Una tarde como cualquiera, Andi escuchó el grito de una niña que le decía "papá" a su esposo. En ese momento, ella sintió que el amor era egoísta y cruel. Pero nadie sabia que ese encuentro cambiaría sus destinos.
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Mamá
Andi guardó todos los folios de su trabajo en su bolso. Las primeras luces del sol brillaban en la mañana; era hora de que se fuera a trabajar. Su tristeza maquillaba su hermoso rostro, era claro que la vida tenía que seguir, a pesar de las sombras que la perseguían.
En algún momento del día sabía que tenía que fingir que todo estaba bien; por ese motivo, embelleció su rostro con algunos cosméticos, puso labial en sus labios y delineo sus ojos claros, para que nadie notará su desvelo de la noche anterior.
Una llamada detuvo su salida al trabajo.
—Hola— apenas contestó con la voz algo ronca.
—¿Cómo está, señora Kennedy? Le llamo para comunicarle que su esposo tuvo un accidente y, desafortunadamente, falleció junto con su amante. Viajaban a lado de su hija.
Andi, tiro su cartera al suelo; sus ojos se humedecieron. No tenía claro de lo que estaba escuchando, a penas respiraba, sentía que alguien le golpeaba el pecho.
—Su hija está muy angustiada, ahí le paso el teléfono para que hable.— la voz del otro lado seguía mientras Andi procesaba cada la palabra que oía.
—¿Mamá? — la voz de una niña; por error, la llamaba así.— ¡Mamá! La niña seguía mencionando con su voz pequeña y asustada.
Andi se congeló al escuchar esa voz.
—¿Quién habla?— al fin artículo los labios de Andi.
—Soy Lara, mamá. ¿No vendrás a verme?
Andi pensó que todo era una confusión, que la habían llamado por equivocación.
—¿Dónde estás, Lara?
—Creo que estoy en un hospital.
—No te preocupes hermosa. Ahora voy.
—¿Mamá?
— ¿Qué pasa?
—¿Por qué tu voz se escucha diferente?
—Cuando nos veamos te lo explicaré.
—¡No tardes mamá, estoy asustada!
El mundo de Andi se detuvo. Fue al hospital lo más rápido que pudo. Cuando llegó, preguntó por Lara Kennedy en la recepción; le dieron el número de habitación y el piso.
Una enfermera la dejo pasar. Ahí estaba Lara, con sus cabellos rizados color oro, y los mismos ojos verdes que su padre y madre.
Sintió que su corazón se partía en mil pedazos; lo irreal en sus pensamientos era lo más real que le estaba pasando.
—Hola… —le dijo, temblando Andi.—¿Tu mamá cómo se llama?
—Aylin —, respondió sin dudar la niña.—Tú eres Andi, ¿verdad?— continuó la niña.
Andi asintió con la cabeza.
—Mi papá me hablo mucho de vos, me dijo que serías como una mamá secreta para mí, porque eran buenos amigos.
La sangre de Andi recorría a mil por sus venas, pero al mismo tiempo se congelaba. Realmente esa niña no era su hija. Solo era una niña que se había quedado sola, con una madre que no la quería del todo y un padre no biológico y ambos fallecidos.
—¡Lara?
—¡Que!
—Hace un momento no estabas hablando con tu mamá, estabas hablando conmigo.
—¡Eso no puede ser! Mi mamá vendrá ahora. ¿Por qué me mientes, Andi?— dijo la niña derramando lágrimas de sus pequeños ojos.
—Lara, necesito que me escuches.
—No quiero...— gritó la niña.
La niña mojaba la cama con sus pequeñas lágrimas. El frío de la tristeza consumía el corazón de Andi; no sabía exactamente cómo explicarle a la niña que sus padres habían abandonado este mundo y que no estarían más para cuidarla y darle todo el amor que se da a un hijo.
Era imposible permitir que una bella luz sufriera. Andi veía cómo una niña tan pequeña e inocente era castigada por los dolores de la vida. Se encontraba perdida en una niebla espesa; ella también sufría, pues el hombre que había amado con todo su corazón ahora ya no le pertenecía, porque hizo el viaje más largo para nunca más volver.
La niña no cesaba en sus lágrimas, Andi la abrazo, sintió cómo el pequeño corazón de Lara latía con mucho miedo. Ella también sentía mucho miedo, porque ambas se habían quedado solas y no sabían cuál era su destino de ahora en adelante.
Lara por fin se había calmado, Andi seco las lágrimas de la pequeña y también suyas.
—¿Por qué estás triste Andi? — la niña preguntó después de recuperar un poco el aliento.
—¿Te gustaría vivir conmigo, Lara?
—¿Mi papá y mi mamá no vendrán?
—No, mi amor.
—¿Por qué?
—Porque tus padres hicieron un viaje, pero me dijeron que te cuidará. ¿Me dejas cuidarte?
La niña asintió con su cabeza. Andi no tenía el valor para decirle a la pequeña que sus padres habían muerto.
—¿Tienes hambre?— Andi preguntó
—Sí.
—¿Qué te gustaría comer?
—Mi mamá nunca me permitió comer una hamburguesa.
—Voy a salir un momento a comprarte una rica hamburguesa. ¿Me esperas?— dijo Andi.
La niña se acostó en la cama y se puso a ver la televisión. Andi antes de salir le dio un beso en la frente.
—¿Señora Kennedy, podemos hablar?— la pediatra que atendía a Lara la detuvo antes de que subiera al ascensor.
—Si claro— contestó y fue tras de ella.
Andi se sentó frente a la doctora, observaba como ella abría una carpeta con varias hojas.
—Estuvimos averiguando y usted no es la verdadera madre de la niña, ¿verdad?— la doctora argumentó.
—Es correcto, no soy la madre de la niña, pero es la hija de mi esposo y es como si también sería mi hija.
—¿Usted sabía que la niña está enferma?
Andi hizo una pausa antes de contestar.
—No, no lo sabía. ¿Qué tiene Lara?
—Tiene leucemia, le estamos haciendo estudios para ver que grado tiene, pero por lo que estuve viendo es algo grave.
La vida misma se quitó la máscara para mostrarle a Andi la transparencia de las penas. Sus ojos se cristalizaron, mucha información en poco tiempo la estaba matando. Todo su mundo se estaba convirtiendo en una película sin pausa.
—¿Qué significa cuando dice que es grave?— Andi preguntó.
—Que la niña necesita un trasplante urgentemente. Pero costará encontrar un donante, ya que sus padres fallecieron.
Andi recordó que su esposo le dijo que no era él el padre biológico de Lara.