La Capo De La Camorra

Mía

Me lanzo contra la cama, agotada. El cansancio me precede y ambos caemos sobre las suaves sabanas.

Suelto un suspiro de alivio al sentir como los músculos de mis brazos y espalda reciben el descanso que merecen. Llevamos dos días en México y Alek no muestra señales de querer irse. Se supone que es el capo de la Bratva, al menos es lo que él dice, pero no lo veo preocupado por dejar su territorio sin jefe tanto tiempo.

Imagino que no todos trabajan como lo hago yo.

Papá quedó al mando de Nueva York, pero he trabajado en cada momento que he podido. Incluso he tenido dos reuniones por videollamadas. Una de ellas con Ming, que se disculpó por tener que cancelar nuestra reunión en Texas.

Odio tener pendientes.

Y odio más no poder disponer de mi tiempo.

No sé quién mierda se cree ese ruso, pero mi paciencia tiene un límite que él acaba de agotar.

Me levanto furiosa, todavía vestida, y salgo a buscarlo a su habitación. Tengo cosas que hacer, no puedo seguir jugando su juego, que francamente ya me tiene harta.

Salgo al enorme corredor con pared de vidrio, y antes de caminar hacia su habitación lo veo nadando en la enorme piscina.

Abro uno de los ventanales y salgo.

–Que bien se lo pasan algunos –mascullo molesta–. Si sabes que tengo una tonelada de trabajo esperándome y tú estás aquí teniendo las vacaciones de tu vida.

Ivanov se ríe mientras da brazadas.

–Me voy –digo, pero me ignora–. ¿Me estás escuchando? Me largo de aquí, no voy a seguir jugando tu juego, Ivanov, tengo cosas más importantes que hacer.

Nada hasta la orilla y se impulsa con la fuerza de sus brazos para salir del agua. Por supuesto que no va a usar la escalera. Y por supuesto que él idiota está buenísimo. Puedo ver cada uno de sus músculos brillando bajo la luz de la luna llena.

Trago el nudo que se formó en mi garganta.

–¿Sabes cuál es tu problema, muñeca? –pregunta acechándome como una pantera lo haría–. No sabes divertirte –susurra y antes de darme cuenta estoy cayendo a la piscina con mi ropa y mis botas Louboutin.

Mis preciosas botas de cinco mil dólares.

Es hombre muerto.

Nado hacia la orilla luchando con el peso de mi ropa mojada, que quiere hundirme. Maldito ruso.

–¿A dónde vas, muñeca? –pregunta apareciendo de la nada–. Tengo ganas de jugar –susurra en ruso contra la piel de mi cuello mientras me atrapa con su imponente cuerpo.

–Alek –advierto–. No estoy de humor.

Pasa su nariz por mi mejilla y no puedo evitar suspirar al sentir su calor.

–¿Por qué siempre estás tan enojada? –pregunta con curiosidad–. Amo ver tus sonrisas –dice mientras pasa la yema de su dedo índice por el contorno de mi rostro.

Lucho para mantenerme a flote y Alek ríe cuando se da cuenta. Se hunde en el agua y siento como quita mis botas y mi falda de cuero.

Sale del agua y lanza mis botas y falda sobre mi cabeza hacia el suelo.

–Creo que tengo un fetiche con el cuero –confiesa con una sonrisa–. Siempre estoy duro cuando te veo usando una de esas faldas.

Siento un calor traicionero cuando escucho que me desea. A la mierda, yo también lo deseo. Demasiado.

–¿Y qué tal ahora que no tengo nada aparte de mis bragas? –pregunto mientras cruzo mis brazos en su cuello y lo acerco más a mí–. ¿Estás duro?

Gruñe antes de besar mi cuello. –Durísimo, nena, siempre me tienes durísimo.

Sonrío satisfecha.

Su rostro se ilumina. –Ahí está la sonrisa por la que quemaría este puto mundo.

Alek y sus frases grandilocuentes, siempre provocándome. Pongo los ojos en blanco antes de besarlo.

Ambos jadeamos y nos perdemos en el beso rápidamente. ¿Cómo puede ser posible que un solo beso pueda hacerme sentir como caramelo derretido? Es una sensación nueva y maravillosa.

