate llegando al orgasmo. Kate besando mi piel y tocándome como si fuera un puto dios.
Kate. Kate. Kate.
La follé hasta que cayó dormida e incluso después seguí besándola y tocándola porque era físicamente imposible mantenerme alejado.
Esa mujer es veneno para mí, pero prefiero morir por su dulce veneno que hacerlo de cualquier otra forma.
Una vez que su cabroneo baje tendré que conquistarla a base de buena comida y buen sexo.
Imagino que tendré que instalar una sucursal del puto McDonald en mi cabaña.
–Sí que te tiene jodido, ¿no? –pregunta Salvatore–. Esa sonrisa en tus labios me pone los pelos de punta –se queja.
Salgo de la VAN cuando se detiene frente al hotel y corro hacia su habitación. Quizá si le doy varios orgasmos antes de que tomemos desayuno pueda querer quedarse a mi lado por su propia voluntad.
Sonrío cuando recuerdo su rebeldía. Lo dudo, pero es lindo soñar.
Un frío me recorre la espalda cuando la puerta de su habitación está abierta.
–¿Dónde está? –le pregunto a una mujer que está sacando las sábanas de la cama.
–No… No lo sé. Yo solo estoy limpiando.
Entro y busco sus cosas, pero el lugar está prácticamente vacío. Cojo su pasaporte del bolsillo de mi jeans y lo presiono contra mi pecho. No puede salir de aquí sin esto.
No lo hará.
–Que cancelen todos los vuelos –ordeno.
–No podemos cancelar los vuelos –empieza Salvatore a mi espalda, pero basta otra de mis miradas para que coja su celular.
–Ningún avión puede despegar en mi ciudad –mascullo antes de salir furioso.
Debo encontrarla.
A HUEVO!!!
vamos Stefy no seas egoísta y dale a Damian de tu comida y veras como se vuelve loco con su sabor...