Un hombre que muere y se arrepiente de no haber amado a nadie, aunque eso significaba perder a sus cercanos por ser homosexual, pero renació en un bebé en un mundo similar al nuestro pero con subgénero.
Entonces la pregunta es, el personaje principal de esta historia podrá encontrar el amor, averigua eso leyendo esta historia.
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23.El primer encuentro en parís.
Entonces Cian había pasado los últimos años en Londres, construyendo poco a poco su vida lejos de la familia O’Connor, lejos de las expectativas aplastantes de Aoife y Ronan, por eso a sus 21 años su vida parecía más definida que nunca.
Además, había conseguido mantenerse en la orquesta, demostrando su valía no solo por su talento, sino también por su dedicación, por eso la Filarmónica de Londres había sido un reto monumental, pero un reto que había superado con aplomo.
La mañana en cuestión mientras se preparaba para salir al ensayo, sin embargo, Cian revisó su correo electrónico para ver sus facturas y recordatorios de la universidad donde cursaba su último año y resaltó un correo de su madre del Corazón Clara Rossi donde le agradecía por los boletos del avión y todas sus preparaciones para que ellos lo vieran durante el último día de su presentación en parís, porque ellos no podían ir desde el día 1.
No obstante, las palabras de la mujer en ese correo estaban cargadas de calidez, cariño y animó para ese día, porque él sabía que Clara y William siempre estarían allí presente en sus actividades, aunque fuera a la distancia.
Mientras revisaba los detalles de su próxima presentación con la orquesta y su presentación individual en París, su teléfono vibró, era un mensaje de Declan su hermano menor con quién había intercambiado mensajes en los últimos años y consiguió su número de Clara, según en ese momento ella le dijo que se veía muy cambiado y por sus conversaciones así parecía, pues Declan parecía entender mejor que nadie la razón de su distanciamiento, aunque no lo dijera abiertamente.
Entonces Cian viajó a Francia, París días antes para instalarse en el hotel y hacer un poco de práctica en el teatro en el que se presentara en pocas horas y las luces del teatro se apagaron lentamente mientras las primeras notas del piano resonaban en el amplio salón de conciertos, allí estaba Cian sentado frente al majestuoso instrumento y dejó que sus dedos danzaran sobre las teclas, interpretando una pieza de su autoría que llegaba a lo más profundo de su alma que había sido creada durante esos momentos de soledad más intenso, cuando la nostalgia de Londres lo envolvía y París se le presentaba como una ciudad extraña, aunque seductora.
Así es como el día llegó la primera presentación donde exhibió las piezas compuestas por él, que incluían sus emociones más obscuras y momentos cálidos con los Rossi, de hecho una canción fue hecha para ellos y tenía letra que la había grabado desde el piano y su cantó para enviarla como una sorpresa durante el aniversario de bodas de los Rossi y el matrimonio lo había llamado en cuanto terminaron de verlo muy emocionados y sin importar la diferencia horaria, pero Cian estaba tan contento de su emoción.
Entre el público estaba Alexander Duvua, CEO de NeuroVision Technologies, quién no pudo evitar fijar su atención en el joven pianista. Al principio, había acudido al evento sin expectativas, simplemente como parte de una velada de negocios que había intentado evadir, porque sus socios sabían de su gusto por la música clásica y el arte, pero no estaba seguro de esa presentación.
No obstante, desde el momento en que las manos de Cian tocaron las teclas, algo en él se estremeció, pues la música no era solo melodía; era una extensión del alma de Cian y Alexander lo sintió con una claridad que pocas veces había experimentado, su mirada no dejaba de seguir cada movimiento.
Mientras, Cian tocaba con una calma y seguridad que contrastaban con la intensidad de sus emociones. Cada nota parecía contar una historia, y el público, en su mayoría sofisticado y acostumbrado a los eventos culturales de alto nivel, comenzó a perderse en el viaje que ofrecía. Pero Alexander, aunque impresionado por la técnica de Cian, sentía algo más. No solo era la música lo que lo cautivaba, sino el hombre detrás de ella. Había una fuerza tranquila en Cian, una seguridad que irradiaba incluso en su vulnerabilidad artística.
Cuando la última nota resonó y el silencio absoluto envolvió la sala, el público estalló en aplausos. Cian se levantó, inclinándose ligeramente antes de retirarse del escenario. A pesar de las ovaciones, no buscó atención adicional. Para él, la música era suficiente, no necesitaba más.