Lo abrazo con mis piernas y gimo al sentirlo duro contra mi trasero. Me muevo sobre él, luchando contra una sonrisa cuando lo escucho lamentarse en ruso.

–Esa es una frase que no conocía –susurro en sus labios–. ¿Qué significa?

–Es una manera informal de decir que me tienes en tus putas manos –devuelve–. Me estás volviendo loco.

–Me alegro porque tú también me estás trastornando y eso es raro en mí. Generalmente, puedo mantenerme en control, pero tú…–callo cuando no sé cómo explicar lo que siento.

–Lo sé, muñeca, me pasa lo mismo.

–No lo parece –digo molesta al recordar que rechazó mi propuesta–. Podrías tenerme si quisieras, pero al parecer no quieres. ¿Es eso, Alek? ¿No me deseas? –pregunto mientras acaricio su mejilla mojada.

Lanza un gruñido que me hace temblar de necesidad.

–Te quiero de la forma que sea –declara y no puedo evitar sonreír–. Mía Saviano eres mi perdición –agrega antes de besarme con desesperación.

Sus manos navegan por mi cuerpo como si hubiesen sido creadas para eso. Tocando y adorando cada curva, cada espacio, sin dejar ningún centímetro para después.

Lanzo un grito cuando una corriente que quema pasa por todo mi cuerpo, demorándose en las partes que Alek acaricia con más insistencia.

–¿Quieres que te vuelva a comer? –pregunta entre besos y mordiscos suaves.

Todo mi vientre se tensa ante esa posibilidad, pero niego con mi cabeza.

–Yo también quiero probarte –confieso–. Lo he querido desde que me tocaste en mi oficina.

Sonríe satisfecho y se impulsa para quedar sentado en la orilla de la piscina.

–Soy todo tuyo, nena –dice abriendo sus brazos como una invitación.

Nado hasta quedar frente a él. Paso mis manos por sus musculosos muslos y sonrío satisfecha al sentir como todo su cuerpo se tensa con un solo roce de mis dedos.

Me acerco hasta quedar entre sus piernas y puedo disfrutar de la visión de sus ojos hambrientos sobre los míos.

Lo acaricio por sobre su bóxer y vuelvo a sonreír cuando se agarra al suelo con sus manos.

–¿Listo, señor? –pregunto despacio.

–Maldita sea, Mía, chúpame ya –ordena y vuelvo a sentir como mi cuerpo sucumbe ante esa corriente, que me recorre la piel lentamente.

Bajo su bóxer y lo tomo en mi mano, sintiendo su peso y sedosidad. Sonrío antes de tomarlo con mi boca, obedeciendo su orden con gusto. Un gruñido de satisfacción sale de mi garganta al sentir su sabor y todo el espacio que ocupa. Mis labios duelen por la fricción después de unos pocos movimientos, pero no lo querría de otra manera.

Su mano se pierde en mi cabello y me hace aumentar la velocidad. Comienzo a ahogarme y un rugido sale de mi pecho. Me encanta sentir que apenas puedo albergarlo.

Mis ojos se llenan se lágrimas, pero no me detengo. Estoy disfrutando con esto, realmente lo estoy haciendo.

–Mírame –ordena–. Te ves hermosa. Tus labios fueron hechos para mi polla, muñeca –dice entre gruñidos.

Sus ojos queman sobre los míos mientras me empuja hacia abajo.

–Tú puedes –susurra cuando me ve luchando por mi próximo aliento–. Mierda, estoy cerca. ¿Lo quieres en tu boca?

Asiento como puedo y luego de tres bombeos siento su sabor bajando por mi garganta. Alek se sacude mientras gruñe y sé que no he visto nada tan excitante en mucho tiempo.

Lo necesito dentro de mí con urgencia.

–Llévame a tu habitación –le pido.

Sus ojos se abren ante mi petición. Sonríe antes de sacarme del agua en un movimiento, como si no pesara nada.

–¿No quieres seguir jugando en la piscina? –pregunta mientras acaricia mis labios con su pulgar.

Rio y lo abrazo escondiendo mi rostro en su pecho.

–Basta de juegos. Quiero más de ti esta noche. Muéstrame qué es lo que me he estado perdiendo todo este tiempo.

Acuna mi rostro y me obliga a mirarlo.

–Esta noche haremos arder el cielo, muñeca –jura antes de tomarme en sus brazos.