La noche de su ceremonia de compromiso, Astrid se entera que su prometido y futuro Alfa la engaño con su mejor amiga y lo peor es que espera un hijo de él.
Con el corazón destrozado se adentra al bosque, donde termina perdiendo su virginidad con un desconocido, sin imaginarse que esa noche, su vida cambiaria para siempre.
Cuatro años después se verá obligada regresar a su manada, con la urgencia de saber quien es el padre de su cachorro, quien esta despertando sus habilidades, poderes que hacía muchos años se habían perdido entre los lobos.
Siendo solo el Rey Lycan el único en tenerlos, bueno ahora son dos, por que el pequeño Alain a sus cuatro años ha despertado a su licántropo.
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Astrid
El reino de Greven está regido por el último rey Lycan de sangre pura, muy pocas veces se ha dejado ver, pero ha sabido llevar su país con autoridad, con rigidez, todas las normas se cumplen en las manadas sin titubeos, nadie se atreve a ir en contra de su voluntad, pues hacerlo saben que es una muerte segura.
En el reino se encuentra la manada cascada azul, donde habita Astrid, la chica más popular de la manada, lo tiene todo, amigos, padres amorosos y un novio perfecto, futuro alfa de la manada cascada azul.
Su vida ha sido tan tranquila y sin perturbaciones, solo se ha enfocado en sus estudios y en convertirse en la futura Luna de la manada.
Cuando cumplió la mayoría de edad pensó que sería la destinada de su novio, pero no fue así, aunque esto no la desanimo, pues desde hacía muchos años, pocas personas eran bendecidos por la Diosa Luna, así que el compromiso se hizo formal una vez que ni ella, ni su novió, Leandro, estuvieran emparejados por la bendición de la Diosa Luna.
Todo era perfecto, tan perfecto, que nunca se imagino que su vida daría un cambio totalmente.
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Era de noche, Astrid y Leandro estaban en el coche, besándose con intensidad, ambos estaban demasiado calientes, las caricias de Leandro buscaban con desesperación cada curva del cuerpo de ella, su falda se había subido lo suficiente para dejar a la vista la tela de encaje negro ya húmeda.
- Joder, Astrid- Gruño Leandro, sus manos se movían con experiencia en aquella zona, jugando con su centro húmedo.
Astrid no podía decir ni una sola palabra, de sus labios solo salían gemido tras gemido, llevo una de sus manos a la entrepierna de él, sintiendo su creciente erección.
- Vamos a la parte de atrás – Sugirió Leandro.
Y esas palabras fueron el quiebre del momento.
- ¿En serio? ¿Atrás? – Soltó molesta Astrid apartando su mano de aquella zona.
- bueno, un hotel – Comentó, esperando que ella accediera.
- No – Ella aparto la mano de Leandro de su intimidad. – Ya sabes que lo haremos después de la ceremonia – Agregó.
Ese había sido el acuerdo al que habían llegado, cuando Leandro le pidió que se convirtiera en su Luna, un acuerdo del cual se arrepentía, pues deseaba tanto tener sexo con ella, ser el primer hombre en su vida. Pero Astrid se ha negado rotundamente a tener sexo antes de la fecha acordada, y eso comenzaba a frustrarlo.
- Vamos, Astrid- Dijo en un bajo susurro, acariciando su muslo, subiendo lentamente hacía su intimidad - ¿Acaso no me deseas? – Preguntó Leandro haciendo movimientos circulares en su piel.
- Si y mucho, pero tenemos un acuerdo – Dijo ella mordiendo su labio inferior, resistiéndose a las provocaciones de Leandro. – Falta poco, muy poco para que sea tuya completamente – Se acercó a él y beso sus labios de manera tierna.
- Bien – Dijo resignado y frustrado Leandro, apartando su mano de ella.
Astrid notó la molestia en su rostro, se sentía mal por dejarlo así, pero realmente quería que su primera vez fuera especial y no en la parte trasera del coche o en un hotel, además que ese acuerdo que hizo con Leandro tiempo atrás se le hacía romántico y especial, más que un acuerdo para ella era una promesa de amor.
- Te veo mañana – Le dio un beso rápido antes de salir del coche y entrar a casa.
Leandro se quedo ahí hasta que ella entro a casa, segundos después ya estaba haciendo una llamada, aquella erección era una molestia y necesitaría ayuda para calmarse.
- Paso por ti – Dijo una vez que la otra persona contesto su llamada.
No tardo mucho en la llamada, sonrió al tener una respuesta positiva, arranco el coche y se puso en marcha a su siguiente destino.
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Astrid entro a casa para encontrarse con sus padres en la sala viendo una película, se acomodo bien sus ropas y se acercó a ellos para saludarlos antes de subir a su recamara.
- ¿Qué tal la fiesta? – Preguntó su padre Frank.
- Perfecta – Dijo ella con una gran sonrisa.
- Tu vestido para la ceremonia llegó, lo deje en tu recamara – Dijo su madre, Aurora.
Astrid se emociono al escuchar eso, corrió y subió las escaleras, el vestido era algo que había estado esperando por meses, incluso cuido mucho en no subir de peso, pues no quería que hubiera errores.
Al entrar a su recamara, lo vio, su madre lo había dejado listo para que ella se lo probara, estaba sobre la cama, era de un tono marfil, de escote corazón, tenía una abertura en medio de la entrepierna, y una caída larga por detrás.