Sin embargo, Alexander, no podía dejar que la noche terminara sin conocer a aquel hombre que lo había conmovido de una manera tan inesperada, por eso con determinación se levantó de su asiento y se dirigió hacia los bastidores, para entrar utilizo su influencia, no tardó en cruzar las puertas que llevaban al camerino de Cian.
Al llegar, encontró al joven sentado en un sofá, con una botella de agua en la mano. Cian alzó la vista cuando escuchó la puerta abrirse y vio a Alexander entrar. No lo conocía, pero había algo en su porte que lo hizo sentirse intrigado y que gritaba “alfa”, por eso se puso de pie atento a la cercanía del hombre.
-Tu interpretación fue... sublime. Dijo Alexander, acercándose lentamente y continuó hablando.
- Creo que nunca había escuchado algo tan profundo en mucho tiempo. Expresó Alexander a menos de un metro del omega.
Al escucharlo Cian sonrió, ligeramente incómodo ante el cumplido, a pesar de que apreciaba las palabras, nunca había sabido manejar bien las alabanzas.
-Gracias…me alegra que lo hayas disfrutado. Respondió con modestia
Alexander se sentó en una silla frente a él, sin perder la sonrisa encantadora que siempre utilizaba cuando algo o alguien llamaba su atención y su actitud exudaba confianza.
-Soy Alexander Duvua. Se presentó el alfa, extendiendo su mano y continúo diciendo
-Me encantaría invitarte a cenar. Si no tienes otros planes, claro. Dijo con una leve sonrisa
Cian se sorprendió por la invitación directa, pero algo en la confianza de Alexander lo hizo aceptar sin pensarlo demasiado.
-Soy Cian O’Connor; es un placer y sí, acepto la cena. Respondió Cian, sintiendo una mezcla de curiosidad y sorpresa por ser tan irreflexivo.
La cena se desarrolló en un pequeño restaurante parisino, íntimo y discreto, un lugar que Alexander solía frecuentar cuando necesitaba escapar del ajetreo de la ciudad en sus viajes de negocios y durante la comida, la conversación fluyó con naturalidad, el alfa habló siempre elocuente, hizo las preguntas correctas, mostrando un interés genuino en la música de Cian, en sus experiencias de vida que lo había llevado hasta París.
Por otra parte, Cian, aunque reservado al principio se fue relajando poco a poco, pues sentía que Alexander no solo estaba interesado en él como músico, también lo hizo en él como persona, algo que no siempre encontraba en sus interacciones cotidianas, además Alexander compartía su vida en el mundo empresarial.
-Me sorprende que alguien como tú esté tan... desconectado de la fama. Comentó Alexander, mientras tomaba un sorbo de vino y siguió la conversación
-Tienes un talento inmenso, pero pareces evitar la atención. Señalo el alfa.
Por eso Cian sonrió, bajando la vista hacia su plato antes de responder.
-La fama nunca ha sido mi objetivo. La música es lo que me importa. Todo lo demás es... accesorio. Respondió mientras levantaba la vista para ver los ojos del otro hombre frente a él.
Por ello Alexander lo observó, fascinado, ya que la sinceridad de Cian era algo que no encontraba a menudo, especialmente en un mundo donde todo giraba en torno a las apariencias y el poder.
-Eres un enigma, Cian y eso solo me hace querer conocerte más. Dijo Alexander, sin dejar de mirarlo a los ojos.
El comentario hizo reír suavemente a Cian, sintiéndose sorprendentemente cómodo en su compañía. Había algo en Alexander que lo desarmaba, que lo hacía bajar las defensas que solía levantar frente a los demás.
La noche continuó entre conversaciones profundas y momentos de silencio compartido, donde las miradas decían más que las palabras. Para cuando la cena terminó, ambos sabían que ese encuentro no sería el último.
Al despedirse frente al restaurante, Alexander tomó la mano de Cian y la besó suavemente, como si ya estuviera estableciendo una conexión que no deseaba romper.
-Espero verte pronto, Cian. Dijo Alexander, con una sonrisa que prometía mucho más que simples encuentros casuales.
Cian asintió, sintiendo que algo había cambiado esa noche y dijo.
-Nos vemos en Londres, si lo que dices es verdad búscame en la Filarmónica.
Todo desde París, la música y el misterioso Alexander se entrelazaban en su mente mientras caminaba de regreso a su hotel, a pesar de las incertidumbres que lo rodeaban, sabía que ese era solo el comienzo de algo más grande, algo que no podía predecir, pero que ya empezaba a desear.