Primer libro de la saga Lobo.
⚠️ CONTENIDO (+18)⚠️
Ella es una hermosa peliroja vendedora de flores, que trabaja duramente para la mujer que la recogió después de la trágica muerte de su familia, la cual fue cruelmente asesinada.
Él es el futuro líder de la mafia italiana y para poder posicionarse en ese puesto primero su padre le exige matar a un traidor, y luego le exige también una Dama que gobierne a su lado. Un día cualquiera conoce a una vendedora de flores que lo deja cautivado desde el primer instante, se obsesiona con ella y la rapta para que sea su Dama, su Reina, su esposa...
Lo que ambos no saben es que tanto su pasado como su futuro están relativamente unidos.
¿Nacerá el amor o el odio?
¿Podrán perdonar o condenarse?
¿Podrán olvidar y superar?
NovelToon tiene autorización de Rosa Verbel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un beso sin permiso.
Angélica.🌺
Siento algo húmedo en mi nariz. Abro los ojos despacio y me cuesta acostumbrarme a la luz. Cuando por fin me adapto, lo primero que veo son esos ojos grises y profundos que me miran con preocupación.
—¿Me morí? —le pregunto.
—No, solo te desmayaste.
Él acaricia mi mejilla y yo me incorporo de inmediato, llevándome el golpe de mi vida. Mi cabeza choca contra la suya y siento que me mareo otra vez.
—Oh, lo siento —digo tocando mi frente. Me miro a mí misma y noto que mi ropa sigue en su lugar; no me duele el cuerpo ni mi parte íntima. ¡No me violó! Sigo intacta.
—Mi nariz sí que lo siente —me responde, tocándose la perfecta nariz que tiene.
—Si no va a matarme, debo marcharme ya. Págueme el arreglo, por favor, se me hace tarde.
—Yo no voy a matarte, linda Angélica.
—Entonces ¿por qué me citó aquí con un nombre falso? Porque usted no se llama Stiven Di Matteo, se llama Maximiliano Lobo Lombardi —confieso con algo de valor. Pero segundos después me arrepiento. Ay, yo y mi bocota.
—Veo que has hecho bien la tarea, pequeña.
—Igual que usted, ¿no es cierto?
—Suelo investigar todo lo que me interesa.
Su confesión me deja fría, y mi corazón palpita, creo, a dos mil revoluciones por minuto.
—¿Yo le intereso? —le pregunto, y él asiente. Se ve tan apuesto, pero sé lo que es, y eso le quita todo lo bueno.
—Mucho —me responde mirándome fijamente—. Necesito una esposa, y ya la he encontrado —me suelta.
—Qué bien por usted —me hago la desentendida.
—Pienso lo mismo. Mi futura esposa es muy bella, tiene un color de pelo único y precioso, rojizo natural. Sus ojos miel son excitantes y expresivos; sus mejillas sonrojadas la hacen lucir tan tierna y dócil. Su forma de vestir me vuelve loco. Deseo descubrir qué es lo que esconde debajo de su ropa larga —dice mirándome a los ojos, y me lleno de miedo al descubrir que su futura esposa se parece mucho a mí por la descripción que acaba de hacer.
—La chica que estaba con usted el otro día no era pelirroja, ella es castaña y no viste largo —recuerdo a la chica que estaba con él cuando lo conocí.
—Tienes razón. Y te aclaro de una vez que aquella chica con la que estaba ese día no es mi futura esposa.
—Es su amante...
—No, ella es mi hermana —me dice, y me lleno de vergüenza. Qué mal pensada soy.
Me pongo de pie. Me quiero ir. No quiero seguir metiendo la pata ni diciendo cosas que no debo. Además, se me hace tarde para continuar con la venta.
—Señor Maximiliano, su conversación está muy interesante, pero ya que no va a matarme, le pido por favor que me permita irme. Se me hace tarde y debo seguir con mi trabajo.
—No hemos terminado de hablar aún —me dice, poniéndose de pie también.
—¿Y de qué más quiere hablar conmigo? Ah, de seguro quiere contratar los servicios de la florería para los arreglos florales que utilizará el día de su boda. Si es así, por favor llame a la señora Berenice y haga su pedido con ella; de seguro ella lo atenderá con gusto.
Uno de sus dedos se posa sobre mis labios, y entiendo que quiere que guarde silencio.
—Veo que no has entendido nada aún. La esposa que quiero y necesito la tengo justo frente a mí ahora mismo... y habla como perico mojado.
¿Qué, qué? Este hombre en verdad está loco. Además de mafioso, ¡está loco! ¡Madre santísima!
—Qué broma tan mala es esta —me río, pero él sigue serio; entonces noto que lo que dice va en serio—. Señor, tal vez no lo sepa, pero yo tengo novio, así que busque otra prometida porque no me interesa casarme con usted. Usted representa mucho peligro, y yo no quiero eso para mi vida. Yo soy pobre, no sé nada de gente rica... y de mafiosos, menos, así que...
El aroma de su perfume me embriaga cuando se acerca demasiado a mí. Toma mi rostro entre sus fuertes manos y me besa. Me besa sin mi permiso, sin preguntar si puede o no. Se adueña de mi boca. Yo quedo en shock por unos segundos y, luego, de la nada, me hallo correspondiendo a aquel beso demandante que me deja sin respiración. No sé ni en qué momento introduce su lengua en mi boca, una lengua traviesa que explora todo sin pedir permiso. Me pega a su cuerpo, y yo rodeo su cuello con mis manos. Me entrego a su boca y siento miles de cosas que jamás había sentido.
¡Madre santísima! ¿Qué es lo que hago? De una vez recuerdo que este hombre que besa tan bien es un jodido mafioso... y que además yo tengo novio.
¡Mierda! Le acabo de ser infiel a Dionisio.
Ni yo misma sé de dónde saco fuerzas cuando reacciono. Hasta yo me asombro cuando le doy un rodillazo en la entrepierna a este mafioso pervertido. Lo dejo tendido en el suelo, retorciéndose de dolor, y corro, corro tan rápido como puedo. Salgo de esa habitación; los hombres afuera me miran raro, pero yo no me detengo. Presiono el botón del ascensor y este se abre casi de inmediato. Cuando llego a recepción no me detengo a mirar nada: corro tan rápido como puedo, salgo a la calle y corro, creo, más rápido que un correcaminos. Soy consciente de que lo único que llevo es mi bolso cruzado al pecho. Dejé la canasta con las flores, el pago del arreglo que vine a traer... La señora Berenice me va a matar, pero mejor que me mate ella y no el mafioso pervertido.
No sé por cuánto tiempo corro, pero cuando siento que ya mis pies no dan más, y que estoy lo suficientemente lejos, me detengo. Estoy agitada, con la lengua casi cayéndome al piso.
¡Qué miedo, madre santísima!
GRACIAS, POR COMPARTIR