Suspiró, era el vestido perfecto y lo usaría el día que se convertiría en la Luna de la manada, pero sobre todo en la mujer de Leandro, como lo había soñado desde hace muchos años.
Para Astrid su vida era tan perfecta, que no necesitaba nada más.
La mañana llegó más pronto de lo esperado, Astrid se alisto como de costumbre para ir a la universidad estaba cursando su último año por lo que era importante no saltarse ninguna de sus clases.
Al llegar la universidad vio a Leandro con Catalina, su mejor amiga, estaban demasiado juntos, pero para Astrid era normal, se conocían desde niños, se acerco a ellos muy emocionada, tenía que darles la noticia sobre la llegada de su vestido y de que le quedaba espectacular.
- ¡Hola! – Dijo emocionada, abrazando por detrás a Leandro.
Leandro se tensó ante su llegada, Astrid dirigió su mirada a Catalina, tampoco parecía alegre de verla.
- ¿Qué pasa? – Preguntó Astrid confundida por sus miradas serias.
- Nada – Respondió de inmediato Leandro – Te ves hermosa – Dijo dándole un beso en la frente y paso su mano alrededor de su hombro.
- Gracias, ¿Qué tiene Cata? – Preguntó al ver que ella seguía sin decir ni una sola palabra.
- No es nada, problemas hormonales…- Dijo con una forzosa sonrisa – Debo ir a clases – Agregó antes de darse la vuelta y marcharse sin dejar que ellos se despidieran.
Astrid se quedo sorprendida por la respuesta de Catalina, pero prefirió no decir nada más, continuar con su maravillosa mañana con su amado novio.
- Mis padres, quieren que cenemos con ellos hoy ¿Te parece? – Sugirió Astrid.
Leandro la miró y asintió.
- ¿Qué tienes? – Preguntó, conocía a Leandro desde hacía muchos años no solo como novios, sino también como amigos.
- No es nada, vamos a clases – Dijo y comenzó a caminar con ella.
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En el palacio real de Greven, el rey estaba recostado en su elegante silla de su oficina, tenía sus ropas desarregladas, como si tuviera días sin dormir, una espesa barba de candado, sus ojos estaban cerrados, su respiración estaba agitada.
- Majestad, la ceremonia de nuevo alfa y Luna de la manada Cascada azul, será la próxima semana – Dijo su beta mientras revisaba la agenda desde su dispositivo.
- Bien – Dijo en un bajo susurro.
- ¿Piensa ir? ¿O se mantendrá al margen como es normal? – Volvió a preguntar su Beta.
El rey jamás asistía a eventos de ese tipo, no era por que no le agradara, sino que, dado a sus años sin una pareja destinada, prefería estar alejado de la civilización pues su licántropo era demasiado posesivo y odiaba estar rodeado de personas, no quería sentir ningún aroma que no fuera el de su mate, una mate que el mismo rey pensaba que no existiría nunca más.
- Iré – Dijo resignado, ya no podía mantenerse más oculto, ni alejado de su reino. Debía empezar a vivir sin una mate y su licántropo debía también hacerlo.
- Perfecto, organizare todo – Dijo su beta y sin más salió de la oficina.
El rey se mantenía en su silla, pensando en las últimas noches pesadas que había tenido, su licántropo era poderoso, tanto que comenzaba a dañarlo, la esperanza de encontrar a su mate comenzaba a ser un simple sueño, la Diosa Luna los había abandonado hace mucho tiempo y era culpa de ellos, muchas veces renegaron de su bendición, rechazando y lastimando a sus destinados. No merecían su perdón.
Pero él, era de los pocos lobos que deseaba tener esa bendición, de encontrar a su pareja destinada y convertirla en su reina, la madre de sus cachorros y ante la única que podría arrodillarse y portarse tan dócil y tierno como un cachorro.
- ¿Dónde estás? – Susurró pesadamente.
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El día de la ceremonia finalmente llegó, Astrid estaba tan emocionada que no pudo dormir toda la noche anterior, se levanto desde muy temprano para arreglar los últimos detalles.
La ceremonia sería durante la noche cuando la Luna llena estuviera en su máximo esplendor, en el lago sagrado de la manada, ahí se daban todas las ceremonias desde hacia muchos años, y era un ritual sagrado para todos.
Sus padres estaban tan emocionados como ella, su pequeña y única hija se convertiría en Luna de la manada y eso los llenaba de orgullo, a pesar de que ellos eran simples lobos sin ningún rango alto.
- Astrid, deberías descansar un rato – dijo Aurora entrando a la recamara- ¿Qué pasa? -Preguntó al ver que Astrid no dejaba de ver su teléfono y parecía molesta.
- Leandro no me contesta los mensajes – Se quejo y miro a su madre.
- Vamos cariño, debe estar ocupado – Dijo – Y usted tiene que descansar – Le quito el teléfono, sabía de sobra que su hija no había dormido en toda la noche y necesitaba hacerlo por lo menos unas horas.
Astrid a regañadientes obedeció a su madre, se recostó para conciliar unas horas de sueño, pensando en lo maravillosa que sería su vida después de esa noche.
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Y así llego la noche, esa noche en que la vida de Astrid cambiara para siempre, sin siquiera imaginarlo.